jueves, 28 de diciembre de 2017

México: Las repercusiones regionales de la desafortunada elección de Honduras // Editorial de La Nación de Costa Rica, “Hecho consumado en Honduras”

Diciembre 28,2017 / Criterio.hn
Jorge G. Castañeda/Proyect Syndicate
Una vez más, se ha producido una grave violación de la democracia representativa en América Latina. A pesar de todas las herramientas jurídicas regionales que se han creado en los últimos años, una elección injusta y escasamente libre probablemente fue robada, o en el mejor de los casos, mancillada hasta el punto de que el resultado no puede considerarse confiable.
              CIUDAD DE MÉXICO – En Honduras, las elecciones robadas, seguidas de acusaciones de fraude, manifestaciones callejeras y represión militar, siguen como siempre. Así que no fue exactamente impactante cuando las elecciones presidenciales de finales de noviembre, marcadas por numerosas irregularidades en el conteo de votos, llevaron a las tres. Pero es probable que las consecuencias repercutan en toda América Latina. Los principales pensadores y formuladores de políticas del mundo examinan lo que se desmoronó en el último año y anticipan lo que definirá el próximo año.

Décadas de intervención extranjera en Honduras han causado la actual situación del país. Desde 1903 hasta 1925, Honduras enfrentó continuas incursiones de las tropas de los Estados Unidos. En la década de 1980, durante el violento esfuerzo respaldado por Estados Unidos para lograr un cambio de régimen en la vecina Nicaragua, Honduras se convirtió en lo que algunos en el ejército llamaron en broma “el único portaaviones terrestre del mundo”.

Hoy funciona como un importante punto de tránsito para las drogas enviadas desde América del Sur a los Estados Unidos. Pero, en los últimos años, las potencias extranjeras han realizado esfuerzos para desempeñar un papel más constructivo. En particular, el presidente anterior de Estados Unidos, Barack Obama, se comprometió con los Estados Unidos a dejar de lado décadas de recriminación mutua con sus vecinos latinoamericanos, y facilitó el desarrollo de un sistema interamericano de defensa colectiva de la democracia y los derechos humanos.
La joya de la corona de este esfuerzo fue la normalización de las relaciones con Cuba en 2016. Con eso, no parecía haber ninguna razón para que todos los países del hemisferio no aceptaran utilizar las herramientas creadas desde 1948 para defender la democracia y los derechos humanos en la región, independientemente de consideraciones geopolíticas a corto plazo. Las principales herramientas jurídicas regionales son el Pacto de Bogotá de 1948, que creó la Organización de los Estados Americanos (OEA); el Pacto de San José de 1969 o la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que dio origen a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos; y la Carta Democrática Interamericana 2001. También existe la práctica relativamente antigua de la OEA de enviar Misiones de Observadores Electorales, generalmente dirigidas por ex presidentes o ministros de relaciones exteriores, para observar la votación en varios países. Si bien no todos los países son parte de todos estos instrumentos, han sido, colectivamente a lo largo del tiempo, instrumentos útiles, aunque imperfectos, para defender sus respectivas causas. Sin embargo, la situación actual en Honduras equivale a una segunda prueba crítica del sistema que comprenden, el primero es el semi-golpe que derrocó al entonces presidente Manuel Zelaya en 2009.

Lo que sucede ahora puede legitimar los mecanismos que se han creado o debilitarlos severamente.   28 de diciembre de 2017, YANIS VAROUFAKIS, revisa cómo las escuelas de pensamiento económico competidoras podrían dar cuenta de los regalos navideños. Las elecciones de noviembre fueron supervisadas por una misión de la OEA, así como por una de la Unión Europea. 

Cuando, al día siguiente de la votación, con las papeletas de solo el 57% de los centros de votación registradas y el candidato de la oposición, Salvador Nasralla, liderando en más del 5%, el conteo cesó repentinamente, tanto las misiones como la oposición exigieron un voto parcial o recuento total. Pero no han mostrado mucha determinación desde entonces.

