A
medida que la traidora reelección engorda bolsillos y carteras,
proliferan en la prensa tradicional los análisis no analíticos a la
medida de las predilecciones patrocinadoras. Los ocultamientos y las
distorsiones sistémicas.
Editorial
Honduras
es un país de misterios y tramas sibilinas. Se enojan si decimos que es
un Estado fallido, puesto que un Estado funcional se define porque
controla la jurisdicción y la fuerza, al fisco y la población. ¿Y qué
cosa controla el Estado de Honduras? ni siquiera a sus propios
escuadrones, fuera –es decir— de la mancha brava desarmada y la
industria de la comunicación tradicional.
El
Presidente Juan Hernández anuncia que Israel y Colombia lo apoyarán
para fortalecer las FF.AA. contra amenazas externas no explicadas y para
crear nuevos batallones de policías ¿Para combatir contra las maras
incendiarias y extorsionistas a las que declararon la guerra los
gobiernos nacionalistas desde 2002, hace quince años, en los que se
terminó de corromper a la policía civil? ¿O para pelear la guerra contra
el narco, ganada según proclama JOH, porque el gringo tiene en la
cárcel a los capos, aunque la droga sigue barata en las calles de New
York y la otra contra los coyotes del éxodo en “La Bestia”, que tampoco
se ha detenido? ¿Quién se encargará de combatir el hambre y la
enfermedad, la ignorancia crasa, la cultura de la violencia, la
superstición? ¿La superstición? ¿Los fundamentalismos? ¿La estupidez?
¿el desaliento, la ansiedad, el estrés y la depresión que han hecho un
psiquiátrico de Honduras? Preguntas lógicas, porque si de policías y
militares se trata ya funcionan 59 cuerpos de seguridad.
Alicaído
el Cardenal con su corte, la Primera Dama y el gobierno de la vida
mejor entronizan al protestantismo. Varios helicópteros militares elevan
a veinte mil pies de altura y asperjan sobre el país cientos de galones
de aceite, supuestamente, consagrado por un aquelarre de los muy
acomodados pastores. La prensa atávica ha publicado sobre ese falso
acontecimiento muchas notas, un tanto incrédulas. Pero se sabe que
Hernández es el ungido del Hado, el dador alegre del bono diez mil y de
las concesiones, de batallones de la bienamada policía militar, de
fogones y chambas. Honduras es también una pantomima.
En
todo tiempo y lugar, la política y en especial la compartida en
democracia resulta opaca. Pero, exceptuando la de República Democrática
de Corea, nuestra política tiene que ser una de las más sombrías, casi
tenebrosa. Aquí, con más frecuencia que la norma, suceden eventos que no
son lo que parecen y las importantes o esenciales permanecen ocultas e
ignotas, allende de la bocana de la cueva. Acá, el oscuro Hernández
declara que él no piensa en la reelección y Mauricio Oliva repite que el
interesado es “Mel”. Pero el Partido Nacional manda aprobar esa medida
en “la Corte”, a recoger 1.5 millón de firmas y a reglamentarla, al
estilo “Toño”, “a punta de v.”. Su Corte –del régimen— falla como
juzgado lo que a la razón resulta escandaloso, que se diga que es
inconstitucional la constitución que la prohíbe. Es traición a la
patria. Pero ¿quién deducirá las responsabilidades? Acosado en ese juego
por el contrario y por el traidor, “Mel” da un vuelco y jaque. No hace
replanteamiento. Reitera una estrategia de Libre, de lanzar a Xiomara,
la mejor opción.
A
medida que la traidora reelección engorda bolsillos y carteras,
proliferan en la prensa tradicional los análisis no analíticos a la
medida de las predilecciones patrocinadoras. Los ocultamientos y las
distorsiones sistémicas.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/liberarte/1702-farsa-en-el-teatro-de-sombras-editorial-y-portada-el-libertador-septiembre-2016
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