Honduras: ¿Habrá un nuevo humanismo después de la pandemia? // Otras informaciones en Criterio.hn
Publicado por Criterio.hn
Por: Gustavo Zelaya Herrera No es nada nuevo decir que el
coronavirus ha alterado todo, los vínculos personales, las relaciones
entre países, la forma de comprender la vida humana, la naturaleza, la
economía, la política, y algo que se repite, hace sacar lo mejor y lo
peor de las personas que habitamos la tierra. Esto conmueve los
fundamentos materiales y espirituales de la sociedad; bien sabemos que
estamos en peligro y que las instituciones saldrán más erosionadas, nos
afecta sin importar diferencias, pero los más vulnerables son los grupos
sociales marginados, las mujeres, los desempleados, las personas que
viven en la calle. Tal vez sea lo más incluyente que exista hasta el
momento. Ingenuamente creíamos que el sistema
de salud estaba compuesto por personal de salud, hospitales, centros de
salud, clínicas, equipos médicos, farmacias, códigos éticos y un
conjunto de teorías y prácticas medicas encargadas de cuidarnos.
Ahora
vemos que hay más cosas que no estaban tan ocultas y algunas parecen
opuestas al cuidado de las personas. Sabemos también que hay control y
monopolio de patentes, de medicamentos, empresas que elaboran insumos
médicos, un sistema mundial que controla, organiza, distribuye, negocia y
pone precio a todo dependiendo de la demanda del mercado. Toda una
organización global que ha hecho esfuerzos para privatizar y banalizar
los sistemas nacionales de salud pública. Tal vez el ejemplo más crudo
lo vemos en Estados Unidos y en algún grado en nuestro país, con la
fragilidad de la salud pública. El personal de salud pública lo sabe muy
bien y los políticos en el poder lo saben mucho mejor. Sólo tenemos que
fijarnos en qué tipo de personas rectoran el ministerio de salud y
quiénes encabezan las organizaciones del gobierno en contra de la
pandemia.
Es probable que muchos creíamos que
los asuntos de las medicinas y las enfermedades sólo podían entenderse
como algo entre pacientes y personal de salud. Pero hemos presenciado
que el problema de la pandemia algunos lo han visto como una guerra, y
tal vez no sea tan errado verlo así porque mezcla asuntos políticos, de
negocios, de seguridad y elementos amargos, angustiantes, incluso
siniestros. Hora se trata de enfrentar la torpeza de grupos dirigentes,
la poca visión de los gobiernos y hacer frente a políticas públicas que
incluyen a la ciencia y la salud como temas subordinados a la defensa y
la seguridad, que dejan de manifiesto el autoritarismo que tanto
prefieren los gobernantes para imponer su poder.
Por eso no debe sorprendernos las
actitudes de rapiña de muchos Estados que hacen compras masivas de
insumos médicos en China o en India y que no escatiman esfuerzos en
robar los pedidos de países con menos recursos, incluso de supuestos
aliados; no debe sorprendernos que no sólo exista la especulación
financiera en las bolsas de valores o en las tasas de interés bancario,
sino que ahora, muy por encima del valor de la vida humana, se está
negociando con ella y con los precios de los insumos médicos que ahora
están en alza; así como están en ascenso las prácticas corruptas sobre
esos productos. Da la impresión de que la característica del tiempo
presente sea la duda sobre qué seguirá después de hoy o en los próximos
meses; el trabajo y el ingreso de muchas personas está envuelto en la
incertidumbre, no digamos la política y la actitud de los grupos de
poder. Aunque en nuestro país tenemos muchas evidencias que esos
seguirán saqueando y seguirán creando leyes para su provecho. Aquí es
cuando se presentan dificultades para la ciencia cuando toca predecir y
planificar sobre el momento actual y el futuro, sobre qué decisiones
pueden ensayarse al ver tanta inseguridad sobre la marcha de la
pandemia, el confinamiento y la necesidad del trabajo y de la producción
material. De los valores no se habla mucho, al menos no está en
discusión uno de ellos, el de la solidaridad y el respeto a la dignidad
de las personas, tanto sanas como enfermas.
A diario vemos ejemplos de solidaridad
cuando se elogia el trabajo del personal de salud que se arriesga
salvando vidas y de inmediato vemos formas de desprecio hacia ellos por
temor al contagio; las dos caras de la moneda. Vemos actos de
generosidad y desprendimiento en la gente más necesitada y descarados
momentos de corrupción en los que se creen poderosos. Y tales acciones
están en personas individuales y en gobiernos.
Parece claro que lo mejor sería
coordinar esfuerzos globales, conjuntos, para producir y distribuir
equitativamente alimentos e insumos médicos, aunque es poco probable que
ocurra en las condiciones de la supuesta sociedad globalizada y del
libre mercado.
Así, no son raras las amenazas de Donald Trump por
acaparar los resultados de las investigaciones médicas, de intentar
comprar laboratorios en Europa para que produzcan la vacuna para los
norteamericanos blancos. O la amenaza de ese sujeto de recortar
aportaciones a la OMS, cuestión que pondría en riesgo a los mismos
Estados Unidos.
No le interesa la vida humana pero si
el movimiento de las acciones en la bolsa de valores. Y no sólo eso, hay
otros peligros que debilitan la supuesta democracia como las nuevas
formas de control que estan apareciendo para enfrentar la pandemia, aquí
vemos algunas de esas formas, como la necesidad de que todos
participemos de encuestas sobre salud individual, los controles por
medio de telefonía celular de los sospechosos en coronavirus y su
seguimiento por GPS; la forma de acceder a alimentos, gasolineras o
bancos a través de los dígitos de la tarjeta de identidad. Sólo por
mencionar algo. Eso puede profundizar el autoritarismo que tanto gusta a
los que gobiernan. En China, Corea del sur, Taiwán e Israel se han
ensayado controles electrónicos para vigilar grupos que consideran
terroristas y ahora lo aplican a la población infectada.
