miércoles, 25 de julio de 2012

Utopía‏ "Es permitido soñar y delirar tambien" Eduardo Galeano. // El caminante‏ Oscar Amaya Armijo // HOY APESTO A BOLÍVAR Por Galel Cárdenas

     


Oscar Amaya Armijo

                                          A Jorge Miralda, el caballito de oro
                                          A los caminantes de ayer y hoy y siempre

Conjuntadas las fuerzas, las disposiciones y los ánimos solo te quedan esas ganas de seguir allí, en la necedad, insistiendo en abrir nuevos  senderos, no importa que la incertidumbre acose en el otro lado de la esquina; pero allí vas, sintiéndote pionero, eslabón de una cadena que solo tira hacia adelante; es un porvenir que se te enreda en el tiempo y que no admite que cuentes a la inversa el caminar cansino de tus propias manecillas; cargas a cuestas la esperanza, como un Sísifo sin retorno y, no vienen a tus costillares los desalientos cuando te enteras que más adelante  te esperan las alamedas que reaniman tu caminar, es cuando te convierte en resistente el encono, la terquedad del horizonte que se torna espejismo cuando crees que llegas al final;  pero vuelves a la carga, no importándote los obstáculos del bandidaje; te sientes mesiánico y sabes que transitas en el borde de la historia, allí donde el salto cualitativo se vuelve visible, corpóreo, allí donde los puños crispados se trocaron en uno, en fuerza multiplicadora, en movimiento arrollador, luego sientes que el cielo se acerca; olfateas el cambio como sabueso; percibes  que el paradigma es verdad en los panes repartidos, en la luz que alumbrará a todos; entonces, sigues sobre la espalda del tiempo, caminando sobre esos caminos que, según el poeta, se hacen en el andar, en el batallar que te impone el trajinar del instante… 
HOY APESTO A BOLÍVARPor Galel Cárdenas

Hoy apesto a Bolívar
Y su espada que enciende el Orinoco
En la vasta llama sin nombre.

Apesto a toda su cabalgadura
Que rompe los valles
Y las trenzas de la vega refulgente.

Apesto a cada una de sus botas
Pobrísimas y desnudas
A sus charreteras derruidas
Y rasgadas en cada uno de sus hombros.

Hoy, ni yo mismo resisto
El olor de su empeine encallecido
Sus hongos resplandecientes
Anudados por el aire libérrimo.

El agridulce contagio que invade
La cama desordenada y tibia
El hiriente impacto de la brisa
Que hace volcar la memoria
Hacia la última batalla.

Apesto y no sé por qué
A tanto pantalón deshecho
Con el mismo trote del jinete
Que nunca duerme
Y jamás descansa en la pilastra.

Y es que me viene a veces
Un mal olor de palabra
Que se encumbra en la montaña
En el retumbo del volcán equidistante
En el consejo que sale a romper
Las sombras desahuciadas
Me viene a veces
Un mal olor de gestos y ademanes
Que pueblan el tambor de la batalla
Que crecen sobre el grito
Que ordena la voz de los cañones
La fuerza redoblada en la trinchera
El puño que vence bayonetas
La espada que rumia su esperanza.

En fin, apesto a su mirada
Que enerva la luz y su horizonte
Apesto a su perfil que es viento
En la llanura
A su ceño de profeta en la cascada
A su mano de Dios encrucijado
A su abrazo que redime
Los siglos y su tiempo ensimismado.

Apesto Bolívar,
Por Dios y no me apeno.

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