Se
calcula que de toda la población que actualmente emigra, unos dos
tercios representan a los jóvenes que realizaron algo de estudio en sus
países empobrecidos, y que los que se aprestan a abandonar las fronteras
patrias serán, sin duda, los jóvenes más capaces y creativos dentro de
la precariedad de sus propios países.
Las
políticas represivas en contra de nuestros compatriotas que emigran así
como la campaña discriminatoria hacia la población que se arriesga a
cruzar el territorio mexicano y la frontera de los Estados Unidos, nos
hacen creer que el gobierno de los Estados Unidos tiene la decisión de
impedir por completo la migración centroamericana.
Pero
eso es falso. La migración seguirá siendo inevitable y hasta bienvenida
por el capital norteamericano. Lo que se busca es tenerla bajo control.
El gobierno y las empresas estadounidenses seguirán necesitando de
nuestra mano de obra, y el desarrollo presente y futuro de un país tan
poderoso como Estados Unidos dependerá del capital humano que provenga
de los países pobres del sur.
¿Qué
significan entonces la represión y el control migratorio feroz que
implementa el gobierno de los Estados Unidos? Sin duda son políticas
migratorias para controlar cifras y manejarlas de acuerdo a los
objetivos de la seguridad interna, al tiempo que con esa represión y
control se busca chantajear a nuestros gobiernos porque saben que las
remesas de los migrantes mantienen a flote la economía y evitan la
debacle financiera. Por eso, el gobierno de los Estados Unidos se da el
lujo de invertir más de cinco mil millones de dólares anuales para
controlar los tres mil kilómetros de su frontera con México, y de gastar
unos 28 mil dólares por cada persona que deporta de su territorio.
Unos
años atrás, el Grupo de los países más ricos del planeta llegó a la
conclusión de que las remesas de los trabajadores inmigrantes son la
fuente más estable, abundante y segura para mantener en paz y en
sobrevivencia las regiones olvidadas del sur. Y sin embargo, afina con
mayor saña el azote para seguir golpeando a los inmigrantes
indocumentados.
El
fenómeno de la migración nunca será un verdadero problema para países
como los Estados Unidos, puesto que siempre tendrán una mano de obra
disponible para el desarrollo. El problema es para los países como el
nuestro, que seguirá perdiendo lo mejor de su juventud en esas
corrientes migratorias, porque la juventud que sale y se ubica en un
país como Estados Unidos, se aleja progresivamente, y su alejamiento
físico y cultural acabará siendo una huida con pocas posibilidades de
retorno. Lo mejor del mundo de los países empobrecidos como Honduras
parece estar concentrándose en el norte.
Tanto
el gobierno de Estados Unidos como los nuestros centroamericanos
quieren tapar el sol con un dedo haciéndonos creer que las remesas están
dando respuestas a los problemas de pobreza. Las remesas sostienen por
ahora la crisis económica de los ricos, pero dejan intacta la situación
de fondo, y es que las remesas representan la mayor derrota para nuestro
país y es la más grande expresión de la falsedad de los llamados
discursos patrios. Las remesas y la migración forzada son la expresión
de ausencia de independencia, libertad y soberanía de nuestro país
ausente de patria compartida.
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