domingo, 5 de febrero de 2017

Honduras; “Lo que Dios no ha unido… que lo separe el hombre”


Una manera sencilla de tomar el pulso a nuestra realidad social es destacar algunos aspectos del acontecer nacional que vivimos en el día a día.  Para ello hemos seleccionado dos: en primer lugar, como dicen nuestros periódicos, “el homenaje que soldados de tierra, mar y aire rinden a su ilustre capitana, la Virgen de Suyapa”; en segundo lugar, el reciente informe de Global Witness sobre los derechos humanos en Honduras.

 Una vez más la Basílica de Nuestra Señora de Suyapa es el escenario donde se aglutina un conglomerado social sumamente heterogéneo: autoridades eclesiásticas, el Presidente de la República junto a la Primera Dama, el presidente del Congreso Nacional, el titular de la Corte Suprema de Justicia, los miembros de las cúpulas de las FFAA, Policía Nacional y Cuerpo de Bomberos, autoridades de todo tipo, fuerzas vivas y, pueblo en general.

Lo más interesante es que el protagonismo, como no podía ser de otra manera, se lo llevó nuestro presidente JOH: “gracias por el compromiso de preservar algo que solo Dios lo da y solo Dios lo debe quitar, y es el derecho a la vida.  El propósito de cada hondureño debe ser proteger ese derecho tan fundamental, como es el derecho a la vida, a vivir en paz y tranquilidad, para que nos podamos realizar como seres humanos”.

¿A qué obedecen estas declaraciones y cómo interpretar este hecho? Es bueno recordar que la Iglesia Católica más genuina ha abandonado la afinidad secular que ha tenido con la política y mucho más con la economía de mercado globalizada dominante en nuestro mundo.  Quien ha tomado el relevo con fuerza ha sido el mundo evangélico pentecostal que no tiene ningún inconveniente en unir la religión con la política y los actuales poderes dominantes: el neoliberalismo con una economía excluyente, a gobiernos sumisos al mundo transnacional y financiero, a populismos de todo tipo y a sociedades desiguales y violadoras de los derechos humanos.

Así se entiende el distanciamiento con el catolicismo y el “maridaje con las iglesias neo-pentecostales”. Y, al mismo tiempo,  es una manera elegante de utilizar políticamente la festividad de Nª Sª de Suyapa para legitimar su proyecto reeleccionista, la militarización de la sociedad y el creciente totalitarismo político.  Es una muestra más del “uso político de la religión” que viene dándose con fuerza a lo largo del continente y desde el inicio del proceso de urbanización e industrialización del continente.

No deja de ser paradójico que JOH predique y promueva  en la basílica y festividad  de Nª Sª el “derecho a la vida” cuando es denunciado por el informe del “Global Witnees”: “Honduras es el país más peligroso para defender el planeta y a los defensores de los bienes naturales”.  “Desde el golpe de Estado del 2009 han sido asesinados 123 activistas de la tierra y del medio ambiente.  Otros muchos han sido atacados, amenazados o encarcelados”.  Algunas industrias respaldadas por élites políticas y empresariales han incumplido leyes, han sobornado a funcionarios y han pasado por alto las exigencias de los pueblos de ser consultados sobre los proyectos que afectan a su tierra. Se sospecha que estas industrias han encargado a guardas de seguridad privados, la policía, el ejército y sicarios que ataquen con la intención de silenciar a quienes alcen la voz”.

Si en el primer caso se daba una unión ilegítima entre la religión y la política, en este segundo caso se da otra unión ilegítima entre el “derecho a  vida” y el exterminio de los defensores de la tierra, con la corrupción, el asesinato y la alianza perversa entre políticos, gobernantes, militares y transnacionales.
En consecuencia, volviendo al encabezado de nuestro comentario reafirmamos que “lo que Dios no ha unido que lo separe el hombre”.




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