martes, 20 de noviembre de 2018

Honduras: LOS COMPATRIOTAS QUE HUYEN DE SU PATRIA

Noviembre 20,2018.-
Galel Cárdenas
Hemos de estar preparados para los días que habrán de suceder. Ha sido una década difícil para el pueblo hondureño.
Nunca antes había sido atacado con tanta alevosía, premeditación y ventaja en todos los planos de la vida. El imperio y la dictadura se han adueñado de todo cuanto han podido y querido.
              Han despojado de nuestras tierras a los pueblos originarios, los que nacieron mestizos, los que construyeron sus ciudades con gran sentido de raíz cívica y de un amor por la naturaleza que tal vez nunca creyeron iba a ser arrebatada como si fuera un enemigo a quien habría de destruirse.

                       Instauraron la violencia como método de conquista y piratería. Se aliaron a la delincuencia de la más alta jerarquía e irrespeto por la vida como nunca había imaginado el pueblo mismo.
Se impusieron con el fusil, el garrote, la persecución, la tortura y la muerte. Saquearon la riqueza del Estado que representada en el escudo nacional como los cuernos de la abundancia, hoy las arcas nacionales son un despojo financiero.

Privatizaron los servicios públicos para entregarlos a compañías suramericanas cuyo dinero huele a cocaína y a masacre rural y urbana.

Se instalaron en los hospitales públicos como aves de rapiña para cometer genocidio todos los días negando a la ciudadanía enferma endémica y epidémica los insumos farmacéuticos correspondientes y convirtieron los grandes centros de salud como los pequeños en bodegones de mala muerte, negociando con las trasnacionales y nacionales de la farmacéutica las medicinas que en un momento determinado resultaban pastillas de harina.

Bosques, ríos, mares fueron captados por una red de explotadores inhumanos, bestiales, instintivos, feroces y brutales que han arrebatado con el sicariato dirigentes del tamaño y dimensión de Berta Cáceres, símbolo mundial de la defensa de la naturaleza bajo el lema “Despierta humanidad” pues ya no hay tiempo.

Desgarraron la educación hasta concitar oficialmente el asesinato de púberes muchachas y muchachos que anhelaban una mejor atención educativa, una infraestructura adecuada y una oportunidad mayor para los jóvenes que ahora son arrastrados a integrar maras y pandillas estimuladas por el aparato represivo militar y la dictadura.

Devaluaron la moneda para favorecer una élite voraz, descarnada y rencorosa contra un pueblo digno y valiente, que lucha a diario contra el tsunami de sus ataques alevosos en todo aquello que signifique una mina de oro para sus manos sangrientas y horrorosas que semejan las garras de un monstruo épico asolador como aquel que en la Grecia antigua, la esfinge, devorada a todos los vecinos de la arcaica Tebas.

Nos quitaron todo, menos el anhelo de un futuro justo, igualitario, soberano. Esto no lo han podido borrar de la mente, el corazón y las entrañas de un pueblo sacrificado, perseguido, toleteado, asesinado, masacrado, genocidiado, en fin.

No lograron amilanar el espíritu que Morazán nos inculcó desde que fuimos en los hogares la fortaleza de la patria del descalzo, del marginado, del combatiente, sabiendo que existe una Honduras de grandeza, que ellos han convertido en un monigote de trapo y hojarasca desechante .

Nos colocaron en las cifras de la vergüenza de las estadísticas de lo países más pobres, más humillados, más destruidos.

Y nos empujaron al hambre inmensa, a la indigencia estratosférica, a la miseria sin límite, a la penuria gigantesca, a la carestía torturante. A la nada hiperbólica de la humanidad estrangulada.

Sin casa donde habitar, sin alimento que ingerir, sin educación donde instruirse, sin medicina que tomar, sin seguridad de vida, sin vestido que usar, sin empleo que trabajar, es decir, sometidos al animalismo neoliberal destructor del hombre y la mujer, y el niño y el anciano que en la inanición muere como un desahuciado condenado a la fatalidad.

Y así, los compatriotas huyen desde hace nueve años, huyen desde hace 3285 días de dictadura inmisericorde, tenaz, porfiada, deshumanizada y supremacista, donde el oro es el dios sol que alumbra el destino de sus bolsillos, de su voracidad ominosa, siniestra, fatídica, nefasta.

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