jueves, 7 de julio de 2016

Honduras: Una imagen, una lección Jueves, 7 de Julio de 2016.


Doña Tomasa comentó con cara de espanto que miró en el noticiero matutino el carro de Medicina Forense lleno de muertos, todos en bolsas y los cuerpos uno sobre otro. Lo que ella no sabe, es que son apenas los muertos de un día normal en el valle de Sula.
El asombro de doña Tomasa lo confirma un técnico del equipo de Inspecciones Oculares de la Policía Nacional, quien afirma que en un recorrido normal en el valle de Sula se hace levantamiento de 6 a 10 cadáveres. Y a renglón seguido afirmó que “a pesar de la violencia en San Pedro Sula apenas se asigna un inspector ocular en turnos de 24 horas”.

La imagen que provocó terror a doña Tomasa es la expresión extrema del fracaso de la sociedad y del Estado hondureño. Un fracaso que traslada grandes cuotas de responsabilidad a todo el sistema judicial y a la estrategia de seguridad de Juan Orlando Hernández. Que a pesar de conocer el fracaso de los diferentes gobiernos en materia de seguridad sigue priorizando la seguridad reactiva, en vez de una política de seguridad preventiva.
“El carro de los muertos” también manifiesta uno de los resortes que dinamizan la impunidad, la mala calidad o nula investigación criminal. La falta de personal, tiempo y equipo para hacer los levantamientos de cadáveres afecta la recolección y buen tratamiento de las evidencias, dañando el primer eslabón de la investigación de un crimen.  
La imagen de terror que circulan en los principales noticieros también expresa que los hondureños nos hemos convertido en cifras. El abordaje morboso que hacen los presentadores de las matanzas, los encostalados y los desaparecidos alimentan un estado de miedo y pavor, y de pérdida de sensibilidad en la sociedad hondureña. La nota roja se destaca más por la cantidad de muertos que por las causas que las provocan.
Doña Tomasa con angustia, exclama ¡Qué barbaridad, y el presidente con sus mentiras y las calles llenas de muertos! Y justo da en el clavo. En los últimos años, el Presidente habla de un país que no es Honduras, habla de unos cambios en la realidad hondureña que solo existen en su cabeza y en la cabeza de sus allegados.
La plática con doña Tomasa muestra que algo va cambiando en la conciencia de los hondureños, al dejar de ser espectadores y repetidores de los que nos ofrecen los medios, y algo se está avanzando en separar entre las fantasías y ambiciones de Juan Orlando Hernández, y de  las calamidades de las comunidades



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