viernes, 29 de octubre de 2021

HONDURAS / CORPORACIÓN TELEVICENTRO: LA SECRETARIA DE CRISIS Y TRAICIÓN A SU SALVADOR / Otras informaciones en EL Libertador


Frente al abismo institucional que ha dejado el vacío de Gobierno, crisis que empezó tras el golpe de 2009 y que se deterioró hasta la pérdida total del perfil de un país en los últimos ocho años del régimen Hernández, el poder acudió a su principal factor ideológico, Televicentro, para crear la ilusión social de que todo funciona en un Estado que se cae a pedazos y donde ya no existe más salida que un nuevo pacto social, un verdadero Gobierno que pueda reconstruir los escombros, en ese contexto, TVC, terminó siendo la secretaría de la crisis para sentar distintos actores y buscar paliativos a cada caos, en tanto, el poder medita el siguiente paso en las próximas elecciones del próximo noviembre. 
                                                                    ¿Por qué Televicentro se ha empeñado una y otra vez aceptar ataques visiblemente pagados y otros no tan visibles, contra su empleado estrella? No hablamos de los que hoy llegan y brillan por el neón que emite el dinero abundante, sino de Salvador que entró cuando las instalaciones eran tierra dura, hasta esos pisos ahora cubiertos por lustrosa cerámica; lo hicieron en 2013, siguieron ese camino en 2017 y en 2021 han llegado a la degradación absoluta, Queda claro,  Salvador no es cuadro del poder y los intereses de TVC están por encima de quien hizo posible el sueño y el poderío de los Villeda-Ferrari.

Desde el origen, Televicentro solamente ha sido una copia en miniatura del gigante azteca, Televisa, tanto así, que sigue transmitiendo enlatados como Cantinflas en blanco y negro, etcétera; la misma idea de la economía en escala, red multimedia que integra casi 80 licencias de canales televisión (en 2012 TVC concentraba el 55 por ciento del total del espectro radioléctrico nacional) con Grupo Emisoras Unidas que forman decenas de frecuencias y también Club Deportivo Olimpia, Teletón, nexos con comidas rápidas y alguna vez con bancos y aseguradoras, o sea, tiene las raíces en las profundidades de Honduras.

Redacción

EL LIBERTADOR

redaccion@ellibertador.hn

Tegucigalpa. La vieja cinta de televisión nos muestra el tiempo pasando por la vida de un hombre soñador y de una empresa en proyecto, desde el acento juvenil en 1960, al pelo “afro” de los “80” hasta el “Señor de la Televisión”, ahí se ve Salvador Nasralla, en ese andar imparable de primaveras y otoños, exigiéndose, trabajando en nuevas ideas para tecnologías de hace 40 años, entrevistas de interés y de impacto, adelantado al Twitter, resumía la videonoticia con el viejo celuloide que sólo podía transmitir hasta retornar al país, pero era la novedad en la Honduras de la época, era el espectáculo de Cinco Deportivo y era el nacimiento de las audiencias y del poder para Televicentro.

Cierto de sus orígenes, la Corporación Televicentro (TVC) tiene una excepción gigantesca en el talento humano, hablar de ésta negando a Nasralla es borrar su propia historia, este ingeniero, para muchos el jefe indeseable por perfeccionista, aún con el rencor oculto y no tan oculto de muchos periodistas, a quienes no sólo superó, sino que les dio la posibilidad de ser “importantes”, porque Salvador sembró la semilla de TVC: “Aquí no había nada cuando yo llegué”, el bulevar Suyapa era tierra “…de hecho estuve viniendo un montón de días, pero estaba muy ocupado porque la empresa en esos días necesitaba efectivo y él (Rafael Ferrari) no tenía quién lo apoyara, entonces yo fui jefe de deportes, jefe de eventos especiales, jefe de producción, de mercadeo y un montón de funciones, y entonces lo alcancé a conocer muy bien…", recuerda.

