Publicada en Criterio.hn / Mayo 26,2020
Por: Juan Almendares Bonilla
La primera reflexión que se hace en el
marco de esta pandemia es porque desde hace un siglo después de la mal
llamada la gripe española en 1918, en pleno siglo XXI no se haya
producido una tecnología que supere la distancia social, se ha viajado a
marte, se han construido las bombas más destructivas de la humanidad
(Proyecto Manhattan) y el proyecto del genoma humano.
Sin embargo, no aprendimos algunas
lecciones del fenómeno de 1918, en el cual se demostró que cuando las
personas tenían más exposición a la luz solar y al aire libre, la
mortalidad disminuía en forma sustancial.
La segunda reflexión, ¿Por qué
seguimos utilizando la metáfora de la guerra y de la inteligencia
militar, en el enfoque inmunológico y el manejo epidemiológico de la
pandemia? por ejemplo, lo glóbulos blancos son el brazo armado que
combate la infección con la ayuda de las células asesinas (Killer
Cells).
De igual manera, considerar el agente
causal de este fenómeno mortal, exclusivamente a un virus sin considerar
que la realidad humana social y ecológica no es igualmente universal si
no por el contrario, se considera que el modelo económico capitalista
es desigual y es hegemónico para los países centrales e injusto para las
naciones dependientes. En este sentido un virus que no es un ser vivo,
necesita de las células de otro ser para reproducirse y multiplicarse.
En consecuencia, se le atribuyen propiedades más poderosas que los
regímenes capitalistas.
Al analizar este fenómeno mortal, tenemos que considerar otras pandemias previas:
Los sistemas hegemónicos capitalistas
privilegian la salud del cuerpo económico en menoscabo de la sanidad del
cuerpo humano y ecológico. A partir de los años 70 y 80 se consolidó el
neoliberalismo con el golpe de Pinochet en Chile. En este modelo se
privilegió el militarismo con menoscabo de la salud y educación en
América Latina, lo cual generó la privatización de estos dos
componentes; lo que significa que los desempleados, los pobres y la
clase trabajadora tenían que pagar los servicios de salud y de
educación; sumado a esto la precarización de la vida, la explotación
humana y en consecuencia en nuestros países se causó la multienfermedad.
Las políticas de seguridad alimentaria
promovieron el consumo mayor de carbohidratos (azucares) modificaron
genéticamente el maíz (M. transgénico) produjeron una pandemia de
obesidad, diabetes e hipertensión arterial y se incrementó la
explotación y la desigualdad social, sumado al proceso capitalista por
desposesión, las transnacionales invadieron las comunidades con el
extractivismo minero, encarcelaron y contaminaron las aguas, suelos,
aires, causaron desnutrición, intoxicación por metales pesado y
plaguicidas, contribuyendo al cáncer y a las enfermedades autoinmunes
que afectaron profundamente la inmunidad para resistir los agentes
infecciosos, de esta manera la malaria, dengue y el hambre tuvieron
consecuencias desastrosas.
Para contener los movimientos de la
protesta social se utilizaron el terrorismo de Estado, la
criminalización de la protesta y se desarrollaron las doctrinas de la
seguridad nacional, causando trauma, terror, tortura y el
encarcelamiento masivo y migración forzada.
La salud pública se convirtió en
mercancía y dejó de ser gratuita y con alto grado de precarización, esta
mercancía fue valiosa para el complejo militar, industrial y
farmacéutico multinacional.
La corrupción se convirtió en un
fenómeno post mortem, es decir, las políticas del Estado eran corruptas,
pero el fenómeno se manifestó después de ser ejecutadas, por ejemplo,
las leyes mineras, el manejo del bosque y las aguas fueron nefastas y en
favor de los intereses transnacionales.
