por Victor Meza
Por
momentos, cada vez más frecuentes por desgracia, el país da la
impresión de que, lenta pero inexorablemente, marcha hacia una nueva
crisis política de magnitudes similares a la que permitió la ruptura
del orden constitucional el 28 de junio del año 2009. La mal llamada
clase política, con su tradicional déficit de recursos humanos
debidamente calificados para ejercer la dirección del Estado, pareciera
impermeable ante las enseñanzas de la historia e incapaz de aprender las
lecciones que se derivan de aquel lamentable hecho político.
La evidente insistencia de forzar
la revisión de las leyes para permitir la reelección presidencial
-fórmula seudolegal para esconder los afanes continuistas del partido de
gobierno y del mandatario actual –está causando un creciente clima de
crispación política peligrosamente parecido al ambiente que prevalecía
en los meses inmediatos al golpe de Estado del 28 J.
En aquel momento,
la institucionalidad estatal se mostró incapaz para procesar
democráticamente la conflictividad política. Reveló en toda su magnitud
las falencias y limitaciones, la vulnerabilidad y rigidez que la
caracterizan. ¿Habrá cambiado tanto esa institucionalidad en el último
lustro y, en consecuencia, estará ahora en capacidad de canalizar
adecuadamente las tensiones y convulsiones de los conflictos políticos?
¿Estará –ahora sí– en capacidad de procesar correctamente una nueva
crisis? Creo que no. Estoy convencido de que, lejos de fortalecerse y
modernizarse, las instituciones del sistema político y del sistema de
partidos más bien se han debilitado y han perdido la mínima autonomía
necesaria para establecer el balance y los equilibrios necesarios entre
los poderes del Estado. El debilitamiento de las instituciones, base y
sustento del fracaso del Estado, sigue siendo un desafío a enfrentar,
que la “clase” política local no parece haber comprendido en toda su
dimensión y riesgo.
Las recientes declaraciones de
un prominente líder empresarial en favor del continuismo presidencial,
junto a las múltiples manifestaciones de colaboracionismo que los
reeleccionistas reciben a diario, son una muestra de que no hemos sido
capaces de entender la profundidad de los riesgos y el peligro que
encierra la voluntad continuista de los gobernantes. En un Estado como
el nuestro, mutilado en sus funciones de control interno y contaminado
por los múltiples vicios que se derivan de la corrupción, es un suicidio
político permitir que los gobernantes se reelijan en forma continua e
inmediata. ¿Quién, en su sano juicio, podría asegurar que los recursos
del Estado no serán utilizados para financiar la permanencia indefinida
de un Presidente en su cargo? Si ya en la actual situación, con la
prohibición constitucional de reelegirse, los gobernantes no vacilan en
echar mano de los fondos públicos para asegurar la continuidad de su
partido en el control del Estado, imaginemos una situación en la que
tienen el camino libre, “legalmente” fundamentado, para maniobrar a
favor de su propia reelección. De continuar así, permitiendo los abusos
y el manoseo de la legislación constitucional, vamos directamente a
desembocar en una nueva crisis de consecuencias todavía impredecibles.
El empresario de marras,
acostumbrado como muchos de sus colegas a respaldar gobiernos que les
favorecen y protegen, solo piensa en sus mezquinos intereses personales
cuando levanta la bandera del continuismo presidencial. No piensa ni se
le ocurre pensar en el daño que podría sufrir– una vez más– el tejido
social del país y su ya débil y vulnerable arquitectura institucional.
Acostumbrados a ver el mundo a través de sus propios balances
financieros, creen irresponsablemente que lo que es bueno para sus
empresas debe ser forzosamente bueno para todo el país y la sociedad en
su conjunto. Lamentablemente no es así.
Todavía estamos a tiempo –quiero
pensarlo así– de rectificar el camino y enmarcarnos con rigor y
disciplina en los senderos de la ley. Pero no basta con las buenas
intenciones; se requiere de una movilización vigorosa de las
organizaciones sociales, de la ciudadanía, de los hombres y mujeres que
creemos en las posibilidades de una nueva Honduras, más abierta y
plural, más transparente y democrática para hacerle frente al
reeleccionismo continuista.
http://www.laprensa.hn/opinion/columnas/835335-412/el-camino-a-la-crisis?utm_source=laprensa.hn&utm_medium=Direct&utm_campaign=desktop_modulo_opinion
No hay comentarios :
Publicar un comentario