En los últimos días es evidente un
comportamiento infame del régimen impostor que envía señales de
venganza, en medio de la pandemia generada por el Covid-19 en Honduras.
La destrucción del vehículo utilizado
para el parlanteo de actividades de resistencia cívica en la capital fue
un mensaje de ese tipo. El ultraje físico contra el médico que
interpretó públicamente los signos de alcoholemia del dictador fue otro
mensaje de esa estirpe. Igualmente, los intentos masivos de destrucción
del viral grafiti en Suyapa, y la persecución de los pintores rebeldes.
Hay otros ejemplos en distintos puntos
del país, que confirman la tercera fase del fascismo local amparado en
el nuevo código de la impunidad, ese instrumento que busca cortarle la
garganta a los librepensadores, a las artistas, y a toda persona natural
o jurídica que represente un obstáculo para las mafias.
Las tres fases de este proceso de
maduración golpista neoliberal han sido bien pensadas para emular el
camino recorrido por Tiburcio Carías, responsable de la fórmula perversa
del “encierro, destierro, entierro” hasta 1949. Aquella no fue una
línea contra delincuentes, fue un plan macabro para deshacerse de la
oposición social y política, que les duró 19 años.
En nuestra era, todo empezó en 2013 al
amparo de una diarrea de leyes habilitantes de negocios que otorgaron a
Juan Orlando Hernández el embuste de amenazar. “Haré lo que tenga que
hacer, para devolverle la paz a Honduras”. La paz nunca llegó. Lo que
sobrevino fue la incertidumbre, el fraude y más violencias promovidas
por el Estado, hasta la absoluta corrupción durante la pandemia.
Haré lo que tenga que hacer ha
significado muchas cárceles costosisimas para los adversarios políticos,
los defensores del medio ambiente, el campesinado que cultiva la tierra
y las juventudes que se expresan de diversas formas en todo el país.
Esa frase es la primera fase del plan
que dio poder a los militares golpistas, a las iglesias
fundamentalistas, a los medios de desinformación y a los aliados con
poder en las sombras.
La segunda frase de la segunda fase, fue
el ataque en 2017: “¿Quién dijo miedo? Como quieran quiero y cómo se
pongan, puedo”. Un mensaje que ha tenido tres connotaciones en el
transcurso de los últimos dos años y medio, hasta llegar a esta semana.
La primera significación vulgar de este
código en el mundo semental es que un macho cabrío va por los campos sin
frenar el instinto, penetrando las cercas del vecindario sin
limitaciones ni control. Y eso es, sin duda, una oda al pecado, una
herejía, además de una declaración de violaciones.
La segunda connotación de esa frase es
que la dictadura ve todo acto de oposición moral como una amenaza a no
tenerle miedo. Igual que en 1980, liberales y nacionalistas apuntaron
contra el CCOP, el Comité Visitación Padilla, el Codeh y otras
organizaciones de hombres y mujeres comprometidos, y atacaron sin miedo
con Álvarez Martínez y su 3-16. Desaparecieron y mataron bajo ese mismo
discurso fascista que crea enemigos para luego cazarlos.
“Como quieran quiero y cómo se pongan,
puedo” es una frase básica del submundo social e inclusive del hampa,
que, en la boca de una persona respaldada por una estructura militar de
poder sin reglas, y de una estructura de activistas plenos de
intolerancia a nivel nacional, era un ataque a la alianza política y
social de 2017. Y fue una sentencia para legitimar el violento
continuismo por la vía del fraude y por la vía de la violencia.
Hoy, en agosto 2020, entramos a la
tercera fase fascistoide precisamente en la víspera de la segunda ola de
contagios que vendrá pronto con la apertura de las ciudades y del
proceso electoral. La tercera fase tiene una tercera frase: “el que la
hace, la paga”. Y aquí no caben dudas, es la fase de la venganza.
Si bien es cierto, la frase fue lanzada a
lo pícaro, al vacío de los funcionarios corruptos del régimen que roban
el dinero destinado a evitar el contagio y las muertes, la intención de
la venganza no es hacia adentro de su redil sino hacia el vecindario
que comenzó a salir del encierro de cinco meses, con un discurso fuerte
hacia los mafiosos: ¿dónde está el dinero?
“El que la hace la paga” no sólo es el
título de una canción vindicativa de Joan Sebastian en son norteño. Es
la tercera fase de la dictadura hondureña, que tiene como antecedentes
la amenaza de hacer lo que sea no importa lo que sea, y no importa la
posición de suplicio que deseen sus oponentes.
“Vas a llorar por lo que has hecho/ Y no
lo digo por despecho/ ¡Vas a sufrir por lo que hiciste! / Te reíste de
mí, ¿cuál era el chiste / El que ríe por último ríe mejor/ Tú escupiste
para el cielo/ No me vuelvas a tomar el pelo/ El que la hace la paga!”.
Esos son algunos de los versos
pendencieros de la citada canción que el dictador hondureño lanzó hacia
las juventudes que pintaron el puente del boulevard Suyapa, para
reclamar el robo del dinero que debió ser utilizado para los hospitales y
centros de salud. Y por haberse reído de la torpeza de Tito y las
estupideces del aceite quemado y la arena sobre el puente.
Es una frase que representa el
comportamiento de una estructura política y económica que tiene
prácticamente todo a su favor, el poder coercitivo del Estado y de su
aparato ideológico, pero que no tiene el control del actor más
importante: el pueblo.
El pueblo no son los activistas
nacionalistas asalariados de Vida Mejor ni son los activistas liberales
impulsores de la segunda vuelta para volver a juntar sus bases dispersas
tras el golpe de 2009. El pueblo es ese porcentaje robusto que
sobrepasa el 50% de la población que no admite ser herrada ni venteada
por ninguna fuerza de la dictadura.
El pueblo no quiere al dictador, y este
es un hecho irrefutable. No se trata de un sector “mancha paredes” como
le gusta señalar al cardenal nacionalista Oscar Maradiaga ni de
“vándalos” como le encanta adjetivar al pastor Ebal Díaz. Esas personas
son el brazo cívico del pueblo que viraliza sus acciones en un acto de
santa rebeldía y de pleno ejercicio del derecho humano a la libertad de
expresión.
La cantidad de personas que en una
semana ha visto y reproducido en redes sociales la frase ¿dónde está el
dinero? rebasa absolutamente las audiencias cautivas de los antiguos
canales de televisión atenazados por el poder.
Pero en este contexto el aviso de
venganza es igualmente irrefutable. “El que la hace la paga”. Los 4
líderes garífunas que defendían con sus vidas los límites del territorio
caribe amenazado por los mafiosos pagan con su desaparición forzada
hasta nuestros días. El doctor Girón pagó con torturas haber
diagnosticado en público una enfermedad insidiosa que sufre el poder. Y
los grafiteros sufren la persecución de las fuerzas armadas pretorianas
que están coléricas porque el pueblo se ríe contra los corruptos.
El pueblo es tremendamente creativo. No
hay dictadura que haya vencido al pueblo en este planeta. Ninguna.
Ningún dictador quedó dentro de la historia, excepto como asesino o
ladrón. Por eso veremos bien pronto esa misma canción cantada de otro
modo:
“Vas a llorar por lo que has hecho/ Y no
lo digo por despecho/ ¡Vas a sufrir por lo que hiciste! / Te reíste de
mí, ¿cuál era el chiste / El que ríe por último ríe mejor/ Tú escupiste
para el cielo/ No me vuelvas a tomar el pelo/ El que la hace la paga!”.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 15 de agosto de 2020
https://www.defensoresenlinea.com/el-que-la-hace-la-paga/
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