miércoles, 13 de noviembre de 2013

HONDURAS: Este es nuestro país



Víctor Manuel Ramos     


Este es tu país

Porque si tuvieras que hacerlo

Lo elegirías de nuevo

Para construir aquí

Todos los sueños
Marco Martos

 Es este mi país: Honduras. Bueno el mío y el de todos Uds. mis compatriotas. Es el país que amamos entrañablemente, el país al que seremos fieles por siempre, por el que lucharemos para su liberación de quienes lo han mantenido en la miseria y el atraso durante casi dos siglos. Bueno, realmente no es nuestro país, la verdad es que solo nos ha pertenecido en los actos cívicos escolares y en el corazón con que le queremos, pero no ha sido nuestro, de los que somos la mayoría, de los de abajo, de los que ni siquiera han llegado a comprender que realmente tienen o deberían tener un país. No ha sido nuestro, ni de quienes han pretendido cogerlo para sí, porque tampoco es de ellos: lo han vendido e hipotecado a girones y se han comportado como verdaderos capataces de los amos extranjeros y sobreviven de las migajas que les dejan caer los nuevos capitanes conquistadores, ahora en limusinas y con maletines llenos de billetes para el soborno de funcionarios y computadoras laptops (si seguimos así, vendrán los acreedores a reclamar lo suyo y nos echaran al mar).
         Qué país pudo haber tenido Don Maximiliano Guevara, padre de Xenón, un niño que fue reclutado a la brava, en una auténtica cacería de chicos para carne de cañón, por los militares y que murió en la guerra con El Salvador, en defensa de una patria que no fue nunca suya.
         Qué país pueden tener los indios de la sierra de Intibucá, despojados de la tierra, abandonados por siglos a la miseria, la ignorancia, la insalubridad, la explotación y el deterioro como humanos.
         Qué país pueden reivindicar los muchachos mareros, jóvenes a los que el Estado no les permitió una oportunidad de crecer en un auténtico hogar, con sus necesidades esenciales resueltas, con acceso sin restricciones a la escuela, al colegio o a la universidad y con un trabajo que le permitiera una vida digna.
         Qué patria pueden reivindicar los jóvenes dedicados al consumo de drogas e integrado en las pandillas que han convertido a este país en un sitio de paso del contrabando de estupefacientes hacia los Estados Unidos, el gran consumidor, si Honduras les ha ignorado y les ha dejado a la deriva, sin ninguna orientación para hacer de sus vidas algo valioso.
         Qué patriotismo auténtico pueden albergar las madres abandonadas que envían a sus niños a mendigar para conseguir unos pesos que les permita comprar algunos magros alimentos que les conduce a la desnutrición y al abandono del desarrollo de cualquier aptitud intelectual, huérfanos completamente de las letras,…
         Cuál patria pueden adjudicarse los obreros que se esfuerzan en la producción con su fuerza de trabajo y que reciben un salario de miseria (ni siquiera el salario mínimo acordado por el Estado) y que los encomenderos que nos gobiernan les criminalizan si elevan su voz de protesta.
         Qué país podrán tener en el altar de sus cosas amadas quienes reciben la engañosa e infame oferta electoral que se reduce a unas palmaditas, la chineada de un niño juco, una ecofogoncito, y unos pesos a cambio de la dignidad de elegir por quien les dicta su conciencia.
         Pero viéndolo bien, este es nuestro país, nuestra Patria, este es nuestro Morazán -que no queremos el de a caballo de bronce, inmóvil, muerto por quienes ahora utilizan su nombre. Si es nuestro, de los desposeídos, de los de abajo, de los que ni siquiera han llegado a comprender que realmente tienen o deberían tener un país.
         Es nuestro, ¡que no le quepa duda a nadie!  Pero cuidado, hay que recuperarlo, hay que llevarlo entero a nuestro corazón, no como imagen de sábado cívico o desfile de 15 de setiembre, con palillonas y todo el boato para rendir culto a los capitanes encomenderos. Por eso el clamor popular exigiendo una refundación, un cambio de timonel, un cambio de rumbo, una recuperación total para hacer de Honduras una patria que nos ame a todos por igual, buenos y malos, con las correcciones para quienes andan y han andado por caminos torcidos y los premios para quienes la dignifiquen.
         Esa patria que en verdad nos pertenece pero que no poseemos por ahora, está al alcance de nuestras manos cuando en las elecciones del 24 de noviembre votemos conscientemente por tener patria de verdad, por recuperar la dignidad, por hacernos, todos a una, como en Fuente Ovejuna, del rumbo de nuestro propio destino de ser, por fin, libres.

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