Diciembre 8,2017 Redacción Criterio.hn
Por: Hugo Noé Pino
El
miércoles 22 de noviembre,un amigo de El Salvador me preguntaba por qué
tantos ciudadanos desconfiaban del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Le
respondí que el TSE está controlado por el partido de gobierno, que
tiene una reputación bien ganada de especialista en elecciones “estilo
Honduras”. Posteriormente pasé a relatarle una serie de hechos de
naturaleza electoral que presagiaban la crisis política ahora observada.
El primero de los hechos fue la oposición del Partido Nacional (PN), el
partido oficialista, a las reformas electorales con las que se había
comprometido durante el proceso electoral de 2013. Entre dichas reformas
electorales estaban, la realización de una segunda vuelta en caso de
que ninguno de los candidatos presidenciales lograra mayoría (50% de los
votantes), el cambio en la composición de los magistrados ante el TSE
en función de la nueva correlación política del país y, finalmente, la
depuración del censo electoral. Ninguna de estas reformas fue aprobada, y
esto posibilitó al candidato del PN el control férreo del proceso
electoral.
Simultáneamente,
el candidato Hernández, desde su ventajosa condición de Presidente del
país y con alevosía, nombró nuevos magistrados en la Sala Constitucional
de la Corte Suprema de Justicia. Estos magistrados y amigos emitieron
posteriormente un fallo que otorgaba luz verde a la reelección
presidencial, prohibida expresamente por la Constitución de la
República. Hernández también tomó control del Ministerio Público, la
Procuraduría, las Fuerzas Armadas y otras entidades claves del Estado.
El
siguiente paso del TSE fue hurtarle, en el sentido estricto de la
palabra, el Partido Anti-Corrupción a Salvador Nasralla a fin de que no
pudiese competir en las elecciones de noviembre del presente año. Este
hecho procedió de forma burda, al esgrimir criterios contrarios a la ley
y en aprovechamiento de un conflicto interno de dicho partido. Fue una
primera muestra de lo que el TSE estaba dispuesto a hacer para que el PN
ganara las elecciones. Al final, Salvador Nasralla se uniría a la
Alianza conformada por los partidos Libre y PINU-Social Demócrata, de
donde emergió como el candidato presidencial.
Otra de
las decisiones del TSE, impuestas por la fuerza, fue el permitir que los
votantes marcaran la boleta de los diputados con una raya continúa, en
contravención a la ley que obligaba al uso de un marcaje individual.
El 26 de
noviembre de 2017 pasará a la historia al quedar en evidencia el inmenso
fraude que montara el TSE. El anuncio del candidato Hernández de que
las encuestas de salida, organizadas por su partido, permitirían
anunciar un ganador hacia el mediodía despertó las primeras alarmas
sobre la posible consumación de un fraude. En procesos electorales
anteriores las encuestas de salida han coincidido con la tendencia
electoral. En esta ocasión parece que también fue así, solo que dicha
tendencia no favorecía al partido oficialista. Esta interpretación se
extrae del hecho de que el TSE, por órdenes del PN, ordena cerrar los
centros de votación a las cuatro de la tarde en contravención a la
práctica histórica de extenderlas por una o dos horas más.
Por otra
parte en días anteriores, el TSE había mostrado públicamente que el
proceso de transmisión de datos y los mecanismos de respaldo funcionaban
al 100%. Así que contrario a la expectativa de un conteo rápido el TSE
dilató inexplicablemente la publicación de resultados. El resto aparece
documentado en los informes de la Unión Europea y en el de la Misión de
Observación de la OEA. En tales informes se denuncian serias
irregularidades en la manipulación del material electoral, tales como,
las maletas de votos transportadas sin el sello de seguridad, custodios
electorales que descuidaron su trabajo, compra de votos, etc.
Las
irregularidades cometidas por el TSE, algunas constitutivas de delito
electoral, terminaron por descalificarlo como interlocutor válido para
la resolución de la crisis. Ni el cotejo de actas ni el conteo total de
votos bastaría para recuperar la confianza del electorado. Esto porque
la conocida “caída del sistema” durante varias horas cruciales provoca
razonables sospechas de manipulación del sistema de cómputo, incluso
antes de dicha “casual” eventualidad. Esto explica la insistencia de la
Alianza contra la dictadura de proceder a la minuciosa revisión de todo
el material electoral, particularmente la documentación relacionada al
funcionamiento del sistema de cómputo. Desde una perspectiva técnica,
los indicios de manipulación del sistema de cómputo resultan tan
evidentes que la misión de la OEA ha recomendado recientemente la
revisión exhaustiva del mismo. Los expertos en la arquitectura de tales
sistemas saben de las muchas posibilidades de introducir con facilidad
datos y algoritmos que incidan en el cómputo electoral. Dichosamente,
estos sistemas documentan con gran detalle su propio funcionamiento; de
esta manera, su examen riguroso puede poner de manifiesto la casi
totalidad de rutinas, tiempos y responsables.
Nota relacionada Nasralla viaja a EE.UU. a denunciar fraude electoral
En
resumen, la crisis política que atraviesa el país empezó mucho antes del
26 de noviembre. Los sucesos acaecidos en esa fecha fueron tan solo la
gota que rebalsó el vaso. Frente a tan evidentes arbitrariedades la
paciencia del electorado se agotó. El entramado de violaciones a la ley y
el ventajismo notorio del candidato oficial están en la raíz del fraude
y de la indignación generalizada de la población.
http://criterio.hn/2017/12/08/cronologia-del-fraude-electoral-honduras/
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