Publicado por Criterio.hn / Julio 14,2020
Por: Gustavo Zelaya
En apenas cuatro meses el régimen de
CC-4 ha utilizado más de 13 mil millones de lempiras para enfrentar la
pandemia, dineros aprobados por el Congreso Nacional o logrados por
medio del Banco Mundial y del FMI. Entre otras cosas, se supone que han
servido para comprar 7 hospitales móviles, 1659 ventiladores mecánicos,
equipos de bioseguridad, 9 millones de mascarillas, más de 250 mil
pruebas PCR, y obviamente, no podían faltar los necesarios televisores y
percoladoras, sin los cuales no hay manera de combatir el nuevo
coronavirus. Esos recursos son producto de préstamos, en menor medida
provienen de las recaudaciones nacionales y en su mayoría puestos a
disposición de Invest-H y Copeco que han efectuado compras de insumos y
equipos médicos que nos ponen a la vanguardia contra el Covid-19.
El uso efectivo y transparente de esos
dineros está más que garantizado por la acción de veeduría social
realizada por los intachables y neutros personajes de la Asociación por
una Sociedad más Justa (ASJ), la Confraternidad Evangélica y el Foro
Nacional de Convergencia (FONAC). Todos ellos de larga experiencia en el
acompañamiento del actual régimen.
Puede decirse que estamos sobre
equipados con suficientes elementos técnicos para reducir el contagio y
la muerte de muchas personas. Sin embargo, diariamente y en distintos
medios de comunicación aparecen testimonios de médicos, de alcaldes, de
directores de hospitales públicos y otros funcionarios municipales
exigiendo más equipos de bioseguridad, más oxígeno, más insumos
hospitalarios a las autoridades estatales; materiales que llegan muy
tarde o nunca aparecen; lo único seguro son las donaciones de personas
particulares o de entidades privadas y en muchas casos se obtienen
gracias a las colectas populares en donde participa el personal de salud
de las comunidades.
Frente a esa realidad desde muchos
sectores sociales se pregunta ¿dónde está el dinero? Para que
importantes funcionarios prepotentes e irresponsables respondan “si
quieren saber dónde está el dinero, primero deben decirme dónde está el
dinero de la cuarta urna”. Así es el nivel de arrogancia y autoritarismo
de los expertos del régimen de CC-4.
Los supuestos errores e inexperiencia
en la compra internacional de los equipos médicos no puede ocultar que,
en el despilfarro y en las compras sobrevaloradas, se muestra la gran
capacidad del gobierno central para organizar el saqueo; no dejan nada
al azar y en su demencial asalto a fondos públicos hay detalles
importantes como la elaboración de un código penal y otras normativas
que aseguran la impunidad, incluyendo el desmontaje de la mediatizada
Macchi y el sacrificio de algunos peones como Gabriel Rubí y Marco
Bográn, en el afán de continuar con la corrupción y mantenerse en el
poder. Todo ha sido resultado de una minuciosa planificación del que hay
indicios claros desde el saqueo de más de 7 mil millones de lempiras
del Instituto Hondureño de Seguridad Social, en el sistemático
desmantelamiento del sistema de salud pública, el fortalecimiento de la
defensa y la seguridad, la compra de equipos sobrevalorados y medicinas
adulteradas, en donde todos los actores y proveedores son personas
ligadas al gobierno de Juan Orlando Hernández.
Toda la práctica corrupta desde el
círculo del poder, que no inicia el 28 de junio de 2009 y larga historia
desde el período independentista, adquiere más precisión con el golpe
de Estado de 2009, esa práctica hace creer que no hay manera de esperar
comportamientos distintos en el momento actual pero que en plena
pandemia adquiere contenidos macabros, genocidas, ya que desangra y
asesina amplios sectores de la población, incluyendo miembros de la
élite del poder.
En los históricos asaltos al dinero
del pueblo la cúpula gobernante nunca ha utilizado mascarillas, son casi
200 años de robos realizados abiertamente y bajo la protección de sus
códigos penales, sus sistemas de jueces, sus organismos contralores y su
sistema electoral. No sólo se apoderan del dinero, también manipulan al
Estado y a las instituciones para apoderarse de todo. Incluyendo los
ríos, el aire, las montañas y, lo más importante, la existencia de miles
de personas.
Ahora, con el razonable pretexto de la
pandemia y la emergencia sanitaria, se impone utilizar la mascarilla y
casi todos, sin necesidad de muchos medios legales, la utilizamos, hasta
el punto de que la sociedad se despoja de su rostro humano. Entre otras
dificultades esto abre paso a que se obstruyan las relaciones
personales en los espacios públicos, a que lo vínculos sociales parecen
romperse, más que aprender a vivir juntos las distancias parecen
imponerse y desde el poder se impide la construcción de relaciones
sociales y, sin tanta represión, sin importar las diferencias sociales,
se establece la razón sanitaria como otra forma de la razón estatal.
Ahora la mascarilla no sólo oculta el rostro, la sonrisa o el desagrado
que expresamos frente a algo; también nos confina en espacios privados.
