La marcó un momento traumático de su vida, el que teme vuelva a repetirse. Pasó cuando solo era una niña de doce años y cursaba el sexto año en el popular Instituto Mixto Hibueras, ubicado en los alrededores de los bulliciosos y aglomerados mercados de Comayagüela.
Cada vez que salía un hombre de alrededor de los 40 años la esperaba junto a su grupo de amigas en una de las esquinas de la parte de atrás del colegio.
A la hora de salida de la jornada de clases era más que puntual y su único propósito era verlas pasar y decirles obscenidades que muchas de ellas ni siquiera entendían, “éramos solo unas niñas, sin maldad, era horrible tener que escuchar todo eso, te denigra y te insulta, te hace sentir sucia”, dijo en entrevista con Criterio.hn.
Un día, Marilia salió de clases y está vez iba sola, olvidó cambiar de calle como a veces lo hacía para evitar encontrarse al acosador que la atormentaba, cuando se lo encontró este aprovechó para tocarla y salió corriendo. Confundida y sintiéndose muy mal, regresó llorando a su casa y le contó lo sucedido a su madre.
Su mamá hizo un espacio en el negocio, una pulpería, para poder acompañarla. El desconocido no volvió a aparecer, pero el trauma que dejó en Marilia sigue latente, revive ese momento cuando sale a la calle, sobre todo cuando camina sola, su actitud es de temor, pero también se siente a la defensiva, ahora se define como una mujer fuerte, sin embargo, eso la afectó mucho más durante su adolescencia.
Marilia lamenta que como ella tantas niñas y mujeres sufran a diario del acoso callejero. En efecto, el acoso callejero está incrustado en la sociedad hondureña, hasta el punto de haberse “normalizado”, siendo un tipo de violencia que denigra, lástima, agrede, intimida y afecta a niñas y mujeres en mayor medida, aunque también lo han sufrido algunos hombres.
La mujeres se sienten intimidadas ante el asedio y abuso de los hombres en las calles y sitios públicos.
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¿QUÉ ES EL ACOSO CALLEJERO?
El acoso callejero ocurre en cualquier lugar público, casi siempre por parte de un desconocido, es cualquier acto no deseado que tiene una connotación sexual, como ser comentarios, silbidos, manoseos y otras acciones con el cuerpo normalmente hacia una mujer y personas de la diversidad sexual.
Cuando este se da en un lugar cerrado pero público, como ser un centro comercial, se espera que los encargados de la administración de ese sitio se encarguen de garantizar un trato respetuoso para los visitantes, debe haber reglamentos y mecanismos de sanción contra los acosadores ya sean parte del personal o visitantes, pero en Honduras esto no ocurre.
Helen Ocampo, coordinadora e investigadora del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), comentó a Criterio.hn que se ha justificado el acoso callejero por la manera en que visten las mujeres, pero realmente eso no importa porque siempre son víctimas por más cubiertas que puedan andar.
Lo importante -resaltó Ocampo-, es dejar claro que existe una cultura patriarcal y machista que ha normalizado el acto de decir comentarios no solicitados y obscenidades, las que se terminan asumiendo como si hay derecho de opinar sobre nosotras y nuestros cuerpos.
La forma de vestir no es un determinante para que exista o no acoso callejero, pero se toma en cuenta que el acoso limita a las mujeres en su manera y libertad de expresarse.
Mujeres entrevistadas por Criterio.hn, coinciden que evitan vestirse de forma provocativa o usar ropa muy femenina para, al menos, controlar que las toquen, optan por los pantalones, pero están de acuerdo en que no importa cómo luzcan, porque eso tampoco detiene el acoso.
Las mujeres que conversaron con este medio digital brindaron algunas experiencias y su punto de vista relacionado al acoso sexual. En cuanto escuchó el tema, la nutricionista Leonela Martínez, comentó molesta que el acoso callejero te da una sensación de impotencia y cólera.
