En
medio de una movilización con una foto de su hija y un rótulo de
desaparecida, conocimos una mañana soleada en San Pedro Sula a María.
Hilda, la hija de María, desapareció hace más de un año. Salió de su
casa junto a una amiga bajo la promesa de conseguir un empleo que le
diera la oportunidad de mantener a su madre y a su pequeño hijo.
Desde
que salió de su casa ha pasado más de un año. Su madre ha recorrido
postas policiales, hospitales, morgues y nada, no hay información del
paradero de su hija y su amiga. Parece que la tierra se las tragó.
La
desaparición de un familiar es un calvario para cualquier persona,
especialmente cuando esto sucede en el país más violento del mundo.
Honduras se ha convertido en una inmensa fosa clandestina en la que ya
nadie sabe cuántas personas en realidad están siendo asesinadas.
Históricamente,
la problemática de desaparición forzada ha sido abordada por organismos
internacionales en el marco de conflictos armados y de situaciones de
represión política, pero en el contexto hondureño, las detenciones
ilegales seguidas de secuestro, ejecución en secreto de la víctima y el
ocultamiento del cadáver son con el objeto de borrar toda huella del
crimen y de procurar la impunidad.
De
1980 a 1993 hubo un registro de 30 mujeres desaparecidas, en una década
de golpes de Estado y militarización aguda. Y ahora a partir del golpe
de Estado de 2009, las denuncias de mujeres desaparecidas pasaron de ser
de 91 en 2008 a 347 en 2013, lo que significa un incremento del 300%.
El
Ministerio Público informó que de enero a mayo 2013, de 286 personas
desaparecidas, 147 son mujeres. Las cifras nos pintan un panorama,
reflejan una realidad, pero el clamor de María hiere al no saber el
paradero de su hija, si está o no con vida. Ella sigue esperando. Cada
vez que un carro pasa enfrente de su humilde negocio de venta de comida
en un municipio del departamento de Cortés, imagina a su hija bajándose,
su vida ya no es vida.
Aunque
en 2014 el Observatorio de la Violencia registró una reducción en las
muertes violentas de mujeres, los antecedentes nos dicen que cada año
aumentan las denuncias por desapariciones. En Honduras no hay certeza de
nada cuando de violencia se trata, porque las fuentes de donde proviene
la información no son confiables ni efectivas.
Las
desapariciones son otras de las expresiones de violencia que enfrentan
las mujeres, y mientras el Estado recete olvido y resignación a
familiares desaparecidos la historia no cambiará. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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