lunes, 15 de agosto de 2011

CIUDADES MODELOS DE MISERIAS MODELOS...............RODOLFO PASTOR

Rodolfo Pastor Fasquelle
No sé suficiente acerca del proyecto de ciudades modelos para apoyarlo u oponerme a él. Si el gobierno quiere apoyo de la ciudadanía, que publique la información pertinente. En principio, un nuevo enclave no luce atractivo, pero la lógica de que se puede hacer, en un territorio acotado, lo que no se puede con todo un país incluso pequeño como Honduras, tiene un sentido.
También es cierto que se ocupa atraer el capital de maneras novedosas. Pero no deja de ser un poco ridículo que los diputados canten el himno nacional luego de votar en forma casi unánime la reforma para concesionar ciudades modelos, en contra tantos cuestionamientos.. y al parecer sin tener ni siquiera una oferta de financiamiento para establecer ninguna. Y el gobierno de don Pepe Lobo tiene algunas cosas más esenciales e inmediatas en la agenda, que tiene que resolver antes de adelantar experimentos que parecen fantasiosos.
Algunos científicos (soy escéptico) dicen haber descubierto evidencia de que los seres humanos somos “mita y mita”-- liberales o conservadores, por inclinación genética temperamental, al riesgo o a la seguridad, a la filantropía o al egoísmo, y tendría sentido que lo fuéramos. Las sociedades y culturas ciertamente muestran inclinaciones al conservadurismo y al liberalismo, en los sentidos más amplios de esos términos, en distintas etapas de su historia. Y hay elementos de sentido común en esa “división” y alternancia.
Sin innovación, riesgo calculado, disposición a compartir y a cooperar en la competencia, ninguna sociedad puede avanzar. La sociedad se estanca por completo si neutraliza todo reto, instituye asignaciones fijas unívocamente desde el poder, rechaza toda clase de cambio y riesgo y pretende conservar inalteradas las técnicas y los procedimientos, las estructuras y las culturas inmóviles. De hecho pocas sociedades primitivas pudieran calificarse como modelos puros de conservadurismo radical.
Mientras que el cambio constante en las reglas del juego, la improvisación continuada sin correctivos, el reparto permanente y arbitrario de todos los excedentes son recetas para la anarquía, el derroche y la ineficiencia. Y tampoco hay muchos ejemplos de sociedades liberales en ese extremo, al menos no ejemplos de sociedades que prosperen… Ni uno ni otro extremo funciona. Ambos el conservadurismo y el liberalismo cumplen funciones cruciales en el desarrollo social.
Advierten y animan, alternativamente protegen y fomentan, etc. Las circunstancias cambiantes pueden exigir más de un tipo de comportamiento que del otro. Y estos deben por lo mismo combinarse.
Aunque en vez de una combinación, manifiesta muchas veces una esquitsofrenia patológica al respecto, y han triunfado en ella intermitentemente los aventureros y los retardatarios, la sociedad hondureña es proverbialmente conservadora, incluso timorata. Cojea del pie derecho y no solo la élite, desde hace siglos.

A diferencia por ejemplo de la sociedad salvadoreña o la nicaragüense, o para el caso, la tica, abierta a la innovación, comprometida con la modernidad. Este conservadurismo catracho ha sido parte de nuestro problema. Solo con el banano fuimos pioneros y luego con la maquila… nos tardamos 40 años para empezar a sembrar café…treinta para construir ferrocarriles que nunca pasaron de Pimienta y el Partido Liberal sigue existiendo aquí, medio siglo después que desapareció en casi todo el continente.
En Honduras todavía abundan los “anticomunistas” y aun hay “marxistas leninistas ortodoxos”, que siguen la línea soviética o la maoísta, veinte años después del colapso de la URSS y treinta luego del ascenso de Deng Xiaoping. Al menos hasta el momento del golpe y de la formación de la Resistencia, la cual no ha cambiado todas las cosas, ni menos para siempre, los hondureños han sido conservadores.
La Resistencia hereda, por fuerza esa tara, solo hay una historia, la tara heredada refleja incluso los peores defectos de su opositor…. Para bien y para mal, los resistentes no son hombres nuevos.
No deja de sorprenderme un poco por lo mismo la propuesta de las ciudades a la carta. Primero porque siendo novedosa reedita un patrón histórico reincidente y, luego porque la reacción pareciera ser la misma de hace un siglo ante la enclave naciente, por un lado de ingenuidad y entusiasmo desbordante y por otro de oposición prejuiciada e indignación quizás no completamente justificada.

