Jeanine Áñéz
Alejandro Saravi / 19/06/2020
Tras
la declaratoria de pandemia mundial por la OMS el pasado 11 de marzo,
el régimen de facto de la autoproclamada Jeanine Añez continúa hundiendo
al país en una profunda crisis del sistema de salud, así como en una
crisis económica y política.
Las acciones de su gobierno a nivel internacional van identificando a Bolivia como uno de los países más serviles del continente a los intereses de Estados Unidos, como demuestra la más reciente declaración del Grupo de Lima del 16 de junio, que cuenta con el apoyo de Bolivia.
El régimen de Añez, instalado en el poder gracias a las acciones de Carlos Mesa, Jorge Quiroga y Luis Fernando Camacho contra el triunfo del MAS en las urnas el 20 de octubre de 2019, también decidió la salida de Bolivia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) así como de UNASUR.
Sin legitimidad ni mandato, las golpistas Añez, Longaric, que funge de canciller, y sus digitadores reanudaron relaciones con Israel y Estados Unidos. También sumaron a Bolivia al Grupo de Lima el 22 de diciembre de 2019, declarando que "Bolivia contribuirá a lograr una solución pacífica, democrática y constitucional a la crisis en Venezuela.”
Compuesto por gobiernos fascistas como el de Brasil, neoliberales como Canadá y Chile, o narco-gobiernos como los de Colombia y Honduras, además Costa Rica, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Saint Lucia y el auto nombrado “presidente interino de Venezuela” Juan Guaidó, este grupo conforma una alianza de la derecha golpista transnacional que busca un cambio de régimen en Venezuela.
Este cartel opera como grupo de choque para que Estados Unidos pueda apropiarse del petróleo de ese país, que constituye una de las mayores reservas en el mundo. Todo esto bajo la batuta del “representante especial de Estados Unidos para Venezuela”, Elliot Abrams, neoconservador convicto en 1991 por su participación en el escándalo Irán-Contras y responsable de masacres cometidas en El Salvador y Honduras.
Mientras que en Bolivia Añez busca evitar a toda costa llamar a unas elecciones nacionales, en un afán prorroguista, al interior del Grupo de Lima, Añez reclama la democracia para los venezolanos, una democracia que ella destruyó al autoproclamarse y que también se la niega a los propios bolivianos.
En una declaración dada a conocer el 16 de junio y que cuenta con la firma de Bolivia, el Grupo de Lima declara que “Reafirma su entendimiento de que sólo la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales libres, justas y creíbles, con un Consejo Nacional Electoral independiente y una Corte Suprema imparcial, así como la plena libertad de prensa y la participación política de todos los venezolanos, garantizará las condiciones necesarias para superar la crisis en Venezuela.”
Añez puede ser la reina del nepotismo en Bolivia, pero no gobierna sola, ya que detrás de ella hay una fuerza represiva de rasgos dictatoriales encabezada por los ministros de Gobierno, Arturo Murillo, y Defensa, Luis Fernando López, además de los jefes de cada fuerza. A esto se suma una serie de familiares de la autoproclamada instalados en diversas instituciones de Estado, además de una cohorte de tinterillos que se aplican en encubrir y beneficiarse de una corrupción de alto calibre cleptocrático.
Es tal la ineptitud del régimen de facto en Bolivia que no llega a vislumbra lo absurdo de su posición al firmar la declaración del Cartel de Lima del 16 de junio, en la cual miembros “Reiteran, de acuerdo con la XVIII Reunión Ministerial del Grupo de Lima, celebrada en Canadá, que continuarán buscando el consenso con otros actores internacionales para movilizar una respuesta de la comunidad internacional que contribuya al urgente restablecimiento de la democracia y el estado de derecho en Venezuela.”
Los golpistas bolivianos pidiendo democracia para Venezuela. Toda una comparsa de carnaval
Las acciones de su gobierno a nivel internacional van identificando a Bolivia como uno de los países más serviles del continente a los intereses de Estados Unidos, como demuestra la más reciente declaración del Grupo de Lima del 16 de junio, que cuenta con el apoyo de Bolivia.