¿Por qué Televicentro se ha empeñado una y otra vez aceptar ataques visiblemente pagados y otros no tan visibles, contra su empleado estrella? No hablamos de los que hoy llegan y brillan por el neón que emite el dinero abundante, sino de Salvador que entró cuando las instalaciones eran tierra dura, hasta esos pisos ahora cubiertos por lustrosa cerámica; lo hicieron en 2013, siguieron ese camino en 2017 y en 2021 han llegado a la degradación absoluta. Siempre que Nasralla está a punto de culminar quizá uno de sus mayores sueños, servir al pueblo hondureño desde el Gobierno, se activa la maquinaria de propaganda y con el aval de Televicentro lo denigran, desprestigian y buscan cerrarle el paso a la presidencia con la desinformación más vulgar y cínica de este feudo.

 
Después de una vida entregada a una corporación y no con horario de oficinista rutinario, sino de dueño absoluto o de socio, no cabe en un párrafo el tiempo dado a esa empresa, capaz de dejar a su esposa embarazada y su triunfo presidencial robado en una movilización para cumplir a su amado “Cinco Deportivo”, ese día, su señora fue agredida por militares animados por su mismo canal que, como bestias sedientas se fueron contra la población desarmada ¿Es correcto que lo traten de esa forma? ¿Es la imagen que esa institución desea crear? ¿Moriría Televicentro sino acepta esa pauta? La respuesta definitiva es no. ¡Pero hay más! Un ejecutivo de cuentas creativo, aconsejaría a su cliente (visto desde el mercado) una campaña distinta, presentar una propuesta, incluso mantener “spots” anteriores, hasta que se publique un plan de medios que no dañe la imagen de ninguna persona, pero señores, cuando se piensa en pisto y negocios la creatividad huye.

Una verdad queda evidente y portavoces del poder han llegado a decirlo a los espacios de Televicentro, Salvador está bien como presentador de espectáculos, como narrador de deportes, como moderador de X-0, pero Salvador no es cuadro de la élite que manda Honduras y no lo quieren con mando en el Gobierno. Y el poder está por encima de cualquier empleado, Salvador piensa como hondureño, pero los poderosos no se sienten hondureños ni trabajan para los hondureños, ni los mencionan; los intereses económicos y políticos de ellos no son los sueños de la nación marginada. Sólo los importa controlar eternamente la riqueza nacional y la vida opulenta que les genera elegir el Gobierno.

 Por eso se falta al respeto a un colaborador que ha dejado una vida en la corporación,  en verdad eso genera una marca empresarial lastimera, miserable y centavera; ahora bien, Televicentro no le es fiel a ningún Gobierno, es análisis perdido, es fiel al sistema que los ha llegado a enriquecer, reproductor de conductas de control y manipulación social y, sus estrellas, son más que presentadores, si usted no tiene clara la realidad de su país, ellos le trasladan y le implantan la visión del mundo del poder. Televicentro no obedece a los intereses supremos de una sociedad hondureña desarrollada, no fue creada para luchar para acompañar las batallas de la sociedad catracha, y por eso ha comenzado a morir ¿Han hecho algún estudio de credibilidad? Saben muy bien cómo estaban antes de la pandemia que los favoreció, y por eso empezaron una reingeniería de su programación con nuevos productos, sólo que con los viejos vicios de los mismos periodistas. Los mejores periodistas que ahí laboran no se harán ricos como los “delivery” del gobierno, ahora ocultos detrás de cámara, orando por sus benefactores


El histriónico y curtido periodista se frota las manos frente a la pantalla electrónica, son las 5:00 de la tarde, a su lado, sinuosamente se mueve Arturo Corrales; una amenaza pende sobre los medios de comunicación, no transmitir resultados de las elecciones hasta cierta hora, pero en este consorcio no llegan advertencias, desde esta “secretaria de Crisis y Respuesta” se discuten y resuelven los problemas de un vacío que genera la inexistencia de Gobierno; como juego de adivinadores, comunicador e invitado gritan “¡Votos rurales!”, así entre muertes y mentiras asfixiaron lo que quedaba de pacto social en la Constitución, impusieron la ilegalidad y el crimen a los hondureños, aunque para la corporación sea mantener el sistema establecido, el orden y caudal interminable de distintas avenidas del lucro. Antes, llamaron “Milagro” a un tonto hecho dictador. Así se trabaja en este ministerio, fabricante de mucho más que información tradicional.

