Galel Cárdenas
Algún
día, cuando se libere Honduras del dictador enfermizo, llamado Juan
Orlando Hernández, que la oligarquía y el Departamento de Estado
norteamericano escogieron para que tomara las riendas del Estado
hondureño, habrá que estudiar las diversas aristas de este personaje
oscuro, megalómano y desquiciado, sólo comparable con otros tiranos
famosos por sus locuras de poder y de personalidad esquizoide.
Antes
de proseguir en el tema que nos ocupa, existe una teoría
neuropsicológica consistente en determinar que los dictadores poseen un
gen llamado AVRP1, mismo que regula la capacidad de ser generosos con
los ciudadanos comunes; el gen ayuda a secretar una hormona que genera
ciertos placeres que las personas normales no la poseen.
Según
tales teorías, la función cerebral de los dictadores está situado en el
tronco encefálico muy parecido al cerebro de los reptiles, cuyos
caracteres son la muestra de agresividades que defienden su territorio,
según Daniel Eskibel miembro de la Internacional Society of Political
Psichology.
El
dictador sólo espera instalarse en el poder para dominar su entorno de
manera totalitaria. Su obsesión compulsiva es ubicarse en la cúspide de
una jerarquía inventada por él mismo, en donde la voz de mando no está
compartida, todo ello lo aparta de la realidad contextual, ante lo
cual, él inventa sus realidades, tiene su propia versión de la
objetividad del mundo.
Si
quienes le rodean en el estado mayor que ha escogido no lo siguen
ciegamente, puede apartarlos de las maneras más sutiles o violentas
posibles.
Cuando
está en el paroxismo de su enajenación, cuando es interrogado por sus
fechorías, entonces se eleva sobre sí mismo y se coloca en la cúspide
de la jerarquía inventada y desde allí en su fase de estado del yo
superior, responde a las interrogantes con frases distractoras, porque
nadie puede poner en duda su autoridad privilegiada.
El
dictador entonces desde que ha arribado al poder en escalas que pueden
ir de menor a mayor grado (diputado, presidente de comisiones,
presidente del CN, presidente, dictador), desde las mínimas funciones
jerárquicas va estableciendo una red horizontal y vertical de relaciones
dominantes basadas en el fraude, la corrupción y la compra de
voluntades, donde él sabe que un día nadie podrá removerlo como el ser
supremo de la autoridad máxima alcanzada en su plan maquiavélico que ha
ido aporcando uno por uno en su carrera hacia el totalitarismo de su
mando.
Todo
lo tiene debidamente planificado, lo tiene completamente establecido,
nadie puede disputarle su jerarquía, por eso él se dirige a la plebe
sólo en el escenario de las comparecencias, nadie puede compartir con
él un estrado de mando, como Hitler o Mussolini, nadie puede disputarle
su voz superior, de máxima irradiación de dominio.
Los
ciudadanos comunes, la masa, los manifestantes en su contra son
personajes que no saben de su generosidad según sus cavilaciones, los
ciudadanos rebeldes, se rebelan ante su desparpajo administrativo que ha
concentrado todo en sus manos poderosas.
Su
estado febril de dominio lo lleva a establecer acciones compulsivas,
como por ejemplo declararse ocho veces presidente por sí mismo, a
sabiendas que ha perdido legalmente las elecciones, pero, confiando en
que sus piezas de ciega obediencia saldrán muy bien libradas de una
realidad que lo aplasta, las elecciones ganadas por su contrincante.
Otro
profesional llamado Jerrold Post, del Programa de Psicología Política
de la Universidad George Washington, ha expresado en diversos foros
sobre el tema, estableciendo que muchos dictadores sufren patologías que
se ubican entre la neurosis y la psicosis, pues su comportamiento puede
funcionar de manera racional, empero, en algunas ocasiones, cuando
pierden el dominio contextual, entonces sus percepciones de la realidad
se distorsionan y tales anormalidades se reflejan en sus acciones
erráticas gubernativas, por ejemplo con el dictador Joh, en estos días
de gran presión social rebelde del pueblo, ha sometido a la población a
diversas tácticas represivas, incluyendo en ellas el asesinato y la
suspensión de las garantías personales, con el objetivo de parar la
protesta generalizada.
Con lo que no cuenta el dictador es que sus socios empresarios sufren las consecuencias de la rebelión ciudadana.
Sus
fallas de conducta se muestran en la compulsiva mentira que van
expresando por doquier, sin el más leve rubor racional, en la
manipulación de todo cuanto debe realizar, por ello, le viene bien, haré
lo que tenga que hacer, incluso matar, como lo ha hecho a través de su
policía pretoriana, la policía militar a quienes ha mando asesinar la
juventud hondureña que combate su dictadura rechazada y combatida.
Según
James Fallon, un reconocido científico de la Universidad de California,
los dictadores manejan una mentalidad tendiente a odiar más que a amar a
sus congéneres. Además, poseen un desajuste cerebral inclinada a
provocar el miedo, la rabia, y la falta de asumir la realidad “real” y
no la imaginaria.
Roberto
Gonzáles Scott ha escrito un artículo denominado “La Psicología de los
dictadores”, en el cual manifiesta que los dictadores han sufrido
traumas bastante destacados allá en el oscuro acontecer de la infancia, a
la vez que proceden de matrimonios deshechos, además que en su núcleo
familiar ha habido parientes abusivos. Muchas veces han sufrido graves
restricciones económicas en su hogar, en su familia.
Se
produce en los dictadores un odio a quienes les rodean, no han sido
capaces de desarrollar sentimientos de respeto a la vida y hacienda de
ciertos personajes a los cuales les despoja de todo cuanto pueden.
La
megalomanía los impulsa a expresar discursos que son repetitivos, y
llegan a creer que son representantes de una ciudadanía que desprecia,
desarrollan complejos paranoicos, es por eso que siempre están rodeados
de una aparato militar de seguridad bastante escandaloso.
Son
incapaces de resistir la crítica social, por eso ellos en vez de
rectificar profundizan más sus rencores. Siempre están justificando sus
acciones y buscando chivos expiatorios, como el caso de JOH que siempre
está expresando que la culpa de todo lo malo que acontece en la nación
está personificada en LIBRE y en Mel Zelaya.
Duermen
poco y sufren alucinaciones, pero, en tales dimensiones distorsionadas
de la realidad, creen firmemente que están llamados a cambiar el mundo.
En
el fondo los dictadores son muy solitarios y les encanta rodearse de
aduladores o personas que les digan que sus acciones son muy bien
venidas por el pueblo. No aceptan consejos, en su euforia dictatorial se
convierten en energúmenos que alzan la voz para imponer su rabia de
defraudación.
Podemos concluir que Juan Orlando Hernández responde perfectamente al perfil de los dictadores desquiciados.
Su
ambición por el poder absoluto es uno de los elementos que lo
personifican como un verdadero autócrata, un déspota, un sátrapa
artero.
Y
su personalidad está distorsionada, caracterizada por una locura de
mando, de ambición, de riqueza. Esta enajenado por el dinero y el poder
absoluto.
Para
sostener este imperio, esta supremacía, este señorío, ha debido
inventarse un ejército leal a sus afanes de mando y dinero mal habido, y
para ello necesita bañar de sangre a la nación, no importando vidas,
haciendas y honores de un pueblo honrado, auténtico, combativo que
defiende la soberanía de su decisión electoral.
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