sábado, 16 de diciembre de 2017

Honduras: PODER, SANGRE Y LOCURA DE LOS DICTADORES

Galel Cárdenas

Algún día, cuando se libere Honduras del dictador enfermizo, llamado Juan Orlando Hernández, que la oligarquía y el Departamento de Estado norteamericano escogieron para que tomara las riendas del Estado hondureño, habrá que estudiar las diversas aristas de este personaje oscuro, megalómano y desquiciado, sólo comparable con otros tiranos famosos por sus locuras de poder y de personalidad esquizoide.
Antes de proseguir en el tema que nos ocupa, existe una teoría neuropsicológica consistente en determinar que los dictadores poseen un gen llamado AVRP1, mismo que regula la capacidad de ser generosos con los ciudadanos comunes; el gen ayuda a secretar una hormona que genera ciertos placeres que las personas normales no la poseen.

             Según tales teorías, la función cerebral de los dictadores está situado en el tronco encefálico muy parecido al cerebro de los reptiles, cuyos caracteres son la muestra de agresividades que defienden su territorio, según Daniel Eskibel miembro de la Internacional Society of Political Psichology.

El dictador sólo espera instalarse en el poder para dominar su entorno de manera totalitaria. Su obsesión compulsiva es ubicarse en la cúspide de una jerarquía inventada por él mismo, en donde la voz de mando   no está compartida, todo ello lo aparta de la realidad contextual,  ante lo cual,  él inventa sus realidades, tiene su propia versión de la objetividad del mundo. 

Si quienes le rodean en  el estado mayor que ha escogido no lo siguen ciegamente, puede apartarlos de las maneras más sutiles o violentas posibles.

Cuando está en el paroxismo de su enajenación, cuando es interrogado por sus fechorías, entonces se eleva sobre sí mismo  y se coloca en la cúspide de la jerarquía inventada y desde allí en su fase de estado del yo superior, responde a las interrogantes con frases distractoras, porque nadie puede poner en duda su autoridad privilegiada.

El dictador entonces desde que ha arribado al poder en escalas que pueden ir de menor a mayor grado  (diputado, presidente de comisiones, presidente del CN, presidente, dictador), desde las mínimas  funciones jerárquicas va estableciendo una red horizontal y vertical de relaciones dominantes basadas en el fraude, la corrupción y la compra de voluntades, donde él sabe que un día nadie podrá removerlo como el ser supremo de la autoridad máxima alcanzada en su plan maquiavélico que ha ido aporcando uno por uno en su carrera hacia el totalitarismo de su mando.

Todo lo tiene debidamente planificado, lo tiene completamente establecido, nadie puede disputarle su jerarquía, por eso él se dirige a la plebe sólo en el escenario de las comparecencias,  nadie puede compartir con él un estrado de mando, como Hitler o Mussolini, nadie puede disputarle su voz superior, de máxima irradiación de  dominio.

Los ciudadanos comunes, la masa, los manifestantes en su contra son personajes que no saben de su generosidad según sus cavilaciones, los ciudadanos rebeldes, se rebelan ante su desparpajo administrativo que ha concentrado todo en sus manos poderosas.

Su estado febril de dominio lo lleva a establecer acciones compulsivas, como por ejemplo declararse ocho veces presidente por sí mismo, a sabiendas que  ha perdido legalmente las elecciones, pero, confiando  en que sus piezas de ciega obediencia saldrán muy bien libradas de una realidad que lo aplasta, las elecciones ganadas por su contrincante.

Otro profesional llamado Jerrold Post, del Programa de Psicología Política de la Universidad George Washington, ha expresado en diversos foros sobre el tema, estableciendo que muchos dictadores sufren patologías que se ubican entre la neurosis y la psicosis, pues su comportamiento puede funcionar de manera racional, empero, en algunas ocasiones, cuando pierden el dominio contextual, entonces sus percepciones de la realidad se distorsionan y tales anormalidades se reflejan en sus acciones erráticas gubernativas, por ejemplo con el dictador Joh, en estos días de gran presión social rebelde del pueblo, ha sometido  a la población a diversas tácticas represivas, incluyendo en ellas el asesinato y la suspensión de las garantías personales, con el objetivo de parar la protesta generalizada.

Con lo que no cuenta el dictador es que sus socios empresarios sufren  las consecuencias de la rebelión ciudadana.

Sus fallas de conducta se muestran en la compulsiva mentira que van expresando por doquier, sin el más leve rubor  racional, en la manipulación de todo cuanto debe realizar, por ello, le viene bien, haré lo que tenga que hacer, incluso matar, como lo ha hecho a través de su policía pretoriana, la policía militar a quienes ha mando asesinar la juventud hondureña que combate su dictadura rechazada y combatida.  

 Según James Fallon, un reconocido científico de la Universidad de California, los dictadores manejan una mentalidad tendiente a odiar más que a amar a sus congéneres. Además, poseen un desajuste cerebral inclinada a provocar el miedo, la rabia, y la falta de asumir la realidad “real” y no la imaginaria.

Roberto Gonzáles Scott ha escrito un artículo denominado “La Psicología de los dictadores”, en el cual manifiesta que los dictadores han sufrido traumas bastante destacados allá en el oscuro acontecer de la infancia, a la vez que proceden de matrimonios deshechos, además que  en su núcleo familiar  ha habido parientes abusivos. Muchas veces han sufrido graves restricciones económicas en su hogar, en su familia.

Se produce en los dictadores un odio a quienes les rodean, no han sido capaces de desarrollar sentimientos de respeto a la vida y hacienda de ciertos personajes a los cuales les despoja de todo cuanto pueden.

La megalomanía los impulsa a expresar discursos que son repetitivos, y llegan a creer que son representantes de una ciudadanía que desprecia, desarrollan complejos paranoicos, es por eso que siempre están rodeados de una aparato militar de seguridad bastante escandaloso.

Son incapaces de resistir la crítica social, por eso ellos en vez de rectificar profundizan más sus rencores. Siempre están justificando sus acciones y buscando chivos expiatorios, como el caso de JOH que siempre está expresando que la culpa de todo lo malo que acontece en la nación está personificada en LIBRE y en Mel Zelaya.

Duermen poco y sufren alucinaciones, pero, en tales dimensiones distorsionadas de la realidad, creen firmemente que están llamados a cambiar el mundo.

En el fondo los dictadores son muy solitarios y les encanta rodearse de aduladores o personas que les digan que sus acciones son muy bien venidas por el pueblo. No aceptan consejos, en su euforia dictatorial se convierten en energúmenos que alzan la voz para imponer su rabia de defraudación. 

Podemos concluir que Juan Orlando Hernández responde perfectamente al perfil de los dictadores desquiciados.

Su ambición por el poder absoluto es uno de los elementos que lo personifican como  un verdadero autócrata, un déspota, un sátrapa artero.

Y su personalidad está distorsionada, caracterizada por una locura de mando, de ambición, de riqueza. Esta enajenado por el dinero y el poder absoluto.

Para sostener este imperio, esta supremacía, este señorío,  ha debido inventarse un ejército leal a sus afanes de mando y dinero mal habido, y para ello necesita bañar de sangre a la nación, no importando vidas, haciendas y honores de un pueblo honrado, auténtico, combativo que defiende la soberanía de su decisión electoral.

Diciembre 15,2017.-



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