A
modo de telenovela social cada día nos vamos enterando de manera
pormenorizada del trasfondo de corrupción que se encuentra en el
Instituto Hondureño de Seguridad Social. Y los periódicos, siempre
ávidos de sensacionalismo y de monopolizar la noticia, son siempre los
primeros en darnos todo tipo de datos. Por eso no nos extrañan
afirmaciones como la siguiente: “el saqueo sistemático y la red de
corrupción que se urdió en el IHSS durante los 48 meses de gestión de
Mario Zelaya Rojas quedarán en la historia de Honduras como el más
grande e infame escándalo de corrupción debido a los perjuicios
económicos y sociales contra miles de inocentes”.
Y
nos siguen diciendo que “en esta red de corrupción participaron al
menos 320 personas entre empleados de la institución, parientes y
allegados a los autores intelectuales y materiales de esta trama de
podredumbre pública. Más abajo estaban sus esposas, amantes, amigos
cercanos, parientes testaferros locales y foráneos quienes lavaban lo
sustraído en la compra de lujosas propiedades, autos, joyas, viajes,
fiestas e inversiones en otras sociedades”.
Al
parecer había tres estructuras independientes entre sí, con tres
cabezas diferentes, que saquearon el IHSS; no había una estructura
organizada. Esas tres cabezas eran Mario Zelaya, José Zelaya Guevara y
José Ramón Bertetty. Se dedicaba a hacer cosas diferentes, sin control
entre ellas. La estructura habría creado empresas inexistentes para
desfalcar al IHSS: “empresas de portafolio, de fachada y de maletín”.
Esta
información que nos han proporcionado los medios de prensa va a
continuar y, sin duda alguna, aportarán datos y profundizarán en esta
triste realidad. Pero más allá de la descripción periodística de los
hechos nos interesa situarnos ante esta realidad debido a que no somos
espectadores sociales rodeados de la indiferencia y pasividad. Nos
convertiríamos en cómplices y ciudadanos permisivos si no nos
sintiéramos implicados y retados por esta “corrupción estructural e
institucional” tan arraigada en el imaginario social de nuestra cultura.
¿Qué
está detrás de esta radiografía de corrupción institucional?. En primer
lugar podemos mencionar el “acceso ilegal a los fondos públicos”, el
que no hay rendición de cuentas, transparencia institucional y ninguna
auditoría social. Con lo cual se va consolidando poco a poco el “círculo
del poder y la corrupción” que atraviesa a toda la sociedad, a todas
las clases sociales, a los partidos políticos, las instituciones
jurídico-democráticas, los movimientos sociales, los gremios
corporativos, así como la oposición política.
No
deja de ser significativo que los medios de prensa traten el caso del
IHSS de forma aislada y sin vínculos con la política y el gobierno.
Describen una corrupción y unos corruptos, pero sin el “caldo de
cultivo” que lo ha hecho posible: la implicación político-partidaria y
gubernamental en todo ello. Estamos ante una realidad de país donde es
inexistente la sociedad civil, no hay contrapesos y contrabalances de la
oposición político-social.
En
definitiva, nos encontramos ante una sociedad vacía de contenidos, sin
incidencia ético-política (y religiosa). Todo ello manifiesta un gran
vacío o déficit democrático debido a que la sociedad no controla a sus
representantes, a sus autoridades y funcionarios públicos. Más bien es
controlada por éstos quienes la someten y dominan impunemente y de forma
perversa.
En
resumen, el triste espectáculo del IHSS debe conducirnos, en víspera de
la independencia, a enfrentar a estos “traidores criollos” que se
convierten en las “maras y pandillas de cuello blanco” que cobran un
“impuesto revolucionario sistemático y continuo” saqueando el erario
público. Y lo que es peor, como nos recuerda la Asociación ONE, con sus
graves efectos sociales pues los países pobres pierden cada año entre 32
y 34,000 millones de dólares por el fraude y la corrupción. Y se
podrían evitar 3,6 millones de fallecimientos.Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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