Pero también me sorprende el planteamiento porque lo veo --no como una ocurrencia de último minuto si no--- como un reconocimiento claro, al menos parcial, de las dificultades profundas que atravesamos, del “fracaso del modelo” que también era el punto de partida del planteamiento de transformar de Mel Zelaya. Son los mismos empresarios y los políticos poderosos tradicionales quienes están confesando con esta novel ocurrencia que lo que tenemos no funciona. Esa confesión es positiva. Un común denominador.
Muchas de las reacciones me parecen absurdas, a veces nos oponemos porque alguien propuso. Es como si no razonáramos, si no que respondiéramos en función de imágenes y símbolos atávicos. Lempira confrontado con el arcabucero, la india virgen dormida que descubrió el voyeur de Colón, o por otro lado, la tendencia a idolatrar a lo extranjero, a los teules a los que convertimos en genuinas divinidades porque vienen dotados de mas bytes, la postración de “Viernes” ante Robinson Crusoe luego de escuchar el primer disparo de su escopeta, la compra generalizada de reliquias del manto de Jesús y astillas de la santa cruz que cimentó la fortuna de los primeros comerciantes levantinos en los treinta.
Podemos y solemos ser elocuentísimos en la respuesta perfectamente inconsecuente e ignorante. Y los más inocentes frente a cualquier embuste, los más creyentes frente a misterios no legitimados por ninguna iglesia, fanáticos de la calaguala que cura el cáncer y todos los demás males, creyentes en los chiflidos del duende que interpretan los custodios de una tradición milenaria, los vendedores de todo tipo de remedio mágico, tahúres con acento portugués, falsos médicos y consumidores de las baratijas ideológicas del demagógo o de los abracadabras jurídicos que nos paralizan.
Así se han frustrado en el pasado decenas de proyectos valiosos, como el de represar el río fronterizo con El Salvador, que hubiera traído importantes beneficios a muchos a largo plazo, y empleo, “porque se iban a beneficiar también los salvadoreños” y seguramente más, porque son más hábiles!!
A otros amigos les comentaba, estamos además tan necesitados de ilusiones, tan hambrientos de magia, que cada gobierno que viene trae aparejado o en el camino proclama alguna panacea. Según liberales y conservadores decimonónicos, el canal interoceánico y luego ferrocarril nos iba a redimir, y después las leyes de reforma y la inversión minera en tiempos de M.A. Soto que, por supuesto, no cometió todos los pecados de que lo acusan diablos y sacristanes, Matías y J. Moran.
En nuestro tiempo, las dictaduras militares nos vendieron la salvación de la reforma agraria y el modelo de sustitución de importaciones. Recuerdo entre los que he visto de cerca, a Callejas con sus aperturas y ajustes y leyes de “modernización agrícola” que contradecían la reforma agraria y dieron pie a los relajos de hoy con las tierras dotadas y luego vendidas. En tiempos de Carlos Roberto Reina (a Quien Dios tenga en Paz), recuerdo el día que se nos invito enérgicamente a escuchar el proyecto que entonces andaba vendiendo “El Tío” Miguel , titulado “El Gran Proyecto de Transformación Nacional” cuyo hierofante era Abraham Benaton Ramos, el único castigado del Bananagate. Algo semejante se quiso hacer, de una manera más consensuada con el proyecto de Plan de Nación que quizás fue el que aborto al gobierno de Mel Zelaya.
Por otro lado el concepto de que la soberanía es algo que se decreta y se defiende con gritos y pancartas no deja de ser un poco tonto. Más que un precepto legal, soberanía es control efectivo del territorio, es algo que se consigue con el desarrollo y la protección de los recursos. Honduras no tiene hoy soberanía (es mentira) sobre la desembocadura del Sico Paulaya, porque como bien dice Lobo, “ahí no hay nada”, fuera de asentamientos temporales. No hay agua ni energía.
No hay vías de comunicación. Y la margen derecha del río, Zona de amortiguamiento de la Biosfera del Plátano, es tierra de forajidos e invasores. Nada está ahí asegurado fuera del tráfico libre de la cocaína que las lanchas rápidas tiran al mar frente a las playas para que flote a la orilla, en donde la recogen y entregan los “pescadores”. El Oriente (lo sabemos hace tiempo) necesita para establecer una genuina jurisdicción, de administración autónoma.
A simple vista, si se formulara sin ingenuidades, con inteligencia histórica y capacidad técnica, el proyecto de una ciudad modelo o un par de ellas en ambas costas pudieran servirnos para varias cosas: para conectarnos con el desarrollo mundial futuro, para el que estamos muy pobremente preparados, para aprovechar nuestra ventaja geoestratégica, de puente, para desarrollar áreas postergadas con una visión moderna y establecer así, aunque sea interposito un tiempo, una soberanía real en lugar de su ficción jurídica.
Pero, sobre todo, para generar inversión de capital que no tenemos y para crear, de esa manera empleos, que necesitamos urgentemente en esta coyuntura de la transición demográfica, vinculada a la migración desbocada y a muchos de nuestros problemas sociales: la delincuencia común, las presiones, etc. Uno puede oponerse en principio a los abusos potenciales y tratar de prevenirlos. Pero lo que no podemos como sociedad es renunciar de antemano, por prejuicios y por atavismos a buscar y diseñar soluciones para los jóvenes que no tienen ni podrán encontrar empleo en la economía actual.
Y no puede nadie rasgarse las vestiduras porque se haga una concesión de un recurso que no está sirviendo para nada a quien va a invertir en él. Ya pagarán impuestos un día.
Pero tenemos que hacer esto como una sociedad democrática, con un consenso que se puede lograr, garantizando los derechos y libertades de quienes quedaran ligados a esos nuevos espacios. Se puede empezar a tomar las medidas de ley secundaria necesarias para el proyecto. Pero no queda más remedio que emprender un largo camino de consensuar.