Las directrices de esta pandemia han
sido dadas por las grandes potencias y se plantean como una guerra
contra un virus y en ningún momento se tomó la opinión de los pueblos o
los sectores afectados, se ha manipulado a través de la idea que son los
expertos, técnicos y científicos lo que deciden. Al respecto
consideramos que no puede haber una ciencia sin conciencia y expertos
sin ética. El modelo científico “positivista” considera que la ciencia
es neutra y hace un lado los valores. De tal manera que se piensa más en
el valor de cambio que en el valor de uso, es decir en la tasa de
ganancia que en la ética que tiene en fundamento el respeto a la
dignidad y a la vida humana.
Las principales cadenas mediáticas
multinacionales han seguido las directrices del quédese en su casa,
mantenga la distancia social como los principios fundamentales para
aplanar las curvas exponenciales de la muerte en esta pandemia. Esta
disposición hace caso omiso a la desigualdad social y se centra en el
individuo y no en la justicia social.
Si profundizamos en el análisis, nos
damos cuenta que en el caso de Honduras el 80% de los hondureños son
pobres, tenemos un déficit de más de 100 mil viviendas y los que tienen
su casita viven prácticamente hacinados de tal forma que no pueden
permanecer en casa más de un día porque de lo contrario no comen y sus
hijos pueden morir, por lo tanto, tienen que desplazarse y como estamos
en un régimen represivo y un Estado de excepción; si rompen esta regla
son encarcelados o bien expuesto a gases lacrimógenos que no solamente
hacen llorar si no que matan porque dañan los pulmones y los exponen al
daño viral.
En los sectores no empobrecidos, al
quedarse en casa se aumentó el consumo de
tabaco, alcohol,
psicofármacos, violencia intrafamiliar y la vida sedentaria la cual
puede contribuir a la formación de trombosis, embolias, infartos
cerebrales y cardíacos; también la falta de sol produce carencia de
vitamina D3.
La información mediática tóxica genera
pánico, terror depresión, soledad, estrés, insomnio, elevación de la
tasa de suicidio y disminución de la inmunidad que puede ser peor que
el coronavirus, COVID 19.
La alimentación fue más empobrecida
con el cierre de los mercados populares y las ventas públicas, por el
contrario, se produjo la apertura de supermercados controlados por
Walmart y otras empresas a los cuales no tienen acceso los pobres.
No ha sido posible establecer
criterios terapéuticos científicamente garantizados aun en los países
con mayor desarrollo tecnológico como también no está completamente
garantizado que la totalidad de la muerte sean causadas por el
coronavirus a patologías previas.
En nuestro caso el gobierno no ha dado
subsidios a los pobres y microempresas durante las cuarentenas y el
Estado se ha endeudado progresivamente en miles de millones de dólares
cuya inversión no ha garantizado la contratación de más de 10 mil
médicos, microbiólogos, enfermeras y personal de salud desempleados, no
han sido contratados mi garantizado el sistema de bioseguridad para el
personal de salud; existe una profunda crisis en el sistema de salud y
la Presidenta del Colegio Médico, la Dra.
Suyapa Figueroa y la directiva
ha tenido una posición ética y defensora de una salud pública,
gratuita. Se suma a lo anterior un alto grado de corrupción denunciada
por las iglesias, la empresa privada y por más de 300 mil trabajadores
despedidos.
Todo lo anterior nos indica que el
pretexto de esta pandemia que es consecuencia del modelo neoliberal y
del pésimo sistema de salud que tienen aún los países más desarrollados
por dar prioridad a las armas y no a la educación y salud.
Es urgente que repensemos en forma
crítica y constructiva la necesidad de una participación integral del
pueblo porque la situación que queda, Honduras va ser peor que la
pandemia actual porque vamos a tener un país endeudado en una profunda
crisis política donde el privilegio lo tienen los militares y las clases
poderosas que han sumido nuestro país en una profunda crisis que no es
causada por un virus, si no por el veneno del capitalismo neoliberal.
Tegucigalpa 26 de mayo de 2020
https://criterio.hn/pandemia-del-panico/
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miércoles, 27 de mayo de 2020
Honduras: Pandemia del pánico // Otras informaciones en Criterio.hn
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