Miércoles, 29 Marzo 2017
Un 29 de marzo de 1983, el dirigente campesino y popular Dagoberto
Padilla, junto con sus compañeros cooperativistas de las Guanchías
Israel Ulloa, Ángel Alvarado y Alcides Mejía, fueron abatidos por
militares pagados por empresarios y terratenientes decididos a quitar de
en medio a quien defendía los derechos agrarios y de los trabajadores
del campo.
Dagoberto padilla
y compañeros fueron asesinados en la década de los ochentas. Mucho
antes, incontables campesinos derramaron su sangre por amor a la
tierra. Son emblemáticas las masacres de la talanquera y de Los
Horcones, sin omitir los asesinatos de dirigentes de base que cayeron
fulminados por órdenes de terratenientes y militares.
La masacre del
Bálsamo no fue ni mucho menos la última del siglo veinte, fue
acompañada del asesinato de Herminio Deras. Basta hacer memoria de la
masacre en El Astillero, en el valle de Leán, Atlántida, en donde cinco
luchadores campesinos y delegados de la Palabra de Dios, cayeron
víctimas de las armas de un coronel en 1991.
Los crímenes por
la tierra y por los derechos humanos son un asunto no solo del siglo
veinte. La zona del Aguán es testigo de centenares de asesinatos, en
donde los poderes económicos, agro industriales, políticos, militares y
narco negocios se han hecho un nudo en contra de las demandas de
campesinos por acceder a la tierra para trabajarla.
La tierra y los
derechos laborales siguen siendo una demanda fundamental. De nada valen
programas oficiales asistencialistas que ofrecen fogones, bolsas
solidarias, bonos diez mil que alegran por unos días pero no existe
ningún cambio en su relación con la tierra. De qué vale dar una ayuda
asistencial que deja intacta la actual tenencia de la tierra.
De qué valen los
programas llamados de “Vida mejor” si van acompañados de amenazas y
muerte para las comunidades campesinas que demandan un reordenamiento
de la tierra que conduzca a que todas las familias campesinas accedan a
la tierra y a la asistencia del Estado para la producción digna y
comercialización justa de los productos.
Más de tres
décadas después del asesinato de los mártires del Bálsamo, la tierra
sigue siendo factor de riqueza para reducidas familias, y factor de
miseria y migración forzada para centenares de miles de familias. Y los
derechos humanos son aplastados.
Solo una reestructuración de la tenencia de la tierra en base a la
soberanía alimentaria, de producción y comercialización campesinas hará
posible la democracia hondureña, y en luchar por hacer realidad esta
soberanía campesina y la vigencia de los derechos humanos, es como
mantendremos viva la memoria y la lucha de los mártires del Bálsamo.
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Mártires del Bálsamo y la vigencia de
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miércoles, 29 de marzo de 2017
Mártires del Bálsamo y la vigencia de la lucha agraria y laboral
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