jueves, 29 de septiembre de 2011

EL PARTIDO DE LA RESISTENCIA NACIONAL O POPULAR POSEE LA BASE FINANCIERA MÁS SÓLIDA EN HONDURAS Jorge Luis Oviedo


Pueden/ cargar en hombros/ el féretro de una estrella.
Pueden destruir el aire como aves furiosas,/ nublar el sol.
Pero desconociendo sus tesoros/ entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio. Roberto Sosa (1930-2011)
Antes de la creación de las Naciones Unidas, del Fondo Monetario Internacional y el ejecutor de sus políticas económicas, El Banco Mundial, a los hondureños se nos decía en las escuelas  que vivíamos en un país rico y también era frecuente escuchar a mucha gente aldeana o pueblerina (entre los que me incluyo) que eran pobres pero honrados.
   Pasaba algo, Honduras efectivamente, pese a su escasa extensión territorial, como el resto de Centroamérica, está en una ubicación geopolítica y comercial de la que nuestra sociedad no disfruta; compartimos con las demás naciones del istmo los privilegios de contar con una biodiversidad enorme que incluye miles de especies vegetales y animales nativas y abundantes recursos minerales; además del beneficio de una precipitación fluvial que genera envidia en otros sitios del planeta.
   Con los informes y tablas comparativas de Naciones Unidas y del Fondo Monetario nos impusieron la idea del subdesarrollo, la pobreza y otros males que, como el sentimiento de culpa que pregonan el judaísmo y el cristianismo, provocan en el ciudadano o aldeano promedio, frustración desde el día primero que comenzó a funcionar nuestra conciencia; de modo que cuando llegamos a la juventud ya cargamos con un cerro de culpas, deudas (como la externa), obligaciones ajenas y una amargura  tremenda por el fracaso que nos tienen pronosticado aquellos que han venido controlando el destino de estas repúblicas.
   Estos sentimientos y otras prácticas que provocan atavismos han llegado a convencer a muchos de su pereza, incapacidad, etc. Y así llegamos a desconocer nuestros tesoros, aunque podamos convocar a marchas que aglutinan medio millón de personas.
   La razón de esta reflexión y el título de este trabajo se debe a que un amigo que, como yo, sueña con una Honduras más incluyente, con mejor distribución de la riqueza, con más oportunidades para las mayorías actualmente excluidas (66% según cifras oficiales están bajo la línea de pobreza y son las personas que más de afianzan en la fe, cuando compran la lotería, asisten al culto o van a misa) y mayor aprovechamiento, también para las mayorías, de nuestros recursos naturales: tierra, bosque, agua, aire, minerales, me alegaba que el problema de la Resistencia como partido radicaba en la falta de recursos financieros, porque el voluntariado se iría reduciendo.
   El golpe de estado que afortunadamente (lo de afortunado es porque despertó a los hondureños de su letargo de siglos) permitió distinguir a los enemigos principales de la sociedad hondureñas: las oligarquías local e internacional; pero la fuerza de la cultura dominante, de las tradiciones, digo, como los aspectos atávicos que ya he mencionado antes, comienzan a aflorar, porque el golpe ya se enfrió, como se enfrían las penas por las pérdidas de una novia un novio o, lo que es peor, la muerte de un ser querido; todo el tiempo lo suaviza, lo aminora y lo esconde , a veces, en las trastiendas del olvido; por eso, el pueblo en resistencia está perdiendo de vista a sus enemigos (gigantes de siete leguas los llamó Martí) principales y se dejan ver los resabios locales, los de grupo, los del gremio, los del activismo particular; que son los mismos que hicieron fracasar a los liberales criollos con Morazán a la cabeza, entre 1830-1838 y que propiciaron que la colonia (digo sus prácticas tradicionales, religiosas, educativas, administrativas y políticas) se extendiera hasta 1870.
   Porque el localismo, la obcecación, el vedetismo o egocentrismo de los militantes liberales en resistencia o de las dirigencias gremiales y sindicales está haciendo que se pierda de vista al enemigo común y que indirectamente, defendiendo cada uno su coto de caza, se traicione a la mayoría que se ilusiona con un verdadero cambio.
   Es lamentable ver que, por la escogencia de un nombre, en el que no se toma en cuenta a más de un millón trescientos mil hondureños que exigieron el retorno de MEL, al negarse los “asambleístas” (práctica del tradicionalismo y de la democracia representativa, tanto sindical como político partidaria) a consultarlo para que emita su veredicto inapelable como se deseaba con la cuarta urna.
   Esa cultura del tradicionalismo político vernáculo es la que obliga a los aspirantes a cargos de elección popular a llamar inteligente a los humildes, con expresiones como: “el pueblo hondureño es inteligente, el pueblo es la voz de Dios”.
   Si el asunto es de verdad así ¿por qué negarse a escuchar la voz de Dios para que de esos hondureños resistentes, no oportunistas, sino sacrificados permanentemente por quienes se han erigido tradicionalmente es sus representantes, decida y legitime algunos aspectos relacionados con el futuro político del país?
   Existe la tecnología  y contratarla no requiere mayores erogaciones, de repente ninguna, por lo novedoso del acontecimiento.    También sé que existe, como parte del tradicionalismo, montañas de excusas para evitar las consultas, la verdadera participación ciudadana; porque, como bien dijo don José del Valle: “El miedo, la fuerza, la adulación, el error, la ignorancia, hacen en ocasiones proferir o realizar lo que no se quiere. “
   Se trata simplemente de nuestra incapacidad para evadir la cultura en la que fuimos forjados por nuestros padres, maestros, medios de comunicación y la sociedad con las generaciones que nos precedieron; es así desgraciadamente, por eso lo que más cuesta a todo individuo es adoptar prácticas nuevas, sobre todo cuando debe emprender una nueva aventura.