Aquí vemos como organizan fuerzas de
tarea, comités interinstitucionales dirigidos desde el ejecutivo para
enfrentar la enfermedad y de ese modo, hacen compras sin rendir cuentas
claras o dejan de lado la forma del Estado, la división de poderes, de
modo que esos comités o fuerzas de tarea se colocan sobre los demás
poderes formales. La excusa es perfecta y dicen que estamos en calamidad
nacional y eso obliga a tomar medidas de contención. Cada día vemos
cuál es el significado de la asignación de multimillonarios recursos
extraordinarios para efectuar compras de emergencia. Hay varios ejemplos
de los resultados de la emergencia: La Comisión Permanente de
Contingencias (Copeco), informó que se instaló un hospital y clínica
móvil in en el municipio de Villanueva, departamento de Cortés, con un
costo de 5.5 millones de lempiras; la carpa será utilizada para aislar
pacientes con coronavirus, con capacidad para 20 contagiados. Y
prometieron instalar 250 tipos de aislamiento de ese estilo. Sólo en eso
la suma se eleva a 1375 millones de lempiras. Más de 4 millones
empleados en remodelar el Hospital del Tórax y sólo pintaron, cambiaron
focos y compraron unas cuantas camas.
Además, equipo médico sobrevalorado,
mascarillas carísimas que no llegan a los hospitales; la ministra de
Finanzas, Rocío Tabora, sostiene que el coordinador de Copeco, Gabriel
Rubí, tiene que aclarar las compras de televisores y percoladoras para
afrontar la emergencia sanitaria del COVID-19; esos funcionarios son
parte de un gobierno que se rodea de incondicionales que se contradicen
al rendir cuentas, pero que tienen como signo personal el ser fieles al
gobernante, es tan evidente la corrupción y la ineptitud de los
funcionarios, pero ninguno renuncia.
Incluso, un individuo que parece vocero
del gobierno (Edgardo Rodríguez) declara:” La gente se queja por todo,
entiendan que el gobierno ha hecho muchas compras en esta crisis por
coronavirus, por ello se dan algunas incongruencias en los precios, pero
esas son situaciones menores”. Así, el robo y la corrupción son
cuestiones menores y aceptables en tiempos de emergencia.
Parece que no se considera que una
posible respuesta a la pandemia está en relacionar de mejor forma el
conocimiento, la cultura, los países, en vez de amenazar con invadir,
bloquear, arrestar e imponer sanciones a supuestos enemigos políticos.
En este sentido es muy importante el esfuerzo de los cubanos por
combatir la pandemia en su país y al mismo tiempo colaborar con otros
con sus brigadas médicas. Hace pocas semanas era imposible pensar que un
país pobre de América Latina enviara auxilios médicos a un país rico
del llamado primer mundo.
Significa, pues, que la salud de las
personas ya no es asunto que compete a un país, sino que beneficia a
otros. Así, si existieran altos niveles de salud pública en Honduras,
tanto en calidad como en cobertura, sería de gran ayuda a Guatemala o a
España, Y eso está lejos de ser imaginado por los gobernantes de muchos
países del mundo.
Parece que las situaciones de riesgo, las
crisis, las epidemias, la enfermedad individual, contribuye a replantar
la vida, las relaciones, el estilo, la convivencia, la forma de
expresar afectos, todo ellos nos hacen revisar hasta las expresiones
culturales; ojalá ocurra también en la organización del poder, en el
desarrollo de la conciencia, en la lucha contra la desigualdad, en el
cuidado de la naturaleza y de las personas. Tal vez sea el momento en
que las organizaciones sociales y políticas impulsen profundas
transformaciones estructurales, nuevas formas del trabajo y en la
distribución de la riqueza social.
Aunque en nuestro país puede ser muy
extraño que emerjan replanteamientos, en especial por la precaria
organización política y por la debilidad del movimiento social; es
probable que tengamos que revisar profundamente asuntos como, por
ejemplo: el papel de Estado y sus instituciones, la relación de lo
privado con lo público, el rol de la llamada democracia formal frente a
la lucha en los territorios, que tan efectiva es esa lucha por los
territorios, los efectos de la globalización y su relación con la
soberanía, el presidencialismo, el rol que desempeñan organizaciones
internacionales como la OMS, la OEA y la ONU, los vínculos entre la
libertad y el control sanitario, la relación entre prevención y
disuasión, las categorías éticas en la comunidad y su relación con los
códigos de las profesiones.
La pandemia golpe fuerte a la familia y
a la sociedad con todos sus componentes estructurales y espirituales,
pone en entredicho el sistema económico dominante a nivel mundial y la
esencia y forma del poder, pero puede dar paso a expresiones reales de
solidaridad que necesitan organizarse, solidaridad que tendría que
perder algunos aspectos espontáneos para que tome forma orgánica que
ayude al desarrollo de los pueblos y no sea para lucro de los poderes de
siempre. Esa brutal pandemia no es más que una expresión de un
desarrollo económico que tiene otras manifestaciones como el
armamentismo, la injusticia, la desigual distribución de los bienes
sociales, la crisis de los sistemas políticos y esa nueva y demencial
especie de gobernantes como Juan Orlando Hernández, Bolsonaro y Donald
Trump.
Por ello, además de una efectiva
solidaridad, necesitamos edificar nuevas formas de humanismo que
potencie a nivel global esa solidaridad que respete las diferencias
culturales, la diversidad humana y genere condiciones reales de salud y
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