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“Tantos
vigores dispersos”
La
expresión es del poeta Rubén Darío. Y nunca mejor para calificar lo que ocurre a
los sectores sociales en Honduras. Cada vez más surgen organizaciones e
instancias sociales, cada una con su propia agenda de lucha popular. Y cada una
como el azadón, todo para aquí, nada para allá. En un fin de semana, se podrían
contar decenas de actividades de planificación convocadas por decenas de
organizaciones cada una por su cuenta y con los mismos
temas.
No
son dos, ni diez, podrían ser veinte y cien. Pero cada una tiene su propia
agenda. Como si cada organización hubiese hecho del país una multiplicidad. Cada
una es todo el país, y el país entero visto desde cada organización o instancia.
Y parece que nadie se da cuenta de esto que es tan
evidente.
Cada
organización tiene su plan de trabajo o su planificación estratégica, casi
siempre apoyada con fondos de la cooperación internacional. Y cada una de las
organizaciones o instancias convoca a las demás a lo suyo. Cada una dice lo
mismo. Es una actividad súper importante y estratégica, no pueden faltar. Y
realmente es muy importante porque la temática es nacional y potencialmente
dinamizadora. Pero cada organización la planifica desde ella misma y desde su
propia mirada, desde su perspectiva, sin contar con el tiempo y la
disponibilidad de las demás. Lo nacional acaba reducido a lo organizativo local
y particular. Los liderazgos nacionales quedaron consumimos en dinámicas
internas absorbentes. Es decir, se perdieron los liderazgos populares
nacionales.
Se
convocan a encuentros nacionales. Hay muchos nombres, frentes de lucha,
coaliciones, convergencias, plataformas, redes nacionales, asambleas de lucha,
etc. Etc., Van muchas organizaciones, se habla hasta por los codos, no importa
lo que se diga, pero si se habla como discursando y a voz en cuello, arranca
aplausos y gritos aunque lo dicho hayan sido soberanas tonterías. Y los
entusiasmos florecen como los rosales en las primaveras, cada quien comparte sus
euforias particulares como si el país entero fuera un eufórico almácigo de
triunfos.
Se
trabajan temas nacionales. Pero cada organización acaba reduciendo todo a sus
capacidades y dinamismos. Todo se convierte en un proceso interminable de
agotamiento. Así vamos, víctimas de los dinamismos impuestos por el
neoliberalismo, que nunca pasarán de ser múltiples vigores dispersos, y acabamos
convertidos en un inmenso y frondoso archipiélago en un mar de calamidades. Las
calamidades quedan intactas, y el archipiélago crece porque se multiplican sus
islas.
En
este archipiélago de vigores dispersos, cada organización anda en lo suyo, y si
acaso alguien comete la herejía de una crítica que se salga del esquema de los
vigores dispersos, queda ipso facto descalificado. Es evidente: hemos perdido,
sin darnos cuenta, la visión de país, la capacidad para encontrarnos y de
construir una agenda que no dependa de la agenda particular. Hemos perdido la
capacidad para hacernos un solo racimo, justamente cuando más lo necesitamos.
Por eso, hoy más que nunca resuena con más peso y validez el verso exigente del
poete Rubén Darío que nos dice a todos los sectores sociales hondureños:
“Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos”.
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