Por: Andrés Molina
Noviembre 24,2018 / redaccion@criterio.hn
Tegucigalpa.-
En los últimos días el mundo ha vuelto de nuevo su mirada sobre
Honduras. La nueva crisis migratoria que nadie se atrevió a predecir y
que puso de correr a las autoridades de Guatemala y Honduras por los
regaños públicos del gobierno de los Estados Unidos, cuyo presidente
acostumbrado a gritar en redes sociales, ha reaccionado con virulencia
atacando la caravana con calificativos llenos de odio y xenofobia.
Veinte
años después que el poderoso huracán Mitch generara una oleada masiva
de migrantes hondureños y hondureñas, esta vez la crisis social y
política generada por la imposición del gobierno de Juan Hernández, ha
obligado a miles de hondureños y hondureñas a huir de forma masiva de la
pobreza y de las múltiples formas de violencia que se generan desde el
Estado.
Dada
la respuesta del gobierno de los EE.UU., cabe preguntarse si el
presidente norteamericano sabe que Honduras es un país ocupado
militarmente por los Estados Unidos y cuya democracia ha sido anulada
por una serie de golpes sucesivos a partir del año 2009 consentidos y
dirigidos por su embajada en Tegucigalpa, que en su último episodio para
imponer una dictadura obediente al gran país del norte, contó con la
participación protagónica de su encargada de negocios, Heide Fulton,
quien literalmente se metió al Tribunal Supremo Electoral (TSE) para
decir que los resultados eran válidos a pesar de las protestas, la
represión y los muertos que estaban ocurriendo.
Pero por
qué los EEUU se sienten con derecho a pisotear nuestra soberanía y
cuando nuestros hermanos huyen de esta situación— provocada por su
gobierno— nos humillan y nos atacan como si se tratara de delincuentes,
sin que pase nada.
La
respuesta no es única, pero se explica precisamente en el control
extremo que se ejerce sobre las decisiones que deberían tomar los
hondureños y no un gobierno extranjero, se trata de una situación
compleja, de relaciones de subordinación, de control y de ejercicio del
poder del gobierno norteamericano sobre el de Juan Hernández que por un
lado le debe al gobierno de Donald Trump su imposición en el poder, y
por el otro la extorsión y la amenaza de que en cualquier momento le
puede pasar lo que le pasó al general Manuel Antonio Noriega y que los
norteamericanos se lo lleven y lo enjuicien en territorio
norteamericano.
La
caravana es una crisis sin precedentes en la historia moderna de
Honduras y de Centroamérica, a la que los grupos de poder que han
controlado a punta de pistola cualquier movimiento social o político que
se atreva a reclamar justicia en el país, no encuentran una respuesta
racional a pesar de la grave crisis social, política y económica que
vive el país, su única respuesta es la descalificación –se van porque
son haraganes- la violencia, el gobierno debe cerrar las fronteras. La
gente va tan desesperada que ni la represión, ni las amenazas, ni la
militarización de las fronteras han logrado detener su éxodo.
Tal
como lo predijo el Premio Nobel de Literatura José Saramago “El
desplazamiento del sur al norte es inevitable; no valdrán alambradas,
muros ni deportaciones: vendrán por millones. Europa será conquistada
por los hambrientos. Vienen buscando lo que les robamos. No hay retorno
para ellos porque proceden de una hambruna de siglos y vienen rastreando
el olor de la pitanza. El reparto está cada vez más cerca. Las
trompetas han empezado a sonar. El odio está servido y necesitaremos
políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias.”.
Las
grandes potencias deben entender que a cualquier acción siempre habrá
una reacción. No se puede ir a bombardear un país y esperar que no va
ocurrir nada, no se puede tirar por la borda un sistema democrático e
imponer un títere corrupto de presidente y esperar que no va pasar nada.
La migración es el resultado directo de la imposición de una dictadura
que obedece ciegamente a Washington, es el resultado de la imposición de
políticas neoliberales, de la violencia generalizada y de la impunidad,
situación que solo va cambiar cuando EE.UU. comprenda que no es
torciendo la voluntad popular e imponiendo presidentes que va cambiar la
situación, esto solo va cambiar cuando el pueblo hondureño sea el
arquitecto de su propio destino. Mientras tanto, los hondureños y
hondureñas seguirán buscando sobrevivir a costa de su propia vida en el
gran país del norte.
https://criterio.hn/2018/11/24/los-migrantes-y-las-bases-militares-de-ee-uu-en-honduras/?fbclid=IwAR2srT3XWNt-iRjFFZA1LIbKI_ppR6VMevLqjBf7iAVhv-1LGP9VrZJJLZw
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