“Cuando se expresan de tu cuerpo te sentís abusada, es terrible”, expresó y aprovechó para recomendar que se haga conciencia en los hombres de comunidades y de los territorios, en especial cuando todavía son niños para provocar un cambio.
La feminista Helen Ocampo dice que la mayoría de las niñas, adolescentes y mujeres cuando deben salir a la calle, sin importar como se vean, piensan que el acoso es algo con lo que se encontrarán.
Esto provoca salir a la calle con distintas reacciones, ya predispuestas, a veces con miedo o con una actitud a la defensiva, como si estuvieran conscientes que no podrán evitar el acoso, solo con la esperanza de “sufrirlo menos” si no utilizan prendas demasiado “destapadas”.
El problema es que somos parte de una sociedad que asume que somos un objeto para el consumo de los hombres. Existe la idea equivocada, por ejemplo, que si una niña o mujer utiliza falda corta es con la intención de coquetear o para que la miren.
“Nos ponemos falda corta porque nos da la gana, porque queremos hacerlo y podemos hacerlo”, argumentó Ocampo al tiempo que condenó que se piense que las mujeres ansían ser vistas y que por ese motivo usan determinadas prendas.
La mayor parte de los agresores saben que los comentarios que hacen no son bien recibidos, pero lo justifican como un “simple” piropo siendo en realidad una ofensa, obviamente desagradable.
Leonela sostuvo que, “debería haber multas e incluso cumplir penas con cárcel, porque el acoso callejero da asco y violenta la integridad psicológica de la niña o la mujer”.
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¡NO NORMALICEMOS EL ACOSO!
“Si pudiera defenderme de alguna forma lo haría, porque al menos yo salgo a la defensiva, el acoso es una falta de respeto, que te mencionen tus partes íntimas es ofensivo, hay momentos que soy como retadora y no me dejo, pero a veces sentís que es mejor ignorar porque no sabés qué loco sea, pero sin duda esto debe ser controlado y castigado”, así reaccionó a la pregunta Fernanda Ochoa, una estudiante de secundaria.
Lo anterior deja claro que, en efecto, el acoso callejero es violencia que crea inseguridades. Hay distintas formas de acosar, por lo que “normalizar” el acoso es sumamente peligroso porque va en escalas, pasando por silbidos, miradas lascivas y comentarios, al manoseo de una parte del cuerpo e, incluso, llegar hasta la violación sexual.
Ocampo apuntó que, dentro de la familia, en los espacios educativos y de trabajo deben mantenerse y hacerse cumplir las políticas y protocolos de cero tolerancia al acoso.
“En el hogar, debería ser intolerable que un padre o madre le enseñe o le permite a su hijo varón cometer acoso”, dijo.
Cada persona debería hacer su parte para cambiar está realidad. La educación y concientización es parte sumamente importante, además las mujeres no deberían tener obstáculos para denunciar y que se tomen las acciones pertinentes para castigar el acoso.
Para combatirlo es obligatorio hacer esfuerzos para garantizar la justicia a las niñas y las mujeres, tomando en cuenta que el acoso no está contemplado dentro de la legislación, debiendo agregarse para definir mecanismos claros y eficientes a cumplir.
Por otro lado, la conducta que toman los acosadores es intentar minimizar el acoso manifestando que las mujeres que se defienden son poco tolerantes, “delicadas”, no aceptan “halagos” o “se creen mucho”, lo que hace pensar que estamos a años luz de cambiar esa mentalidad machista.
Es real que toda la sociedad hondureña y de Latinoamérica está permeadas por el machismo y la violencia contra la mujer. Por eso, Ocampo estimó que la lucha es muy larga y, aunque hay algunos cambios, estamos muy lejos de eliminar el acoso callejero y otros tipos de acoso, mucho menos cuando los actores de la sociedad no asumen su papel.
