viernes, 17 de abril de 2020

Honduras: ¿Habrá un nuevo humanismo después de la pandemia? // Otras informaciones en Criterio.hn

Publicado por Criterio.hn 

Por: Gustavo Zelaya Herrera
No es nada nuevo decir que el coronavirus ha alterado todo, los vínculos personales, las relaciones entre países, la forma de comprender la vida humana, la naturaleza, la economía, la política, y algo que se repite, hace sacar lo mejor y lo peor de las personas que habitamos la tierra. Esto conmueve los fundamentos materiales y espirituales de la sociedad; bien sabemos que estamos en peligro y que las instituciones saldrán más erosionadas, nos afecta sin importar diferencias, pero los más vulnerables son los grupos sociales marginados, las mujeres, los desempleados, las personas que viven en la calle. Tal vez sea lo más incluyente que exista hasta el momento.
                        Ingenuamente creíamos que el sistema de salud estaba compuesto por personal de salud, hospitales, centros de salud, clínicas, equipos médicos, farmacias, códigos éticos y un conjunto de teorías y prácticas medicas encargadas de cuidarnos. 

Ahora vemos que hay más cosas que no estaban tan ocultas y algunas parecen opuestas al cuidado de las personas. Sabemos también que hay control y monopolio de patentes, de medicamentos, empresas que elaboran insumos médicos, un sistema mundial que controla, organiza, distribuye, negocia y pone precio a todo dependiendo de la demanda del mercado. Toda una organización global que ha hecho esfuerzos para privatizar y banalizar los sistemas nacionales de salud pública. Tal vez el ejemplo más crudo lo vemos en Estados Unidos y en algún grado en nuestro país, con la fragilidad de la salud pública. El personal de salud pública lo sabe muy bien y los políticos en el poder lo saben mucho mejor. Sólo tenemos que fijarnos en qué tipo de personas rectoran el ministerio de salud y quiénes encabezan las organizaciones del gobierno en contra de la pandemia.

Es probable que muchos creíamos que los asuntos de las medicinas y las enfermedades sólo podían entenderse como algo entre pacientes y personal de salud. Pero hemos presenciado que el problema de la pandemia algunos lo han visto como una guerra, y tal vez no sea tan errado verlo así porque mezcla asuntos políticos, de negocios, de seguridad y elementos amargos, angustiantes, incluso siniestros. Hora se trata de enfrentar la torpeza de grupos dirigentes, la poca visión de los gobiernos y hacer frente a políticas públicas que incluyen a la ciencia y la salud como temas subordinados a la defensa y la seguridad, que dejan de manifiesto el autoritarismo que tanto prefieren los gobernantes para imponer su poder.

Por eso no debe sorprendernos las actitudes de rapiña de muchos Estados que hacen compras masivas de insumos médicos en China o en India y que no escatiman esfuerzos en robar los pedidos de países con menos recursos, incluso de supuestos aliados; no debe sorprendernos que no sólo exista la especulación financiera en las bolsas de valores o en las tasas de interés bancario, sino que ahora, muy por encima del valor de la vida humana, se está negociando con ella y con los precios de los insumos médicos que ahora están en alza; así como están en ascenso las prácticas corruptas sobre esos productos. Da la impresión de que la característica del tiempo presente sea la duda sobre qué seguirá después de hoy o en los próximos meses; el trabajo y el ingreso de muchas personas está envuelto en la incertidumbre, no digamos la política y la actitud de los grupos de poder. Aunque en nuestro país tenemos muchas evidencias que esos seguirán saqueando y seguirán creando leyes para su provecho. Aquí es cuando se presentan dificultades para la ciencia cuando toca predecir y planificar sobre el momento actual y el futuro, sobre qué decisiones pueden ensayarse al ver tanta inseguridad sobre la marcha de la pandemia, el confinamiento y la necesidad del trabajo y de la producción material. De los valores no se habla mucho, al menos no está en discusión uno de ellos, el de la solidaridad y el respeto a la dignidad de las personas, tanto sanas como enfermas.

A diario vemos ejemplos de solidaridad cuando se elogia el trabajo del personal de salud que se arriesga salvando vidas y de inmediato vemos formas de desprecio hacia ellos por temor al contagio; las dos caras de la moneda. Vemos actos de generosidad y desprendimiento en la gente más necesitada y descarados momentos de corrupción en los que se creen poderosos. Y tales acciones están en personas individuales y en gobiernos.

Parece claro que lo mejor sería coordinar esfuerzos globales, conjuntos, para producir y distribuir equitativamente alimentos e insumos médicos, aunque es poco probable que ocurra en las condiciones de la supuesta sociedad globalizada y del libre mercado. 

Así, no son raras las amenazas de Donald Trump por acaparar los resultados de las investigaciones médicas, de intentar comprar laboratorios en Europa para que produzcan la vacuna para los norteamericanos blancos. O la amenaza de ese sujeto de recortar aportaciones a la OMS, cuestión que pondría en riesgo a los mismos Estados Unidos.

No le interesa la vida humana pero si el movimiento de las acciones en la bolsa de valores. Y no sólo eso, hay otros peligros que debilitan la supuesta democracia como las nuevas formas de control que estan apareciendo para enfrentar la pandemia, aquí vemos algunas de esas formas, como la necesidad de que todos participemos de encuestas sobre salud individual, los controles por medio de telefonía celular de los sospechosos en coronavirus y su seguimiento por GPS; la forma de acceder a alimentos, gasolineras o bancos a través de los dígitos de la tarjeta de identidad. Sólo por mencionar algo. Eso puede profundizar el autoritarismo que tanto gusta a los que gobiernan. En China, Corea del sur, Taiwán e Israel se han ensayado controles electrónicos para vigilar grupos que consideran terroristas y ahora lo aplican a la población infectada.