   El temor provoca pánico en los miles de activistas y líderes liberales que se opusieron al golpe de estado, porque temen abandonar la seguridad que les daba militar en un partido que  en menos de treinta años tuvo cinco presidentes (incluido Mel Zelaya); a los dirigentes sindicales y magisteriales (principalmente) les da temor arriesgar el nicho de poder de su sindicato o su gremio, sobre todo cuando saben, que no son expertos en la política vernácula hondureña y que pueden salir “quemados”, aunque tengan buenas intenciones, como las que tuvo Mel Zelaya durante todo su gobierno, pero que no fueron suficientes para iniciar las transformaciones del país.
   Sin embargo, los miles de liberales en resistencias que se aglutinan alrededor de Mel y que sienten y desean volverse partícipes de los cambios que el país requiere, necesitan de los (que ellos despectivamente llaman) “bloqueros”.
   Los sindicatos y los gremios que mantuvieron viva la llama de la resistencia hondureña, con sus marchas ininterrumpidas durante todo dos mil nueve, también necesitan de los resistentes liberales para no traicionar a los miles de hondureños que no son ni activistas ni sindicalistas, pero constituyen la mayoría del pueblo hondureño en resistencia y los votos necesarios para legitimar triunfos electorales y consultas populares para temas fundamentales del país.
   A ambos sectores los une su rechazo al golpe y el deseo de transformar Honduras.
   Pero para transformar Honduras se requiere el triunfo electoral; mas no se puede llegar a éste sin constituir el partido político, de modo que no se puede comer la liebre antes de cazarla.
   Por eso quiero insistir en las ventajas de la unidad de estos dos sectores y de sus experiencias, así como reiterar que ninguna tradición es buena o mala en sí, sino que existe por muchos factores.
   Es importante, por ello, el conocimiento de la idiosincrasia electoral del hondureño que tienen los liberales en resistencia, que tiene, por supuesto, especialmente Mel, porque de otro modo no estaríamos escribiendo esto, si él no hubiese sido Presidente de la República.
   También es importantísima la experiencia de las dirigencias de los sindicatos y de los gremios; por sus luchas reivindicativas y por el financiamiento con que cuentan.
   Alguien dijo: “el dinero es la leche materna de la política”.  Y en los estados modernos así ha ocurrido, sin embargo, las grandes mayorías  no advierten estas cosas. El resultado es que los partidos políticos tradicionales en casi todo el mundo son financiados por el gran capital corporativo; de ahí que los institutos políticos que llegan al poder no son más que las vitrinas con que el gran capital financiero local e internacional impone candidatos, presidentes y sobre todo, recetas económicas y políticas que avasallan a las mayorías y concentran el poder en pocas manos.
   Lo hacen porque para ellos, que no hacen asambleas numerosas, sino reuniones de una decena a una veintena de grandes empresarios lo primero que definen  son sus prioridades y cuánto les corresponderá en el reparto; después cuánto invertirán en los candidatos con posibilidades de triunfo y cuánto en los congresos para que les aprueben sus leyes, en las cortes de justicia, para que su seguridad jurídica funcione y así por el estilo. Solamente muy de vez en cuando un candidato convertido en Presidente de la República se les da vuelta o se les sale del carril, como pasó con Mel Zelaya.
   Por eso, mientras la oligarquía local está graníticamente unida y sabe que tiene que defender todo  aquello de lo que se ha apropiado: cementeras, energía eléctrica, fondos de pensiones públicas (pongan atención a INPREMA, INJUPEN y demás entes similares) medios de comunicación (radio, periódicos, televisión), empresas de telefonía móvil y demás negocios estratégicos de gran escala; los que deben tomar decisiones al interior de la Resistencia Hondureña se escupen, se gritan, se insultan y, finalmente, no se ponen de acuerdo en un nombre; todo porque pese a realizar marchas masivas o a que “Pueden/ cargar en hombros/ el féretro de una estrella. /Pueden destruir el aire como aves furiosas,/ nublar el sol. /Pero desconociendo sus tesoros/ entran y salen por espejos de sangre; /caminan y mueren despacio.” Mientras se los engulle en gigante de las siete leguas o el de la oligarquía local.
   Es un tesoro para el Partido de la Resistencia Nacional o para el Partido de la Resistencia Popular, como al final se lo llame, que haya surgido del Frente Nacional de Resistencia Popular, donde se aglutinan todas las organizaciones (y sus militantes, no siempre tomados en cuenta) que se opusieron al golpe de estado del 28 de junio de 2009.
   Es bueno porque, por una parte, la estructura organizativa de gremios y sindicatos puede conformar un brazo organizativo importante para los procesos electorales, en este momento   subutilizado hasta donde sabemos; pero la presencia de todas estas organizaciones aglutina cerca de medio millón de personas con empleo, pues estamos hablando de maestros, enfermeras, empleados de entidades autónomas del Ejecutivo, obreros de muchas sindicatos de empresas particulares, como el de la bebida y similares.
   Todas estas organizaciones manejan ya el uno por ciento de todas las planillas de ese medio millón de personas de las que estamos hablando; una masa salarial que si la calculamos a un promedio de dos salarios mínimos por persona empleada, simpatizante de la resistencia, suma, con cifras conservadoras, de 800 a mil millones de lempiras por año.
   Si todos los que nos opusimos al golpe de estado y deseamos realmente los cambios en Honduras, autorizamos que durante este y el otro año, nuestra organización sindical nos saque el 0.5 u otro 1% más para financiar la toma del poder político a través de la Resistencia Nacional, nada podrá evitarlo, excepto: “El miedo, la fuerza, la adulación, el error y  la ignorancia…

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