Durante las dos semanas posteriores a la votación, las autoridades electorales hondureñas insistieron en que el titular, Juan Orlando Hernández, ganara un 1.5%, debido a una oleada de votos (estadísticamente improbable) para él en las áreas rurales. Como para apaciguar las quejas, las autoridades llevaron a cabo un recuento parcial de menos de un tercio de los votos, alterando el resultado final, pero no lo suficiente como para anular la victoria de Hernández. El 15 de diciembre, hicieron oficial la victoria de Hernández.

La misión de la UE denunció los engaños electorales del gobierno de Hernández, pero también afirmó que los recuentos y las comparaciones de las hojas de conteo con datos computarizados no mostraron cambios significativos en los resultados. No endosó ni rechazó el resultado oficial.

Por el contrario, la misión de la OEA decidió que no podía concluir cuál de los dos candidatos principales ganó. Pero Hernández rechazó la propuesta del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, de una nueva elección, declarando que los hondureños tendrían que esperar cuatro años para otra votación. Otros países latinoamericanos, incluidos Costa Rica, Guatemala y México, no retrocedieron y rápidamente reconocieron la victoria de Hernández, al igual que los EE. UU.

Mientras tanto, Nasralla, que sigue insistiendo en que ganó, se ha negado a conceder. Y las protestas callejeras, y la respuesta de la policía y los militares a ellas, han seguido sacudiendo la capital y otras ciudades importantes.

No hay verdaderos ganadores en medio de esta confusión y confrontación, aunque, por supuesto, algunos lo están haciendo mejor que otros. Hernández logró su objetivo de convertirse en el primer presidente de Honduras en décadas en ser reelegido, aunque se dará cuenta de que su mandato está permanentemente empañado por el informe de la misión de la OEA sobre manipulación de votos.

Además, Estados Unidos seguramente se alegra de que el presidente hondureño esté cerca del jefe de gabinete del presidente Donald Trump, John Kelly, y un incondicional partidario de la guerra contra las drogas de Kelly en Centroamérica. Nasralla, por el contrario, está estrechamente alineada con Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua y Venezuela (los llamados países del ALBA).

Pero quizás el mayor ganador sea el gobierno populista radical de Venezuela, que ahora puede pasar los próximos cuatro años cuestionando la elección de Hernández y apoyando a sus adversarios. Se beneficia aún más del hecho de que Almagro, quien ha desempeñado un papel destacado en la promoción de la defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela, ahora ha sido desacreditado, socavando todo el proceso de monitoreo electoral de la OEA. Con la probabilidad de que se cuestione la legitimidad de las elecciones del próximo año en Venezuela, esa no es una pequeña ventaja para el presidente Nicolás Maduro.

Una vez más, se ha producido una grave violación de la democracia representativa en América Latina, a pesar de todas las herramientas que se han creado en los últimos años. Una elección injusta y escasamente libre probablemente fue robada, o en el mejor de los casos, mancillada hasta el punto de que el resultado no puede considerarse confiable. Honduras puede ser un país pequeño y pobre, pero es probable que los efectos de este fracaso sean de gran alcance.


https://criterio.hn/2017/12/28/las-repercusiones-regionales-la-desafortunada-eleccion-honduras/

                         *****************************

Editorial de La Nación de Costa Rica, “Hecho consumado en Honduras” 

Al proclamar la reelección de su presidente, el país ha entrado en una peligrosa situación y es probable que el mandato de Hernández se consolide, pero en medio de gran inestabilidad.

El domingo 17 de diciembre, el mismo día en que el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se declaró imposibilitado de “dar certeza” sobre el resultado electoral en Honduras y llamó a nuevas votaciones, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) proclamó oficialmente la reelección del presidente Juan Orlando Hernández en los comicios del 26 de noviembre. De este modo, se consumó un hecho sumamente grave para la democracia, la legitimidad política, la cohesión social y la estabilidad en ese país, con implicaciones que trascienden su territorio; entre otras cosas, vulneran la institucionalidad y la dinámica –de por sí muy compleja– de las relaciones centroamericanas.