Ese escenario mediático que entraña las causas del demencial sufrimiento del pueblo hondureño y del actual hundimiento de Honduras como Estado, no es casual ni es único, pero varía en influencia de un medio de comunicación con otro y tampoco participan todos los periodistas, sólo ciertos son los elegidos para trabajar con el poder y con los hombres y mujeres claves de turno.- En otro tiempo y en otro lugar, un miércoles de Semana Santa, las calles mágicamente desoladas, el calor crea ilusiones a lo lejos y espero solo en el café convenido, espero, mientras sobre la mesa descansa “El Hombre Mediocre” de Ingenieros, veo el reloj y justamente a las 2:00 de la tarde ha llegado el colega periodista que me citó, puntual, como debe ser. “¿Pedimos un cafecito amigo?”, dijo el amable y popular periodista de una vieja y poderosa élite –¡Por supuesto!

–Quiero ser directo, agradezco que haya venido, pero es urgente, estoy haciéndole un trabajito a un grupo y hay un video que necesitamos publicar en EL LIBERTADOR           –¿Qué video? –Mire, tengo una gente que habla sobre Berta Cáceres, una campañita bien hecha; por el dinero, usted dígame cual es el precio del espacio y lo pagamos, si quiere firmamos contrato aquí. El café tornó cierto sabor ácido, casi quemado, sinceramente no era bebible. Algo sintió el periodista que necesitó reforzar la plática, mírelo aquí, lo tengo en el celular. Sí, el café no era potable.

¡Líder! Los medios “grandes” ya aceptaron, argumentó el compañerito, y siguió –¿Qué tiene de malo? Usted solo lo va a pasar, no lo hicieron ustedes, es un espacio pagado. Justamente en ese momento supe dónde estaba el problema, creer que “viejo” es igual a “grande” y que asesinar la ética profesional en nombre del “yo solo lo paso y me pagan”. La plática terminó y la siguiente semana, la campaña se pautó en los medios tradicionales y otros no tanto. EL LIBERTADOR no aceptó, no porque sobren los recursos, es un tema de valores y de un compromiso de contribuir al desarrollo de la nación hondureña y nunca sumarnos a los vicios congénitos que tanto daño hace al Periodismo, por decisión de los dueños del medio o por libre codicia de empleados.  

                     

Militares desocupados y altamente capacitados después de la segunda guerra mundial fueron contratados por empresarios con el objetivo de aprovechar ese conocimiento en batalla aplicándolo al mercado, entonces los castrenses crearon términos dentro de la empresa como: objetivo, estrategia, competencia (o rivales); en ese estado de la evolución empresarial se comprendía que las organizaciones únicamente debían generar un producto aceptable por el consumidor ¿El resultado?  grandes cantidades de dinero, no existía aún la palabra “Socialmente Responsable”, que se pondría en uso después como forma de acceder a préstamos blandos en un mundo que cambiaba, pero en las entrañas, el cuerpo se movía por lo mismo: hacer dinero (pisto, dicen los incultos y los vulgares). Y claro, un manual de valores y normas, generalmente aplicado a los empleados, que no aplica para los negocios externos de la empresa.

Sin embargo, los medios de comunicación son un órgano especial dentro del cuerpo social, como ha dicho nuestro Director- Fundador, Jhonny Lagos: “Los medios de comunicación trazan –para bienestar o para atraso— los valores que siguen todas las personas en una sociedad, para éstas se jerarquiza y se determina los contenidos, según el propósito de cada emisor de información; por ese modelo de existencia forjado en la colectividad, los individuos se identifican con los medios, donde encuentran su versión espiritual, social, ideológica y económica. Hay muchas realidades y sólo una verdad”. La perspectiva es clara y dentro de ese entramado, aceptar o no propaganda que daña a la sociedad, más que tema de corrupción, es una decisión empresarial, fundada en esos principios inculcados desde el hogar como personalidad, afirmados en la experiencia y desarrollados en la interacción social. 

