*Thelma Mejía
Especial EL LIBERTADOR / 25 de Septiembre 2015
Tegucigalpa.
La conocí a mediados de 2000, en esas luchas por acceso a la justicia y
la transparencia. Ella era la presidenta del Foro Social del Valle de
Sula, un movimiento que en esa época impulsaba con fuerza la auditoria
social y la ley de transparencia y acceso a la información pública.
En
las capacitaciones que se daban en el marco de la socialización de lo
que hoy es la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, la
situación de la libertad de expresión y el derecho a la información en
Honduras, me topé con Margarita Murillo, de una sonrisa fresca pero muy
directa y sincera para decir las cosas.
No
era una mujer de rodeos, iba al grano. Y así la conocí, preguntando y
dudando. Fue una aliada estratégica en el tema de la auditoria social y
la ley de transparencia, con ella llegábamos a la base de los
movimientos para enseñar a la gente el ABC de la importancia del derecho
a la palabra, la búsqueda de información pública y la necesidad de
sepultar la cultura del secreto por la de la transparencia y la
rendición de cuentas.
El
Foro Social del Valle de Sula dio mucha lata en ese entonces a las
autoridades a quienes ponía el ojo para que rindieran cuentas, detrás de
sus integrantes estaba Margarita Murillo, una mujer recia a quien la
vida y sus golpes contribuyó a forjarle un carácter y unas convicciones
de acero. Esa fue la impresión que tuve al conocerla y la que me dejó al
término de un par de talleres.
Murió
hace un año, de una forma inesperada y brutal. Ella es una de las
muchas mujeres en Honduras cuyas muertes, aunque emblemáticas y de un
significado tremendo para la historia agraria de Honduras, pasan a ser
parte de los delitos ignorados en Honduras. Todos investigan, todos
lamentan, pero nadie hace ni dice nada. Es la impunidad abierta y
descarnada.
Una
memoria sobre su historia preparada por la coalición que impulsa La
Tribuna de Mujeres, llegó a mis manos por casualidad. De fácil lectura y
bien contada, la vida de Margarita Murillo me sacudió para hablar de
esa categoría de delitos ignorados en que han caído la muerte violenta
de mujeres y otros casos emblemáticos en el país.
También
el anuncio del gobierno y Estado de Honduras ante la última sesión de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) en Tegucigalpa,
al aceptar su responsabilidad en el asesinato del dirigente ecologista
Carlos Escaleras en los años noventa en la región de Tocoa.
El
Estado se comprometió a adoptar una serie de compromisos que serán
revisados en un año, caso contrario, no podrá escaparse de asistir al
banquillo de los acusados ante la Corte-IDH, donde ya el país ha sido
condenados por crímenes de lesa humanidad.
En
el caso de Margarita Murillo, ella fue asesinada mientras sembraba su
parcela de tierra, cuando había optado por hacer un alto en su agitada
vida de incidencia y lucha política para volver los ojos a la tierra que
la vio nacer e impulsar un proyecto de soberanía alimentaria.
En
la memoria que ha sido distribuida, hay un relato que lo dice todo:
“Pues nada nuevo…” Es la expresión de la fiscal especial de la Fiscalía
de Delitos contra la Vida del Ministerio Público cuando llega la familia
a preguntar por el caso de Margarita Murillo y sus avances, a un año de
su asesinato.
“Pues
nada nuevo Kenia, sólo esperando el informe de los muchachos de la
ATIC, que han hecho unas intervenciones telefónicas y entrevistas con
ustedes, los familiares, porque la abogada Marlene (Banegas) se llevó
todo lo que sabía, cuando la asesinaron”, explica la fiscal a la hija de
Margarita Murillo.
Esa
respuesta es la misma que encuentran las madres de algunos de los
periodistas asesinados en el Ministerio Público y qué decir de los
parientes a quienes la muerte les arrebató violentamente a sus hijos,
hombres, jóvenes, mujeres o adolescentes que son parte de los delitos
ignorados.
Los
avances en el Ministerio Público no son tan diligentes como se nos
vendió cuando dieron vida a “la nueva” Fiscalía. La impunidad parece un
círculo sin fin, una desesperanza que a veces agobia, pero también da
fuerzas para seguir preguntando: ¿Hasta cuándo?
Los
datos del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos en Honduras
reportan que cada 13 horas, una mujer es asesinada en forma violenta en
el país. A junio de este año se reportaban más de 150 asesinatos contra
las féminas, pero la cifra se pudo haber incrementado en los últimos dos
meses ante una virulencia sin precedentes en ciudades como San Pedro
Sula y Tegucigalpa.
Esas
mujeres asesinadas, indistintamente de las causas, tienen el derecho
como lo tiene Margarita Murillo, a que se sepa por qué dispararon el
gatillo; tienen el derecho a que la investigación criminal sea más
diligente para que el “nada nuevo” de paso al “ya sabemos” quiénes
fueron los responsables. Tienen derecho a que su familia tenga paz,
tienen derecho a que las lloren como se debe, a llevar el duelo como
debe ser…tienen derecho, como luchó toda su vida Margarita Murillo, a
saber la verdad.
*Periodista hondureña.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/545-honduras-opinion-margarita-murillo-pues-nada-nuevo
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