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COMPROMISO DEL ESTADO Y LEY CONTRA LA VIOLENCIA
Durante la legislatura anterior del Congreso Nacional, se presentó una propuesta, más no una ley contra el acoso por parte de una diputada, aun así, está ni siquiera entró a discusión en el pleno del legislativo.
En 2019, cuando Doris Gutiérrez era diputada, presentó una iniciativa encaminada a combatir el acoso sexual callejero y otro tipo de agresiones contra las mujeres. En ese entonces, manifestó su preocupación por la violencia contra las mujeres en los distintos campos donde se desarrollan, pero temía que el proyecto fuera visto de menos por las actitudes machistas en el legislativo.
Actualmente el Centro de Derechos de la Mujer (CDM) en conjunto con otros movimientos feministas elaboraron un proyecto de Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres, resultado de cuatro años de trabajo y presentado a la presidenta Xiomara Castro, y que, en efecto, esperan se convierta en una ley.
El propósito de esta ley es obligar al Estado a evitar que sucedan hechos de violencia contra las mujeres, entre estas se destaca el cumplimiento de los protocolos de atención integral contra las víctimas de violencia en la recepción de denuncias, imposición de medidas de seguridad, detención y derivación del imputado a las instancias correspondientes.
Además, integrar otros tipos de violencia que no se reconocen en Honduras, como ser la violencia ginecoobstétrica, ciber acoso, violencia política y el acoso callejero.
La licenciada en Finanzas, Karla Mejía, quien también ofreció su punto de vista a este medio digital, resaltó que muchas personas desestiman el acto del acoso callejero, porque aseguran que de todos modos proviene de un desconocido y “no pasará a más”.
“Esto es un hecho en universidades, medios de transporte y otros espacios que uno visita, eso no permite que la persona transite por un lugar con la libertad de no ser violentada”, argumentó Karla
La postura de la directora de Acción Joven y coordinadora de GEPAE, Jinna Rosales, en conversación con Criterio.hn es que este tipo de violencia agrede a las mujeres, pero se normaliza en Honduras y países donde la calidad de educación es pésima y no existe una educación sexual integral acerca de los derechos de las mujeres.
“Una mujer que ignora sus derechos, lo permite y lo normaliza, comete un grave error, es ridículo tener que tolerar que un hombre me toque la nalga”, recriminó con contundencia Rosales, al tiempo que señaló que no es en absoluto saludable tener que lidiar con la delincuencia y a la vez con los insultos y ofensas de la falta de respeto de muchos hombres.
A tal grado de indignación y temor
llegan algunas mujeres que se ven obligadas a llevar consigo un gas
pimienta o un dispositivo de toques eléctricos para defenderse de los
acosadores.
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EL ACOSO ES UN PROBLEMA ESTRUCTURAL
Para Yessica Trinidad, directora de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras (RNDDH), el acoso es un problema estructural, un delito que debería ser severamente penado por el Estado de Honduras.
Pero incluso existen medios de comunicación que dan un abordaje equivocado de los temas y casos relacionados al acoso, desde ahí procede también la desinformación y “normalización” de un delito como el acoso o el abuso sexual.
“Mientras el Estado no dé pasos determinantes ni tenga ninguna voluntad para disminuir la brecha de desigualdad que hay entre hombres y mujeres, cambiar los patrones de la violencia contra las mujeres será muy difícil”, razonó la defensora de las mujeres.
En conclusión, las mujeres están hartas y están de acuerdo que lo soportan más que nadie, cada día, por el simple hecho de ser mujeres, por eso saben qué significa sufrir acoso en las calles y en otros espacios públicos.
Trinidad fue firme al apuntar que, mientras tanto, la mayoría de los hombres viven cómodos, al menos con la serenidad de saber que no serán acosados y perseguidos por mujeres, porque eso no pasa.
Eso demuestra que quizá por eso una parte de los hombres se sienten con derecho a cometer la agresión del acoso y hace pensar que no ser acosada podría tratarse incluso hasta de un privilegio.
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