Desde el origen, Televicentro solamente ha sido una copia en miniatura del gigante azteca, Televisa, tanto así, que sigue transmitiendo enlatados como Cantinflas en blanco y negro, etcétera; la misma idea de la economía en escala, red multimedia que integra casi 80 licencias de canales televisión (en 2012 TVC concentraba el 55 por ciento del total del espectro radioléctrico nacional) con Grupo Emisoras Unidas que forman decenas de frecuencias y también Club Deportivo Olimpia, Teletón, nexos con comidas rápidas y alguna vez con bancos y aseguradoras, o sea, tiene las raíces en las profundidades de Honduras, imposible reducirlo a un comunicador o un solo momento en la historia, aunque hoy, parece el final del enclave mediático, ha perdido importancia en el consumidor de información y ni siquiera son una opción de información para nuevas generaciones, ellos son poder, ya no el que tuvo antes de la era de Internet, y, aunque ya no determina la voluntad de los hondureños, sigue influyendo en la audiencia del país.

Si desmenuzamos a Televicentro y vemos una empresa, sabremos que vive en la dualidad de los medios de comunicación, una extraña mixtura entre lo que fue la empresa y lo que debería ser, este conglomerado ha sido la voz oficial de los golpes de Estado, creadores de periodistas “Rockstar”, que sus nombres figuran entre pagos estatales sin justificación alguna; creadores de icónicas frases como “Nosotros somos el poder”, “¡Quitamos presidentes!” o “los medios publican lo que yo les diga”. Desde su parrilla de programación, para que nos hagamos una idea, podríamos pasar durante seis meses viendo telenovelas sin parar 24/7, contenido que justamente en un país muy violento y analfabeta como Honduras contribuye a la exaltación de la violencia en todas sus formas, desde el crimen organizado hasta el riesgo de ser mujer, cada serie de anti valores se presenta como producción valiosa, de importancia humana y el modelo a seguir.

                        

Al mismo tiempo, en ese amortiguamiento de la maldad sobre la bondad, aplica sin rigor el código de ética, un mínimo acto considerado indecoroso por la moral religiosa en la vida personal o laboral de un empleado puede sellar el despido; otras desde su responsabilidad social como regalar mascarillas de tela para prevención viral o la antigua Teletón, que, a pesar de recibir multimillonarios fondos públicos, no se puede auditar, un secreto de Estado. Una suerte de péndulo entre luz y obscuridad, lo moralmente correcto y la indecencia, todo esto soportado sobre un sistema que alimenta constantemente su superestructura (sus ideas), como un repetidor infinito de tradición, que al país lo manden los mismos, las familias y el capital de siempre, y que, en un país apocalíptico, en crisis sucediéndose cada vez peores, todo está bien, que todo cambie, para que no cambie nada. 

“Lo que dices es más importante que como lo dices”, es una frase del farol más grande de la publicidad, el señor David Ogilvy ¿Qué diría al ver en Honduras una campaña que utiliza personas discapacitadas y alusión de ideologías ficticias para desinformar? Creada por asesores tercermundistas acostumbrados a “ganarse el dinero fácil”, citando al analista Julio Navarro. ¿Qué sería de ellos sin tener canales de difusión? Ese perverso empaquetado llega a los medios de comunicación que, sin filtro y con la firma estampada en el contrato publicitario, aceptan sin mayor recato, haciendo a un lado la moralista misa del cardenal, ahora sí, se impone el elevado cogido de ética interno que rige el medio.

                                                   

CNN, New York Times, Washington Post, son la columna vertebral ideológica del aparato estadounidense, defienden su sistema, más allá del pisto ¡Claro! Hacerlo les permite asegurar su propia existencia no por un periodo gubernamental, sino por siglos. Capaces de censurar a Donald Trump, cuando comenzó con su campaña de odio, después de todo, los dueños de estos medios si se sienten estadounidenses ¿y saben cuánto dinero deja un gobierno en esos medios? No son las fichas que reciben aquí. Después de todo, quizá no sea una decisión sencilla, más allá de los intereses obvios hay otros ocultos, los hombres y mujeres del poder tienden a jugar con una curiosa figura sobre que todos tienen un muerto en el closet y posiblemente otros, lo tengan en el elevador. 

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