Los
recientes hechos violentos, sobretodo en la zona norte de Honduras,
reavivan los miedos que la ciudadanía tiene de vivir en uno de los
países más violentos del planeta. Honduras con una tasa de homicidios
que sobrepasa los setenta crímenes por cada cien mil habitantes, genera
escenas de horror diariamente.
El
análisis sobre la criminalidad tiene muchos factores, hacer únicamente
recuentos de muertos y delitos cometidos sería seguir abonando a la
conflictividad que vive el país y seguir el discurso oficial que
“Honduras está cambiando”.
Cada uno de los crímenes que se cometen son
vidas humanas que se pierden, familias que lloran la pérdida de un ser
querido. Una nación que se desangra ante la complicidad de quienes
tienen el poder político y económico.
La
violencia es el resultado de este modelo productor de pobres. Unas 200
familias viviendo en la abundancia, haciendo negocios con los fondos
públicos a pesar de las precariedades de más de 5.5 millones de
habitantes, a quienes la pobreza imposibilita su pleno desarrollo.
Comenzar
a crear estrategias que reduzcan la criminalidad y violencia pasa por
cambiar las reglas del juego, permitir que la gente tenga oportunidades
de empleo, salud, educación y recreación, además de parar los abusos y
dominaciones de este reducido grupo dará pasos a entender la seguridad
de forma integral, y no únicamente relacionarla a la criminalidad.
La
seguridad debe partir de las necesidades de las comunidades y no
convertirla en sinónimo de policías, militares y más armas. Seguir esa
ruta nos está llevando a las mismas realidades que creíamos cosas del
pasado, que entendíamos horrores ya superados. La violencia no se puede
atacar con más violencia.
Es
momento que los debates inicien. Que los distintos sectores de la
sociedad aporten a la construcción de una seguridad que responda a
nuestra gente. Que la clase política y empresarial entienda que en el
país requerimos de un Plan de Honduras para Honduras, no propuestas
exportadas ni fabricadas en el escritorio de los organismos
internacionales. La seguridad debe entenderse como el derecho a vivir
una vida digna, el derecho a vivir sin violencia, el derecho a decidir
sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, el derecho a estar bien con
nosotras mismas, con los demás y con quienes nos rodean. Seguridad debe
ser sinónimo de dignidad para nuestra gente. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
Derechos compartidos, citando la fuente | Contáctenos | Misión | Historia | www.radioprogresohn.net
Si no se ha suscrito Nuestra Palabra, envíe un correo electrónico a multimedia@radioprogreso.net con el mensaje de suscripción.
No hay comentarios :
Publicar un comentario