Aquí vemos como organizan fuerzas de tarea, comités interinstitucionales dirigidos desde el ejecutivo para enfrentar la enfermedad y de ese modo, hacen compras sin rendir cuentas claras o dejan de lado la forma del Estado, la división de poderes, de modo que esos comités o fuerzas de tarea se colocan sobre los demás poderes formales. La excusa es perfecta y dicen que estamos en calamidad nacional y eso obliga a tomar medidas de contención. Cada día vemos cuál es el significado de la asignación de multimillonarios recursos extraordinarios para efectuar compras de emergencia. Hay varios ejemplos de los resultados de la emergencia: La Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), informó que se instaló un hospital y clínica móvil in en el municipio de Villanueva, departamento de Cortés, con un costo de 5.5 millones de lempiras; la carpa será utilizada para aislar pacientes con coronavirus, con capacidad para 20 contagiados. Y prometieron instalar 250 tipos de aislamiento de ese estilo. Sólo en eso la suma se eleva a 1375 millones de lempiras. Más de 4 millones empleados en remodelar el Hospital del Tórax y sólo pintaron, cambiaron focos y compraron unas cuantas camas.

Además, equipo médico sobrevalorado, mascarillas carísimas que no llegan a los hospitales; la ministra de Finanzas, Rocío Tabora, sostiene que el coordinador de Copeco, Gabriel Rubí, tiene que aclarar las compras de televisores y percoladoras para afrontar la emergencia sanitaria del COVID-19; esos funcionarios son parte de un gobierno que se rodea de incondicionales que se contradicen al rendir cuentas, pero que tienen como signo personal el ser fieles al gobernante, es tan evidente la corrupción y la ineptitud de los funcionarios, pero ninguno renuncia.

Incluso, un individuo que parece vocero del gobierno (Edgardo Rodríguez) declara:” La gente se queja por todo, entiendan que el gobierno ha hecho muchas compras en esta crisis por coronavirus, por ello se dan algunas incongruencias en los precios, pero esas son situaciones menores”. Así, el robo y la corrupción son cuestiones menores y aceptables en tiempos de emergencia.

Parece que no se considera que una posible respuesta a la pandemia está en relacionar de mejor forma el conocimiento, la cultura, los países, en vez de amenazar con invadir, bloquear, arrestar e imponer sanciones a supuestos enemigos políticos. En este sentido es muy importante el esfuerzo de los cubanos por combatir la pandemia en su país y al mismo tiempo colaborar con otros con sus brigadas médicas. Hace pocas semanas era imposible pensar que un país pobre de América Latina enviara auxilios médicos a un país rico del llamado primer mundo.

Significa, pues, que la salud de las personas ya no es asunto que compete a un país, sino que beneficia a otros. Así, si existieran altos niveles de salud pública en Honduras, tanto en calidad como en cobertura, sería de gran ayuda a Guatemala o a España, Y eso está lejos de ser imaginado por los gobernantes de muchos países del mundo.

Parece que las situaciones de riesgo, las crisis, las epidemias, la enfermedad individual, contribuye a replantar la vida, las relaciones, el estilo, la convivencia, la forma de expresar afectos, todo ellos nos hacen revisar hasta las expresiones culturales; ojalá ocurra también en la organización del poder, en el desarrollo de la conciencia, en la lucha contra la desigualdad, en el cuidado de la naturaleza y de las personas. Tal vez sea el momento en que las organizaciones sociales y políticas impulsen profundas transformaciones estructurales, nuevas formas del trabajo y en la distribución de la riqueza social.

Aunque en nuestro país puede ser muy extraño que emerjan replanteamientos, en especial por la precaria organización política y por la debilidad del movimiento social; es probable que tengamos que revisar profundamente asuntos como, por ejemplo: el papel de Estado y sus instituciones, la relación de lo privado con lo público, el rol de la llamada democracia formal frente a la lucha en los territorios, que tan efectiva es esa lucha por los territorios, los efectos de la globalización y su relación con la soberanía, el presidencialismo, el rol que desempeñan organizaciones internacionales como la OMS, la OEA y la ONU, los vínculos entre la libertad y el control sanitario, la relación entre prevención y disuasión, las categorías éticas en la comunidad y su relación con los códigos de las profesiones.

La pandemia golpe fuerte a la familia y a la sociedad con todos sus componentes estructurales y espirituales, pone en entredicho el sistema económico dominante a nivel mundial y la esencia y forma del poder, pero puede dar paso a expresiones reales de solidaridad que necesitan organizarse, solidaridad que tendría que perder algunos aspectos espontáneos para que tome forma orgánica que ayude al desarrollo de los pueblos y no sea para lucro de los poderes de siempre. Esa brutal pandemia no es más que una expresión de un desarrollo económico que tiene otras manifestaciones como el armamentismo, la injusticia, la desigual distribución de los bienes sociales, la crisis de los sistemas políticos y esa nueva y demencial especie de gobernantes como Juan Orlando Hernández, Bolsonaro y Donald Trump.

Por ello, además de una efectiva solidaridad, necesitamos edificar nuevas formas de humanismo que potencie a nivel global esa solidaridad que respete las diferencias culturales, la diversidad humana y genere condiciones reales de salud y educación pública sin exclusiones.
16 de abril de la Pandemia.

 https://criterio.hn/habra-un-nuevo-humanismo-despues-de-la-pandemia/

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