Así, es muy posible que el distanciamiento social generado por la
pandemia sea una de las condiciones para aumentar el autoritarismo, para
profundizar la militarización de la sociedad con la complacencia de la
supuesta oposición política.
Parece, pues, que el justificado temor
a la enfermedad da lugar a la sospechosa seguridad que brinda el Estado
y que aplasta las pocas libertades formales existentes.
El obligado
confinamiento y el miedo promovido desde el gobierno que repite que lo
peor está por venir, muestran el fracaso de muchas creencias mundiales
elaboradas alrededor de la globalización.
Pocos meses atrás, desde los poderes
hegemónicos y con la confabulación de las cúpulas locales se repetía
sobre la necesidad de ser parte de los procesos globalizantes.
Se
presentaban áreas de perfección comercial como las zonas especiales de
desarrollo, software para todos, universidades certificadas
internacionalmente, comunidades financieras interconectadas para deleite
de la sociedad, puertas abiertas para emprendedores on line y ahora,
frente al imperceptible virus, el confinamiento de las personas se erige
en medio fundamental para sobrevivir. La publicitada globalización puso
en muy malas condiciones los sistemas de salud, de educación pública,
de previsión por onerosos, poco rentables y provocar cargas financieras
insostenibles para su Estado. No es raro, entonces, que los políticos y
empresarios de la globalización ahora aparezcan como voceros expertos de
la bioseguridad, del control de las personas y las aperturas
“responsables e inteligentes” de la economía. Se olvidaron del Estado
chico y piden intervención del Estado en asuntos de sanidad pública.
Pero no van a ceder en seguir globalizando negocios, pero no el derecho a
la emigración provocada por la inseguridad y el desempleo. Al menos
aprendemos que las bolsas de valores y las finanzas privadas no detienen
la pandemia; que la enorme liquidez bancaria que ronda los 31 mil
millones de lempiras no ha servido para mejorar la salud de las
personas.
Las distintas expresiones de la crisis
del sistema capitalista, crisis sanitaria, económica, política, social,
etc., podría hacernos entender que la ruina es parte esencial del
sistema; que la descomposición se encuentra en el sistema y que atenta
contra el la vida humana y contra la naturaleza; que el descalabro de
los sistemas de salud en Honduras, Perú, Guatemala, Inglaterra, en
tantos países que han participado en supuestos procesos de
globalización, tiene estrecha relación con los recortes presupuestarios y
los ajustes estructurales de la economía; con el menosprecio al cuidado
de las personas y a la elaboración de comidas saludables y medicinas
tradicionales; todo ello ha servido para acelerar la propagación de las
enfermedades.
Pone en evidencia que, ante la urgencia de salvar vidas,
los grupos en el poder y los empresarios, van a seguir desarrollando
mecanismos para aumentar sus riquezas, para privilegiar el lucro en
detrimento de la vida humana; la obtención de más ganancias en medio de
la pandemia les hace acomodar el lenguaje y pregonar sus “aperturas
inteligentes” de la economía.
Parece que enfrentamos una larga
coyuntura de malas noticias, pero la pandemia también puede ser momento
para edificar movimientos sociales, populares, políticos, que hagan
efectiva la solidaridad y la necesidad de transformar la sociedad. Se
requiere, entonces, fortalecer los movimientos sociales, intentar
construir una sociedad antipatriarcal y antirracista, respetuosa de las
diferencias, que vayan más allá de la tradicional concepción de la
igualdad y se edifiquen a partir de la equidad.
Esta devastadora enfermedad muestra
también uno de los elementos característicos de la época, además de la
incuestionable lucha de clases destaca la incertidumbre, el no saber qué
vendrá mañana, si estaremos contagiados o a salvo del COVID-19; pero
también deja ver algo más: el posible desmoronamiento del capitalismo;
ni siquiera en esto hay certeza; aunque la depresión económica es tan
evidente, es difícil saber de sus reales posibilidades de contención o
de la certeza de cuál será su resultado.
Pero, entre tantas dolorosas muertes,
entre tanto sufrimiento, algo asoma y muestra su cara en la total
desconfianza que muchas personas tienen frente al régimen de Juan
Orlando Hernández, algo dicen estos datos:
«El 82.5% de la población no tiene
confianza en el gobierno central. 8 de cada 10 piensan que la corrupción
está extendida en el gobierno central. La población calificó con una
nota de 3.69 a Juan Orlando Hernández (JOH) por su desempeño en su
último año de gestión. El 63.9% de la población percibe que la
corrupción está muy extendida en la empresa privada. El 87.5% de la
población percibe que los asesinatos de mujeres aumentaron”. (Sondeo de
opinión pública, décima edición, julio de 2020, Equipo de Reflexión,
Investigación y Comunicación, ERIC-SJ). Y esa expresión popular
manifestada en ese sondeo muestra posibilidades, mejores opciones para
organizar el descontento y la frustración.
14 de julio de 2020.
https://criterio.hn/certeza-e-incertidumbre-en-la-crisis-sanitaria/
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martes, 14 de julio de 2020
Honduras: Certeza e incertidumbre en la crisis sanitaria // Otras informaciones en Criterio.hn
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