Octubre 31,2018 / Criterio.hn / Por: Víctor Meza
Aunque algunos, como el ministro de propaganda nazi Joseph
Goebbels, estaban convencidos que una mentira, si es repetida mil veces,
acaba convirtiéndose en verdad. Dudosa verdad, sin duda. La historia
trágica del propio Goebbels y el desastroso final del régimen hitleriano
así lo demostraron.
La
sabiduría popular, siempre más profunda y certera de lo que muchos
creemos, acierta muy bien cuando sentencia: en boca del mentiroso, la
verdad se hace dudosa… La mentira genera desconfianza e incredulidad a
posteriori. El mentiroso, pillado en su patraña, queda desnudo en la
plaza, a la vista de todos y en medio de la desconfianza general.
Algo
así es lo que les sucede a los voceros de la propaganda oficial.
De
tanto repetir las mentiras edulcoradas del régimen, acaban
convirtiéndose en lamentables mitómanos. Tan lamentables, que algunos
hasta llegan a creer en sus propias mentiras. Son patéticos, como lo ha
podido comprobar la población al ver el torpe y descarado manoseo que
han hecho del fenómeno de la emigración masiva que ha ocupado la
atención pública, nacional y extranjera, en los últimos días. Enredado
en sus propias mentiras, el gobierno ha quedado atrapado en una trampa
destinada para otros. Cazador cazado.
La
burda manipulación de las cifras y la descarada utilización de
activistas para simular retornos masivos, tan imposibles como ilusorios,
han puesto al régimen en un merecido aprieto. La caravana inicial,
compuesta al principio por unos cuantos centenares de compatriotas, se
ha convertido en un verdadero alud migratorio, adoptando ribetes
bíblicos de éxodo masivo. La ola migratoria, la “amenaza de reconquista
que viene desde el sur”, vaticinada casi con pánico en la obra del
profesor de la Universidad de Harvard University, Samuel Huntington, en
su conocido libro
“El choque de civilizaciones”, parece ir en aumento.
Las fronteras se vuelven porosas para permitir el paso de los nuevos
peregrinos de la globalización distorsionada. Los límites geográficos
parecen ser de gelatina y los puntos de control cada vez controlan
menos.
Y ante
una avalancha semejante, ¿qué pueden hacer las mentiras oficiales para
negar una realidad tan evidente? Nada, no pueden hacer nada, como no sea
agregar una cuota de cinismo a la tragedia humana. El sainete y el
drama.
Empeñados
en falsear los hechos, los voceros gubernamentales se contradicen entre
sí y, sin quererlo, se desmienten unos a otros; ni siquiera dan la
impresión de haberse puesto de acuerdo para concertar cifras
equivalentes, parecidas y creíbles. A la confusión de los números, hay
que sumar ahora la confusión de las argucias utilizadas para explicar
supuestamente las causas del fenómeno migratorio. Mientras unos dicen
que es la obra diabólica de unos cuantos agitadores de oficio criollos,
otros aseguran, sin que se les contraiga un tan solo músculo facial, que
el éxodo es el resultado de una conspiración foránea organizada por
Venezuela… ¡Válgame Dios!
¿A
quién creen que van a convencer con semejantes patrañas? ¿Es que acaso
sus facultades de imaginación y creatividad son tan minúsculas o acaso
inexistentes? ¿Creen que la comunidad internacional, especialmente la
que coopera con Honduras y cuenta con sobrados representantes en el
país, aceptará como válidas y ciertas semejantes explicaciones? Por
supuesto que no, no creo que sean tan ingenuos.
Si
el Estado hondureño ya ha sido considerado en informes internacionales
como uno degradado e institucionalmente disminuido, hay razones para
pensar que ahora lo perciben como uno a punto de volverse fallido. Entre
otras consideraciones, un Estado es considerado fallido cuando empieza a
convertirse en una amenaza involuntaria para la seguridad regional e
internacional, cuando disminuye su capacidad de positivo control sobre
la población y se vuelve incapaz de proporcionar los mínimos servicios
básicos que la gente necesita. Un Estado fracasa cuando no puede
procesar de manera democrática la conflictividad político-electoral,
económica y social, cuando carece de la gobernabilidad necesaria para
asegurar una gestión normal y democrática en su territorio.
Ya
es hora de preguntarnos si seguimos siendo solo un Estado degradado o
si estamos a punto de convertirnos en uno de carácter fallido…
Respondamos a este interrogante y, al hacerlo, evitemos la mentira
porque, como se dijo al inicio, ésta tiene piernas cortas, muy cortas…
https://criterio.hn/2018/10/31/la-mentira/
No hay comentarios :
Publicar un comentario