Caían
las primeras horas de la noche y brizaba sobre la Plaza Mayor de San
José, Costa Rica, eran las 6:00 de la tarde ese 15 de septiembre de
1842, cuando un tribunal rural de mafiosos cipayos costarricenses,
españoles vividores y la iglesia ladrona, corrieron a ordenar, sin
juicio, el asesinato del unionista de Centroamérica, Francisco Morazán.
Todo
enemigo de la libertad de los pueblos adorará los dictadores. Todo
genio de la política como Morazán tendrá en contra en todo tiempo
siervos como Rafael Carrera, soldado “indio” de los ingleses y dictador
guatemalteco, fue enemigo de los derechos ciudadanos y amante de las
órdenes extranjeras.
Reflexión / EL LIBERTADOR /
Un
hombre de recio carácter, de apenas 50 años, quedó viendo a su hijo y,
le dijo sin temor, “esto es asesinato, nada se me ha demostrado en
juicio”. Ese diálogo al borde del patíbulo, Francisco Morazán lo dejó
escrito en su testamento. Han pasado 176 años de ese crimen en suelo
costarricense que, al pretender acabar la vida del héroe, lo hizo
inmortal en los pueblos; nadie recuerda el nombre de los sicarios
“ticos”, Morazán es eterno y así será siempre.
Está
demostrado que Centroamérica desunida no tiene ningún peso global, el
ideal unionista de Morazán no admite discusión; además, el genio
político de Morazán heredó para el istmo las garantías individuales,
derecho a ser ciudadanos, a tener una República y a ser libres y
soberanos. El prócer también estableció la educación laica y gratuita
otorgada por el Estado. Y parte de su legado es la libertad de
conciencia, de expresión, de religión y de cultos.
Debe
tomarse la imagen de Morazán para emprender todas las luchas sociales,
tanto por su pensamiento patriótico y por ser un ícono digno de
admiración que sobresale en la historia.
Con
el propósito de renovar los valores de identidad nacional, la vigente,
desgastada y vulgar celebración del 15 de septiembre, debe transformarse
en la conmemoración de la obra y herencia morazánica.
“Con
una Honduras expuesta a tanta penetración cultural derivada de la
globalización y debido a la crisis política, económica y social, es
evidente que hay que renovar los valores de la identidad y, entre los
más importantes, están los compartidos por Morazán”, ha dicho el
destacado historiador Jorge Alberto Amaya.
José
Francisco Morazán Quezada, nació en Tegucigalpa el 3 de octubre de
1792, agarró las armas obligado, porque como hoy, en su momento, los
dictadores, el imperio español y la élite religiosa y económica no
dejaron otra salida para libertad de los pueblos centroamericanos, fue
un político brillante y gobernó la República Federal de Centro América
en condiciones adversas y turbulentas en el periodo de 1827 a 1838.
Saltó
a la fama luego de su victoria en la legendaria Batalla de La Trinidad,
el 11 de noviembre de 1827. Desde entonces, y hasta su derrota en
Guatemala en 1840, Morazán dominó la escena política y militar de
Centroamérica.- En política, Morazán fue reconocido por los miembros de
su partido como gran pensador y visionario.
De acuerdo a escritores liberales como Federico Hernández de León Lorenzo Montúfar y Ramón Rosa Morazán intentó transformar Centroamérica en una nación grande y progresista; mientras que escritores conservadores como Manuel Coronado Aguilar lo acusan de intentar imponerse por la fuerza por motivos personales; finalmente, escritores socialistas como Severo Martínez Peláez sugieren que, los liberales dirigidos por Morazán eran los criollos hacendados que habían sido explotados por los criollos guatemaltecos y el clero regular durante la colonia y, con Morazán a la cabeza, pretendían tomar el poder de la región.
La
gestión de Morazán como mandatario de la República Federal promulgó las
reformas liberales, dirigidas a quitar el poder a los principales
miembros del partido conservador: los criollos que residían en la Nueva
Guatemala de la Asunción y las órdenes regulares de la Iglesia Católica.
Las reformas incluyeron: la educación, libertad de prensa y de religión
entre otras. Además limitó el poder del clero secular de la Iglesia
Católica con la abolición del diezmo del gobierno y la separación del
Estado y la Iglesia.
Con
estas reformas Morazán se ganó enemigos poderosos, y su período de
gobierno estuvo marcado por amargas luchas internas entre liberales y
conservadores. Sin embargo, a través de su capacidad militar, Morazán se
mantuvo firme en el poder hasta 1837, cuando la República Federal se
fracturó irrevocablemente.
Esto
fue explotado por las órdenes regulares de la Iglesia y los líderes
conservadores guatemaltecos, que se unieron bajo el liderazgo del
general guatemalteco Rafael Carrera, y, con el fin de no permitir que
los criollos liberales les arrebataran sus privilegios, terminaron por
dividir a Centroamérica en cinco Estados, como hasta hoy.
Entre
el humo de la pólvora, se vio que Morazán alzó levemente la cabeza y
musitó: «Aún estoy vivo...». Una segunda descarga acabó con la vida
física del hombre al cual José Martí describió como «un genio poderoso,
un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que
haya producido la América Central».
En
octubre de 1842, los gobiernos de Centroamérica, satisfechos de que
Morazán hubiese desaparecido, reanudaron sus relaciones con Costa Rica.-
En 1848, el gobierno de José María Castro, envió los restos de Morazán a
El Salvador, cumpliendo uno de sus últimos deseos. Morazán no quedó
tirado en la sucia Plaza Mayor de San José, ahí se hizo inmortal. Costa
Rica debe pedir perdón, si entiende historia, cultura y respeta la
libertad.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/2975-una-tarde-como-hoy-el-asesinato-transformo-a-morazan-en-inmortal
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