El
país del altiplano mantiene hace más de una década una estabilidad,
crecimiento económico y mejora de los índices sociales que contrasta con
sus vecinos. Evo Morales, ha logrado imponer a los indígenas no solo
nivel de imagen, sino también institucional, ha publicado en un artículo
la mediática cadena de información RT.
Agencias / EL LIBERTADORBolivia. En enero de 2006, por primera vez en la historia de Bolivia, asumía el Gobierno un presidente indígena. Evo Morales Ayma, dirigente sindical cocalero, había triunfado meses antes con más del 50% de los votos en una elección sin precedentes.
Su
victoria se inscribió en una oleada progresista y de izquierda que
llegó a los Gobiernos de América Latina durante los primeros años del
siglo XXI. Para ese entonces ya estaban en la presidencia Hugo Chávez en
Venezuela, Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y
Tabaré Vázquez en Uruguay. Unos meses después se sumaría Daniel Ortega
en Nicaragua y en 2007 Rafael Correa en Ecuador.
No
obstante, en comparación con sus pares (quizás exceptuando el caso
uruguayo), Bolivia logró consolidarse como un modelo social, político y
económico estable que no sufrió las crisis económicas y políticas de
Venezuela o Nicaragua ni perdió el Gobierno mediante golpes de Estado e
'impeachments' –como en Brasil, Honduras y Paraguay– o elecciones –como
en Argentina–. ¿A qué se debe esta excepcionalidad?
Estadísticas contundentes
Según
datos del Banco Mundial, en 2006 el Producto Bruto Interno (PBI)
boliviano era de 11.452 millones de dólares. Para 2017 ese número había
aumentado más de tres veces llegando a 37.509 millones. En el mismo
período de tiempo, el ingreso anual per cápita pasó de 1.120 dólares a
3.130 y la esperanza de vida subió de 64 a 71 años. A su vez, el
Instituto Nacional de Estadísticas (INE) del país, sostiene que la
pobreza se redujo del 59,9% cuando asumió Evo Morales al 36,4% el año
pasado.
Por
otra parte, como remarca el investigador y máster en Desarrollo
Económico y Sostenibilidad Sergio Martín-Carrillo, Bolivia "ha sido el
país suramericano que mayor crecimiento económico ha experimentado,
incluso manteniendo un ritmo por encima del 4% a pesar del contexto de
debilidad que vive la región desde el año 2015". Esto fue acompañado de
un descenso constante de la inflación, que pasó de un 12% en 2007 a
menos de un 2% en lo que va de 2018.
Estos
logros se sostuvieron en una política que contradice los postulados
neoliberales que impulsan hoy Gobiernos de países vecinos como
Argentina, Chile, Paraguay o el electo presidente de Brasil, Jair
Bolsonaro.
Las razones
El
sociólogo y escritor boliviano Antonio Abal enumeró en diálogo con este
medio "los ejes del sostenido crecimiento de la economía de Bolivia".
Según
su mirada, se trata de una política basada en "nacionalizaciones de
sectores estratégicos, como las comunicaciones, los hidrocarburos y la
minería"; la redistribución de los ingresos estatales, "sobre todo en
infraestructura productiva"; el "fortalecimiento del mercado interno";
una política monetaria de "apreciación de la moneda nacional", es decir,
una "desdolarización de la economía"; y finalmente una fuerte inversión
en procesos industriales como el "litio, lácteos, textiles, etc. y
fomento de las pequeñas y medianas empresas, con facilidades en los
soportes crediticios".
En
el mismo sentido se expresó el vicepresidente del país, Álvaro García
Linera, en una entrevista con Página/12, donde explicó lo que para él
son los cuatro factores principales de este éxito económico.
En
primer lugar, que el Estado controle como propietario los principales
sectores generadores de excedente económico: hidrocarburos, electricidad
y telecomunicaciones. Por otra parte, llevar a cabo una redistribución
de la riqueza, "pero de una manera sostenible", de forma que "los
procesos de reconocimiento y ascenso social de los sectores subalternos
populares e indígenas tenga una sostenibilidad en el tiempo".
En
tercer lugar, al igual que como sostiene Abal, "apuntalar el mercado
interno" y, por último, la "articulación entre el capital bancario y el
productivo, lo que implica que el 60% de los ahorros de los bancos se
dirige al sector productivo, generando mano de obra".
Políticas públicas de redistribución
A
esto se suma una serie de programas sociales que han acompañado la
mejora económica y han sido los dispositivos que han garantizado una
redistribución de la riqueza. En ese sentido, Martín-Carrillo enumeró
tres que considera los más importantes: el Bono Juancito Pinto, la Renta
Dignidad y el Bono Juana Azurduy.
El
primero de estos fue lanzado durante el primer año de Gobierno y apunta
a que los niños y niñas finalicen la escuela. Supone un aporte de 200
bolivianos (29 dólares) a estudiantes de escuelas públicas a cambio de
que sostengan un mínimo de un 80% de asistencia a clases. Durante 2018
hubo 2.221.000 de estudiantes beneficiados por esta iniciativa. A su
vez, esto logró que entre 2006 y 2017 la deserción escolar en primaria
cayese del 6,5% al 1,8% y en la educación secundaria fue del 8,5% al 4%.
Por
su parte, la Renta Dignidad, vigente desde 2007, apunta a la población
de adultos mayores –60 años o más– e implica 250 bolivianos (36 dólares)
para las personas con pensiones de jubilación y 300 (43 dólares) para
personas que no tienen pensiones de jubilación.
