José es un hondureño con casi 16 años de vivir en Estados Unidos. Se fue en el año dos mil obligado por la falta de empleo, y con apenas 20 años de vida y sin esperanzas de poder continuar sus estudios, decide tomar el camino al norte.
“Me vine solo, no necesité a ningún coyote” lo dice con orgullo y reconociendo que en 16 años, la ruta del migrante se ha vuelto cada vez más peligrosa.
Llegó a los Estados Unidos y su primer trabajo fue recolectar tomates en un campo de producción de unos gringos en Texas. Juntó dinero y se fue para Nueva York. Allí comenzó a trabajar en la construcción y hasta el sol de hoy es su empleo. La construcción es uno de los trabajos más pesados y que se ha convertido en la chamba casi exclusiva para la población migrante.
José vive en un pequeño cuarto que comparte con otros migrantes para aliviar el pago de la renta y otros servicios. Un día para José comienza a las 5 de la mañana cuando debe prepararse para ir a trabajar. Su regreso depende de la cantidad de trabajo que le asignen en el día. “Aquí se trabaja duro y allá en Honduras a veces no valoran estos esfuerzos” señala con tristeza pero luego reconoce que trabaja para ayudar a los suyos.
Así como José, los migrantes en Estados Unidos trabajan duro hasta los fines de semana para juntar dinero y mandar a sus familiares aquí en Honduras y así apoyarlos en esta crisis económica casi permanente a la que se enfrentan las familias hondureñas.
José con 16 años viviendo en Estados Unidos sin documentos no piensa regresar a su país a menos que logre regularizarse pero está claro que viajaría solo por volver a ver a su familia. “Mi vida está aquí, aunque no tengo papeles tengo trabajo y es un país con mucha seguridad” manifestó José.
La población migrante sin documentos en Estados Unidos está preocupada por la campaña electoral intimidatoria y amenazante desarrollada por el ahora presidente electo Donald Trump que ha prometido despachar a sus países a todos los migrantes criminales. José sabe que los criminales para Trump son aquellos que han trasgredido las leyes por lo que entrar al país sin documentos lo vuelve criminal ante los ojos del magnate.
José está próximo a ser padre. Junto a su novia, una hondureña también sin documentos, comienza a vivir su embarazo. Y casi como para darse ánimos ante esa posible desgracia de la deportación, José junto a otros hondureños y centroamericanos afirman que si se ven en peligro, Canadá podría ser su próximo destino.
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La huella de la migración forzada -
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