El régimen de Añez, instalado en el poder gracias a las acciones de Carlos Mesa, Jorge Quiroga y Luis Fernando Camacho contra el triunfo del MAS en las urnas el 20 de octubre de 2019, también decidió la salida de Bolivia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) así como de UNASUR.
Sin legitimidad ni mandato, las golpistas Añez, Longaric, que funge de canciller, y sus digitadores reanudaron relaciones con Israel y Estados Unidos. También sumaron a Bolivia al Grupo de Lima el 22 de diciembre de 2019, declarando que "Bolivia contribuirá a lograr una solución pacífica, democrática y constitucional a la crisis en Venezuela.”
Compuesto por gobiernos fascistas como el de Brasil, neoliberales como Canadá y Chile, o narco-gobiernos como los de Colombia y Honduras, además Costa Rica, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Saint Lucia y el auto nombrado “presidente interino de Venezuela” Juan Guaidó, este grupo conforma una alianza de la derecha golpista transnacional que busca un cambio de régimen en Venezuela.
Este cartel opera como grupo de choque para que Estados Unidos pueda apropiarse del petróleo de ese país, que constituye una de las mayores reservas en el mundo. Todo esto bajo la batuta del “representante especial de Estados Unidos para Venezuela”, Elliot Abrams, neoconservador convicto en 1991 por su participación en el escándalo Irán-Contras y responsable de masacres cometidas en El Salvador y Honduras.
Mientras que en Bolivia Añez busca evitar a toda costa llamar a unas elecciones nacionales, en un afán prorroguista, al interior del Grupo de Lima, Añez reclama la democracia para los venezolanos, una democracia que ella destruyó al autoproclamarse y que también se la niega a los propios bolivianos.
En una declaración dada a conocer el 16 de junio y que cuenta con la firma de Bolivia, el Grupo de Lima declara que “Reafirma su entendimiento de que sólo la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales libres, justas y creíbles, con un Consejo Nacional Electoral independiente y una Corte Suprema imparcial, así como la plena libertad de prensa y la participación política de todos los venezolanos, garantizará las condiciones necesarias para superar la crisis en Venezuela.”
Añez puede ser la reina del nepotismo en Bolivia, pero no gobierna sola, ya que detrás de ella hay una fuerza represiva de rasgos dictatoriales encabezada por los ministros de Gobierno, Arturo Murillo, y Defensa, Luis Fernando López, además de los jefes de cada fuerza. A esto se suma una serie de familiares de la autoproclamada instalados en diversas instituciones de Estado, además de una cohorte de tinterillos que se aplican en encubrir y beneficiarse de una corrupción de alto calibre cleptocrático.
Es tal la ineptitud del régimen de facto en Bolivia que no llega a vislumbra lo absurdo de su posición al firmar la declaración del Cartel de Lima del 16 de junio, en la cual miembros “Reiteran, de acuerdo con la XVIII Reunión Ministerial del Grupo de Lima, celebrada en Canadá, que continuarán buscando el consenso con otros actores internacionales para movilizar una respuesta de la comunidad internacional que contribuya al urgente restablecimiento de la democracia y el estado de derecho en Venezuela.”
Los golpistas bolivianos pidiendo democracia para Venezuela. Toda una comparsa de carnaval
https://www.alainet.org/es/articulo/207368
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Bolivia, la auto derrota moral y mental de la dictadura
Ollantay Itzamn 19/06/2020
A
principios del presente siglo, cuando Bolivia subsistía en el caos e
incertidumbre sociopolítica generalizada, algunos analistas coincidían,
en aquel entonces, quizás con cierta resignación: “Bolivia es una
constante disputa en caída libre que jamás toca fondo…, porque justo
antes de estallar… encuentra alguna vía de solución circunstancial que
le permite continuar en caída/conflicto constante”.