Finalmente,
el Bono Juana Azurduy está dirigido a mujeres gestantes a las cuales
estipula el cumplimiento de cuatro controles prenatales, parto
institucional y control postparto, así como para niños condicionados a
12 controles integrales de salud bimensual.
También
ha habido una política agresiva de incremento del Salario Mínimo
Nacional, que en 2005 equivalía a 440 pesos bolivianos (57 dólares de
aquel entonces) y en la actualidad llega a 2.060 (298 dólares).
Asimismo, este año, debido al crecimiento económico, tal como informó la
Agencia Boliviana de Información, el Ejecutivo dispuso el pago del
doble aguinaldo para todos los trabajadores públicos y privados.
Un proceso con debates y tensiones
Más
allá de su situación actual, los Gobiernos del Movimiento al Socialismo
(MAS) no han estado al margen de problemas, algunos incluso muy graves.
Quizás, el punto más álgido fue en el año 2008, cuando la llamada
'Media Luna', que incluía cuatro departamentos orientales del país,
intentó escindirse del resto del territorio por acción de los sectores
de la derecha boliviana que contaban con el apoyo solapado de EE.UU.
No
obstante, con respaldo de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur),
esa crisis logró ser superada y apenas unos meses después el proceso
avanzaba proclamando una nueva Constitución a comienzos de 2009, la que
declaró el carácter "Plurinacional" del Estado, reconociendo en la ley
suprema del país a los pueblos originarios históricamente negados. Evo
Morales pasó a encarnar así, ya no solo simbólica sino
institucionalmente, el ascenso definitivo de los sectores marginados
durante siglos de la política nacional.
Si
bien para Abal no se puede "hablar de etapas, sino de una sostenida
aplicación de un modelo económico", a partir de ese momento se puede
analizar una profundización de algunos aspectos. Se trata de un punto de
inflexión en el cual se comienza a hablar de "socialismo comunitario",
lo que el sociólogo define como "una aproximación teórica a la
aplicación del marxismo y sus categorías para comprender las lógicas de
los 'ayllus' (comunidades)", que como indicaron muchos autores,
mantenían estructuras de 'comunismo primitivo' o comunitarias contrarias
a la propiedad privada y la acumulación individual.
Por
su parte, García Linera sostiene que, una vez superada esa ofensiva de
la derecha, se abrió un nuevo momento en la revolución boliviana que él
ha denominado de "tensiones creativas". Es decir, debates al interior
del proceso que lo hacen avanzar.
Al
respecto, Abal asegura que en los movimientos sociales conviven dos
tendencias político-ideológicas: "una la sindical, centrada en la
reivindicaciones sectoriales, y la otra revolucionaria, como parte del
proceso de cambio y parte del gobierno". Es en la disputa de esas dos
miradas donde se dan las tensiones creativas que, desde su punto de
vista, son "la dialéctica del movimiento de conciencia de la clase".
La
lógica "obrerista", según el sociólogo, no logra terminar de comprender
"la otra lógica organizativa e ideológica de los pueblos originarios". Y
esto lo atribuye a una contradicción impulsada durante décadas de
enfrentar "indios contra obreros" y que "fue fomentada en una etapa del
nacionalismo revolucionario (1952 – 1985)".
Finalmente,
el analista apunta que "el vínculo potente se encuentra entre el
Gobierno y los movimientos sociales", donde "el gran articulador de este
bloque es, sin duda, Evo Morales, incluso más allá del instrumento
político". Como contracara, Estado y movimientos sociales "aún se
encuentran distanciados", porque este último "mantiene su matriz
colonial no superada".
Una revolución con futuro
Si
bien los procesos políticos nacionales difícilmente pueden sobrevivir
mucho tiempo aislados, además de sus fortalezas internas, Bolivia cuenta
todavía con aliados en el continente. Más allá de sus propios
conflictos están Venezuela, Nicaragua y también Cuba, países con los que
integra la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América
(Alba). Cabe recordar que, con colaboración de La Habana, en 2008 se
declaró "libre de analfabetismo" a todo el territorio boliviano.
Por
otra parte, a pesar del traspié sufrido en el referéndum de comienzos
de 2016, que impedía a Morales volver a presentarse en las elecciones
presidenciales de 2019, esto finalmente fue habilitado por el Tribunal
Supremo. Con su candidatura y una derecha por ahora dividida, la
continuidad del proceso parece estar asegurada.
Por
último, pero no menos importante, García Linera pronosticó en el
reciente Foro Mundial de Pensamiento Crítico, llevado a cabo en Buenos
Aires, que los Gobiernos conservadores de la región durarán poco tiempo y
luego vendrá un nuevo auge progresista y de izquierda.
"Estamos
enfrentando una oleada conservadora neoliberal que tiene dos limites
intrínsecos: es fosilizada y es en sí misma contradictoria", apuntó. Y
detalló que en estos países se están "repitiendo las recetas que hace
veinte años fracasaron", por lo que "no hay inventiva, no hay
creatividad, no hay esperanza".
A
su vez, "el neoliberalismo actual solamente moviliza odios y
resentimientos". Es decir, que está "fundado en la negatividad y no en
la proposición. No en la esperanza de mediano plazo, sino en el rechazo
emotivo de corto plazo. Y eso tiene patas cortas", completó el
vicepresidente boliviano.
Por
eso, con optimismo, sentenció: "En vez de vivir una larga noche
neoliberal, hemos de vivir una corta noche de verano neoliberal. Y ahí
es donde nos toca a nosotros reconocer lo que hicimos bien, reconocer lo
que hicimos mal, y prepararnos". "La izquierda tiene que volver a
prepararse para tomar el poder en los siguientes años en el continente",
concluyó.
Santiago Mayor
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