La desigualdad económica y social genera un círculo vicioso en el que los más pobres tienen pocas posibilidades de incidir en las decisiones e políticas que les afectan, provocando su exclusión política, y por eso, en muchas ocasiones, los gobiernos no toman en cuenta sus intereses que les permita superar la situación de pobreza, manteniendo su exclusión social.
Por
ello la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales
relacionados con la salud, el empleo, la vivienda, la educación, etc.,
se constituyen en un medio para reducir las desigualdades, disfrutar de
un nivel de vida digno y participar activamente en la vida comunitaria y
en las decisiones políticas.
No
obstante, estos derechos han sido marginados ya que tanto desde el
Estado como desde la propia sociedad civil, se le ha dado mayor
importancia a los derechos civiles y políticos, relativos a la libertad,
a la seguridad, a elegir y ser electo, a la integridad, entre otros, y
por esa razón, los recursos disponibles se han asignado tradicionalmente
a la protección de estos derechos.
Nadie
discute que los derechos civiles y políticos son fundamentales pero ¿de
qué sirve la libertad que promueven si está limitada, y en ocasiones
anulada, por el analfabetismo, el hambre, la enfermedad, la
discriminación y la pobreza? Aunque estos derechos importan mucho, “las
personas se verán restringidas en lo que pueden hacer con esa libertad
si son pobres, están enfermas, son analfabetas o discriminadas”.
En
Honduras, la gente muy pobre, generalmente paralizada mental y
físicamente por la desnutrición en la infancia, la falta de
escolarización y preocupada por la supervivencia de su familia, puede
incidir poco o nada en las decisiones gubernamentales que afectan a toda
la comunidad.
Si
no se reducen los alarmantes niveles de pobreza y desigualdad, no
podemos decir que Honduras es un legítimo Estado de derecho pues hasta
el momento, no sólo los derechos civiles y políticos están en grave y
permanente riesgo, sino también los derechos económicos, sociales y
culturales por la pasividad estatal ante la segregación social en que
viven millones de hondureños y hondureñas. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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