Años
después, el 18 de diciembre, 2005, “la constante disputa” se “resolvió”
en las urnas a favor de la organización política Movimiento Al
Socialismo (MAS), que enarboló “proceso de cambios estructurales” para
el país.
Desde entonces,
hasta el golpe de Estado del 10 de noviembre del 2009, Bolivia vivió una
suerte de una inédita “luna miel” alargada (estabilidad sociopolítica y
económica). A nivel económico, el Bolivia dejó de ser el país
paupérrimo del Continente. Su modelo económico y político se constituyó
en motivo de estudios referenciales a nivel mundial. Bolivia logró
convertirse en “buena noticia” en el espectro mundial y regional.
Pero,
aprovechando los errores sociopolíticos del MAS, y el exceso de
confianza por parte del gobierno de Evo Morales en los actores
opositores, grupos cívicos de la clase media lograron consumar el Golpe
de Estado con la promesa de “democratizar Bolivia”, y colocaron en el
gobierno a la autoproclamada Jeanine Áñez. La Organización de Estados
Americanos (OEA) y el gobierno de los EEUU fueron actores claves de
aquel acto sangriento.
Siente
meses después de aquel Golpe de Estado, Bolivia, ahora, es una “mala
noticia” a nivel regional y mundial. Reemerge el histórico “lamento
boliviano”.
Los derechos
sociopolíticos son sistemáticamente suprimidos, bajo la consigna
gubernamental de: “cárcel al que se oponga”. Las cárceles están nutridas
de presos políticos (opositores) y periodistas.
Las
instituciones públicas que se fortalecieron y funcionaron por más de
una década, ahora, colapsan. Embajadas y ministerio cerrados. Nepotismo y
corrupción pública se constituyen en la regla en la administración
pública.
Superando incluso
películas de ciencia ficción, la pandemia de covid19 fue una
justificación para uno de los vergonzosos hechos de corrupción pública
ejecutados públicamente por la dictadura actual. Compra con sobreprecio
de los ventiladores.
Bolivia,
en siete meses, pasó de ser “país con economía modelo” a “país
limosnero” dependiente de la “ayuda” y préstamos inmorales de grupos
financieros internacionales. “Bolivianos otra vez encadenados a la
eterna deuda externa”.
Se
difuminó la figura de “autoridad pública” que en buena medida garantizó
por más de una década la envidiable “estabilidad sociopolítica” del
país. Ahora, en Bolivia, casi nadie respeta al Estado. Una creciente
mayoría social de la población nomina/repudia a la Policía Nacional como
“motines”. La Presidenta usurpadora es motivo de permanente
burla/insultos constantes. El “factor unidad” desapareció en Bolivia….
En
este contexto, apareció la pandemia de covid19, que aparte de enlutar a
Bolivia, develó la incapacidad intelectual y la inmoralidad óntica del
gobierno de facto. Al límite que los sectores que ingenuamente apoyaron
el Golpe de Estado, ahora, asustados y avergonzados de su obra, se
sienten huérfanos políticos, añorando quizás las “cebollas de Egipto”:
Con Evo por lo menos teníamos estabilidad.
Esta
creciente ausencia de sentido político que se apodera de la
bolivianidad hace que las urnas, en las próximas elecciones generales,
se constituyan en el instrumento dirimidor del caos sociopolítico
galopante.
Los actores del
golpe del Estado y el régimen de facto actual, golpeados por su
inmoralidad e ineptitud demostrada, están jurídicamente obligados a
pasar la prueba de fuego: las urnas. Allí, “los salvajes”, “los
masistas”, las mayorías demográficas, los esperan para premiarlos o
castigarlos. Por eso, la dictadura del gobierno de facto se resiste a
convocar a elecciones generales. Y cuanto más se resiste, más se dividen
y debilitan.
Ollantay Itzamná
Defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos
https://ollantayitzamna.com/
@JubenalQ
https://www.alainet.org/es/articulo/207359
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