30 de mayo de
2012
Queridos
compañeros:
Cuando se cumplen los 31 años del injusto
encarcelamiento de nuestro entrañable Oscar López Rivera, es ocasión propicia
para recordar cuanta brutalidad puede albergar la naturaleza de un sistema penal
irracional, a la medida del imperio al que sostiene.
A combatirlo ha
dedicado su vida nuestro hermano boricua, y por hacerlo con honor y sin
claudicaciones se ha vertido sobre él un odio absurdo y
vengativo.
El único crimen de Oscar ha sido el de no rendirse;
sosteniendo sus posiciones y su moral frente a toda la fuerza que en su
contra es capaz de desplegar al gobierno más poderoso del planeta. Para quienes
lo martirizan, es imperdonable que un reo se eleve por encima de la condición
que suponía humillarse ante sus acusadores. Romper ese esquema, y hacerlo en
representación de un pueblo al que el imperio desprecia, demanda un castigo
ejemplar de quienes actúan con visceral ceguera ante una actitud que no
comprenden.
Oscar demanda de nosotros toda la solidaridad que seamos
capaces de darle, y es un ejemplo para las presentes y futuras generaciones de
puertorriqueños. Hay que poner fin a este absurdo sacrificio para que pueda dar
al pueblo de su amada isla todo lo que su corazón de patriota encierra; porque
las calles de su Borinquén y los boricuas de la diáspora reclaman de su
presencia; porque hombres como él son imprescindibles si aspiramos a construir
para los seres humanos la sociedad que ha inspirado los más nobles actos desde
que se hace historia.
A nombre de la hermana isla de Cuba y de su
pueblo, desde el castigo que junto a él compartimos con el mismo espíritu
indoblegable y la moral que en común nos asiste, le enviamos nuestro más
solidario abrazo y le reiteramos nuestra admiración y
afecto.
Sus hermanos de lucha y de
encierro.
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