Y eso nos remite al problema político de este país, al prioritario que a ratos pareciera que se quiere ocultar con una cortina de humo o soslayar con estos entretenimientos. Los dignatarios del Congreso aseguran (bajo el iluminado liderazgo de Juan O) que todo ahí se está “socializando ampliamente” y no es cierto, ni puede ser en la actualidad. Se necesita primero reconocer a la oposición política, de modo que pueda organizarse y luego emprender el diálogo hacia un pacto social, para solventar contradicciones mediante el dialogo racional.
Pepe Lobo y los proponentes de las ciudades modelos deben saber que estos proyectos no son panaceas, tienen potenciales importantes pero es preciso divulgar en detalle la propuesta y sobre todo resolver la contradicción principal. Deben resolver primero la contradicción principal. Y a la Resistencia, que es mi auditorio natural, le pediría, no le tengamos miedo al futuro, a la novedad o innovación, el cambio es nuestra bandera al fin y al cabo, no nos pongamos la camisa de fuerza de otra retórica formalista.
Estudiemos las propuestas como comunidad política responsable. Pensando en las necesidades de todos, en el presente y a futuro. Dispongámonos al diálogo, a escuchar de verdad, a exigir correctivos. Y a ensayar posibilidades, tengan o no antecedentes, analogías, a inventar quizás algo nuevo. Hace falta. Sin renunciar a nada esencial. Se lo debemos a la gente y a la posteridad.

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