Como es de sobra conocido, y comentamos en un reciente editorial, el proceso electoral hondureño ha estado marcado por dos graves situaciones. La primera, de origen, fue la eliminación, mediante decisiones judiciales tomadas por magistrados afines a Hernández, de la cláusula constitucional que impedía la reelección, la cual, al ser definida como una “norma pétrea”, era legalmente imposible variarla. Fue bajo esta sombra que se celebraron los comicios. Se generó entonces el segundo problema, detonante de la crisis actual: luego de que, con el 57 % de las mesas escrutadas, el principal candidato opositor Salvador Nasralla mostrara, la noche del 26, una sólida ventaja, se suspendió el conteo por varias horas. Luego continuó en medio de serias dudas y cuestionamientos, hasta que el TSE divulgó datos provisionales que daban una ligera ventaja al presidente.

Las misiones observadoras de la OEA y de la Unión Europea (UE) formularon documentadas críticas sobre este manejo, y recomendaron un reconteo de las 4.753 mesas que volcaron la tendencia inicial. El TSE dijo aceptar, pero la forma como procedió al presunto recuento no despejó las dudas, como dio a conocer un segundo informe de la OEA, emitido el 17 de este mes, del que se hizo eco el secretario Almagro. Según la declaratoria del Tribunal, Hernández ganó con un 42,95 % de los votos, y su Partido Nacional logró mayoría en el Congreso y las alcaldías; a Nasralla, de la Alianza de Oposición contra la Dictadura, le otorgó el 41,24 %.

Con tan endebles bases constitucionales para la reelección, unos comicios altamente cuestionados y una oposición endurecida que se niega a aceptar los resultados oficiales, un mínimo de sensatez y respeto a la pureza del sufragio debió conducir a buscar una salida pactada antes de proclamar al triunfador. Que el TSE, donde la influencia presidencial es fuerte, optara por lo contrario es inquietante y augura un comprometido futuro para Honduras, donde la violencia callejera ha reaparecido. Por desgracia, Estados Unidos ha avalado la decisión del Tribunal, y al menos los mandatarios de Guatemala y Colombia han felicitado a su colega. 

Además, es posible que muchos países se plieguen a la tendencia, ante el hecho indiscutible de que, aunque su mandato carezca de legitimidad, Hernández sigue en el poder.

Para Costa Rica, la situación es particularmente delicada. No podemos dar por buenos resultados cuestionados por la máxima organización hemisférica, pero tampoco podemos asumir un liderazgo en rechazarlos, porque es muy probable que esto nos enfrente al resto de los países centroamericanos y, además, carezca de suficiente eco hemisférico. Ante esta disyuntiva, no existe una opción ideal. Lo mejor será mantener una extrema prudencia, apoyar los esfuerzos de la OEA encaminados a una salida razonable, consultar permanentemente con nuestros aliados en la UE, abstenernos de un reconocimiento explícito antes de algún desenlace satisfactorio, pero, a la vez, interactuar, inevitablemente, con la cabeza del Ejecutivo hondureño.

Si a lo ocurrido en Honduras sumamos el creciente cerco antidemocrático de Daniel Ortega en Nicaragua, la debilidad del presidente Jimmy Morales en Guatemala, la polarización creciente en El Salvador y los graves retos económicos, sociales y de seguridad que afligen a todos esos vecinos, particularmente el llamado Triángulo Norte, la conclusión es tan clara como inquietante: un entorno de inestabilidad regional que difícilmente tenderá a reducirse. Hay que tomarlo muy en cuenta al definir nuestra acción externa y, sobre todo, centroamericana.

https://criterio.hn/2017/12/28/editorial-la-nacion-costa-rica-hecho-consumado-honduras/

 

 


No hay comentarios :

Publicar un comentario