Qué mejor ocasión para afirmar o afilar convicciones que cuando el
fascismo se revela cotidiano y hasta risueño ante nuestros ojos. Lo que
aparenta ser un capricho adminsitrativo en un gobierno fascista es
exactamente lo que su normativa busca eliminar de raíz. Circula ya en
este termitero llamado Tegucigalpa, la circular emitida por la alcaldía
nacionalista de Tito Asfura en cuanto al gravamen de todo espectáculo o
evento artístico. Se cobrará por todo lo que signifique público
alrededor de una banda, una presentación teatral, un circo, etc.,
incluso por una o un poeta en su lectura y no digamos por festivales... y
apuesto que en su incontinente impulso, se gravará hasta los boy scouts
que canten alrededor de una fogata.
El General Santa Anna (dictador mexicano, 1794-1876) no
sólo exageraba con su nombre (se llamaba Antonio de Padua María
Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón) sino que su
grandiculencia llegó a tal extremo de hacerle un entierro con todos los
honores de Estado a su pierna amputada. Así fue totalmente natural que
impusiera un gravamen a todo edificio que tuviera ventanas que diera a
alguna plaza. El impuesto era por número de ventanas y esto no sólo era
un capricho, era imitación -maldito quien se lo dijo- del mismo impuesto
que el el Siglo XVII se impusiera a los edificios en Inglaterra por el
número de ventanas. ¿Tenían algún problema con la luz natural? quizá, lo
que me hace pensar que los nacionalistas del glorioso partido nazional
de Honduras, al menos, relacionan a los artistas con cierta luz
liberadora con tendencias insurreccionales de alto peligro para la
sociedad si no se sabe contener gradualmente. Luz, qué bella luz somos
que necesita ser encerrada en lámparas y en bovinas eléctricas y
sujetas, por igual, al cáñamo de una vela... la cosa es que la luz no
puede andar suelta por ahí como si de aire se tratara. Hay que atraparla
para iluminar los salones privados del oscurantista gobierno de juan
orlando hernández.
Y no es un capricho, repito, que salta feliz como un conejo en la pradera, el susodicho impuesto que se pretende reglamentar es la consecuencia lógica de todo un proceso de conversión privada iniciada con la desaparición paulatina de la Secretaría de Cultura, el ascenso de la Ley Orgánica de Educación y la privatización de los espacios públicos. Que la educación artística sea encomendada a la iniciativa privada y que los centros comerciales sean los que ofrezcan la seguridad al público mientras succiona su granita es el objetivo de esta miserable imposición. La rebusca de fondos es tal entre los nacionalistas que son capaces de imponer un estado de sitio ficticio y cobrar por circular mientras dure. Luego del saqueo llevado a cabo por pepe lobo y juan orlando para financiar la campaña política ahora es que los expoliados debemos pagarlo, sabiendo de antemano que ellos son los cómplices de la devastadora delincuencia que ha hundido al IHSS, sin olvidar, claro está, la hipoteca que pesa sobre Tegucigalpa con el fideicomiso de 800 millones de lempiras que FICOHSA dio a ricardo álvarez para solventar el descalabro financiero del políticamente estructural TRANS-450.
"Ahora los hondureños no tendrán que ir hasta Estados Unidos para visitar Disney World, ahora les daremos 21 parques que la vida mejor construirá en los próximos meses", decía hace dos días joh al referirse a un supuesto proyecto de áreas públicas a nivel nacional, y esa luminosa reflexión del ente que nos gobierna también nos revela la disoación que la élite tiene respecto al pueblo llano, la creencia fatal de que la gente se va para el norte porque "busca lo bonito". De igual forma, creer que el artista pagará este impuesto encierra un desconocimiento total o un escarnio alevoso hacia un sector que bien saben los detesta al punto de querer amputarle a joh una pierna y celebrar su entierro con un concierto. Yo propongo esto último: hagamos que punta de nuestras filosas carcajadas se le caiga la pierna a joh y después nos vamos a quebrar a pura piedra todas las ventanas que de las oficinas de la AMDC den a nuestras plazas públicas. No queda de otra. Pero hay que hacerlo con talento, con buena estética, y sí, con mucha luz.
Fabricio Estrada
Y no es un capricho, repito, que salta feliz como un conejo en la pradera, el susodicho impuesto que se pretende reglamentar es la consecuencia lógica de todo un proceso de conversión privada iniciada con la desaparición paulatina de la Secretaría de Cultura, el ascenso de la Ley Orgánica de Educación y la privatización de los espacios públicos. Que la educación artística sea encomendada a la iniciativa privada y que los centros comerciales sean los que ofrezcan la seguridad al público mientras succiona su granita es el objetivo de esta miserable imposición. La rebusca de fondos es tal entre los nacionalistas que son capaces de imponer un estado de sitio ficticio y cobrar por circular mientras dure. Luego del saqueo llevado a cabo por pepe lobo y juan orlando para financiar la campaña política ahora es que los expoliados debemos pagarlo, sabiendo de antemano que ellos son los cómplices de la devastadora delincuencia que ha hundido al IHSS, sin olvidar, claro está, la hipoteca que pesa sobre Tegucigalpa con el fideicomiso de 800 millones de lempiras que FICOHSA dio a ricardo álvarez para solventar el descalabro financiero del políticamente estructural TRANS-450.
"Ahora los hondureños no tendrán que ir hasta Estados Unidos para visitar Disney World, ahora les daremos 21 parques que la vida mejor construirá en los próximos meses", decía hace dos días joh al referirse a un supuesto proyecto de áreas públicas a nivel nacional, y esa luminosa reflexión del ente que nos gobierna también nos revela la disoación que la élite tiene respecto al pueblo llano, la creencia fatal de que la gente se va para el norte porque "busca lo bonito". De igual forma, creer que el artista pagará este impuesto encierra un desconocimiento total o un escarnio alevoso hacia un sector que bien saben los detesta al punto de querer amputarle a joh una pierna y celebrar su entierro con un concierto. Yo propongo esto último: hagamos que punta de nuestras filosas carcajadas se le caiga la pierna a joh y después nos vamos a quebrar a pura piedra todas las ventanas que de las oficinas de la AMDC den a nuestras plazas públicas. No queda de otra. Pero hay que hacerlo con talento, con buena estética, y sí, con mucha luz.
Fabricio Estrada
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