Por
Narciso Isa Conde
El coronel Francisco
Alberto Caamaño, abrazado con el pueblo, hizo historia:
encabezó la principal gesta del siglo XX: la revolución de
democrática de abril 1965 y la Guerra Patria contra el invasor
impenitente.
Pasado unos años, lleno
de indignación, desembarcó con estampa guerrillera en Playa
Caracoles desde Cuba para trascender a la eternidad.
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Camacho, desarmado luchando contra los
invasores estadounidenses, "las Boinas Verdes", 1965. |
Capturando herido, un 16 de
febrero de 1973, fue fusilado, descuartizado y quemado sus restos. Mucho
odio y demasiado temor inspiraron esa pérfida determinación
gubernamental.
Informado el presidente
Balaguer de su captura, le expresó al general Ramón Emilio
Jiménez (hijo), entonces Secretario de Estado de las Fuerzas
Armadas, que “en el país no había cárceles para
un hombre como el coronel Caamaño”, dejando bien insinuado
que procediera a su fusilamiento.
El general Ramiro Matos
Gonzáles, anticomunista de “tomo y lomo”, quien
dirigió la persecución y el cerco militar contra la escuadra
guerrillera comandada por Caamaño, en ningún momento
advirtió a sus compañeros militares que los canones
internacionales y los derechos humanos universalmente consagrados
impedían asesinar al comandante apresado. Consintió, por
tanto, el fusilamiento.
No podían faltar como
figuras relevantes de esa horrenda determinación “in
sito”, el propio ministro Ramón Emilio Jiménez (Milo),
el general Beauchamps Javier, el general Enríquez Pérez y
Pérez y el mayor Pou Castro; estos dos últimos vinculados,
junto al general Salvador Lluberes Montás, a los crímenes
mas siniestros de esa época, siempre en estrecha relación
con la CIA y la mafia cubana de OMEGA 7 en Miami.
Tampoco podían estar
ausentes otros oficiales-sicarios, encargados de las vejaciones, el
fusilamiento y la que quema del cadáver. Tampoco los agentes
encubiertos de la CIA, mandatados para verificar la muerte del Coronel de
Abril.
Balaguer los interpretó
“al pie de la letra”, mientras sus peones mayores y los
envidiados de Washington se cercioraban de que todo lo perversamente
decidido fuera debidamente consumado.
Estremece el parecido de ese
crimen de lesa humanidad con lo acontecido en 1967 en la Higuera, en
Bolivia, con el comandante Ernesto -Che- Guevara.
Varían los
protagonistas locales, los jefes militares y de Estado, pero tienen en
común el desenlace a tono con el patrón de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) para ese tipo de situaciones y frente a ese
tipo de líderes.
Coinciden también
ese asesinato y el del Orlando Martínez (1975) en la
participación directa de una parte de la “plana mayor”
del estamento militar del país y del presidente de la
república; precisamente de aquellos altos oficiales calificados
por el propio Orlando en su columna Microscopio como de “horca y la
cuchillo”, los mismos que poco después, con la misma matriz
CIA detrás, ordenaron su asesinato, previa consulta con el
inefable presidente Balaguer.
Siempre he estado convencido
-y así lo he proclamado innumerables veces- que los asesinos de
Caamaño fueron en lo fundamental (tanto a nivel de decisión
política como en cuanto a la orden militar), los mismos que
asesinaron a Orlando y a muchos otros luchadores/as en el periodo de
terrorismo de Estado de los doce años. Siempre, además, he
insistido en la necesidad de enjuiciarlos y condenarlos sin
contemplaciones.
Una parte de ellos sigue con
vida, ostentando fortunas y oprobios, señalados por la sociedad
como asesinos y ladrones protegidos por la impunidad.
Acabar con esa
protección es la que están reclamando, en un momento muy
oportuno, los familiares cercanos del coronel Caamaño y en especial
su hijo coronel Francis Caamaño Acevedo.
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Los familiares del coronel mártir, el hijo uniformado. |
Oportuno porque se ha decidido
llevar los restos del Coronel de Abril y Comandante de Caracoles al
Panteón Nacional, dada su condición de Héroe
Nacional.
Oportuno porque la sociedad
está clamando sanción ejemplarizadora contra los autores de
graves actos de corrupción y otros crímenes cercanos. En
especial se exige el procesamiento de Leonel Fernández y su
cártel de la corrupción, protectores por demás
-junto a las cúpulas del PLD, PRSC y PRD- de los asesinos de
Caamaño y de otros/as mártires de la Patria.
Oportuno, en fin, porque gran
parte del pueblo reclama desmantelar un sistema de impunidad que dura ya
cerca de ocho décadas: desde el nacimiento de la tiranía de
Trujillo hasta la fecha.
En tales
circunstancias, alegar la condición de militar del coronel Francis
Caamaño hijo para mandarlo callar, es un grosería
inaceptable para la sociedad dominicana.
Porque si
político es el reclamo de justicia de un hijo respecto a la muerte
de su padre, - y lo es en tanto se trata de un héroe nacional
revolucionario y en tanto este fuera victima de una fuerza partidista
proclive al crimen y de militares politizados por ellas-, mandarlo a
callar y pretender su silencio, es una manera de hacer un uso
político-partidista de la peor calaña por parte de la mas
alta autoridad militar del país, seguramente orientada desde el
Palacio Nacional y el Senado de la República.
Agencia de Noticias Nueva Colombia, ANNCOL
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muy interesante el articulo, solo una correccion: la persona en la foto no es el General Caamaño; hasta ahora nunca se ha descubierto la identidad del hombre en la foto, y es obvio por el color de piel, la cara, el cabello, etc., que este no es Caamaño.
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