El Heraldo.hn/ 25 de Mayo 2015-05:30.
Por Julio escoto
Peste del mundo contemporáneo: desde el partido obrero de Lula al pícaro Berlusconi, de Reagan y los Bush a Yelsin, Fujimori y Fox, robar caudales al erario es obsesión descarada, patología de una clase política que apoyándose en el principio neoliberal que pregona reducir las funciones del Estado, se entrega al capital transnacional. Lo que implica conceptos de ganancia mercantilista contra beneficio social, privatización sobre socialización comunitaria, gobierno gerencial que se opone a la equidad democrática (distributiva) de los bienes (recursos) comunales, así como banalización de la cultura, imperio del espectáculo, alza del criterio servil sobre el de profundidad. Son corrientes del orbe moderno, tampoco añoremos estéticas medievales…
Y vienen entonces catorce —y catorce veces diez— profesionales ignorantes que desde los órganos de comunicación protestan que se “politice” algún tema social, lo que es redundancia. Aristóteles acuñó la observación de que no existe materia alguna con un mínimo de articulación social que no sea política. La discusión sobre el cuido del ambiente, la economía, las organizaciones, la distribución del agua, el trabajo, el Estado y la inversión son asuntos eminentemente políticos en cuanto conciernen a los seres humanos, que se rigen y administran mediante coordenadas políticas.
Por Julio escoto
Peste del mundo contemporáneo: desde el partido obrero de Lula al pícaro Berlusconi, de Reagan y los Bush a Yelsin, Fujimori y Fox, robar caudales al erario es obsesión descarada, patología de una clase política que apoyándose en el principio neoliberal que pregona reducir las funciones del Estado, se entrega al capital transnacional. Lo que implica conceptos de ganancia mercantilista contra beneficio social, privatización sobre socialización comunitaria, gobierno gerencial que se opone a la equidad democrática (distributiva) de los bienes (recursos) comunales, así como banalización de la cultura, imperio del espectáculo, alza del criterio servil sobre el de profundidad. Son corrientes del orbe moderno, tampoco añoremos estéticas medievales…
Y vienen entonces catorce —y catorce veces diez— profesionales ignorantes que desde los órganos de comunicación protestan que se “politice” algún tema social, lo que es redundancia. Aristóteles acuñó la observación de que no existe materia alguna con un mínimo de articulación social que no sea política. La discusión sobre el cuido del ambiente, la economía, las organizaciones, la distribución del agua, el trabajo, el Estado y la inversión son asuntos eminentemente políticos en cuanto conciernen a los seres humanos, que se rigen y administran mediante coordenadas políticas.
Y luego surgen otros quince —y
quince veces diez— ignorantes que demandan no “ideologizar” alguna
discusión. Debe serse bruto, inculto, para desconocer que no hay un solo
campo humano que no comprenda formas ideológicas, pues la ideología —en
correcta interpretación, no sesgada— es pensamiento, aproximación
personal o conjunta a la realidad. Nada que exista y que nazca de la
voluntad colectiva puede dejar de ser política ni ideológica.
La corrupción es, por ende,
política (daña al ser social), genera ideologías de irrespeto al
ciudadano y, como en el IHSS, partidaria ya que, según documentos
revelados por el periodista David Romero, los fondos de tal ente fueron
saqueados mediante una operación conscientemente delictiva del Partido
Nacional.
La acción criminal sería
incluso menos impactante si los culpables reconocieran su falta.
Opuestamente, al colmo de un cinismo de hienas, no sólo niegan el hecho
sino que convocan a marchas pagadas con el fin de afianzarle la
debilidad ética al régimen, amenazan al denunciante, crean la neblina de
una campaña de descrédito internacional y se empiedran, se enchinan los
malhechores en sus cargos en vez de renunciar, como exige la vergüenza
civilizada. El cuatrero asciende a máxima respetabilidad, el carterista
es modelo, rateros lideran a la comuna; son ejercicios fascistas de
poder.
Peor aun, se aproxima al
genocidio por cuanto han ocurrido muertes como consecuencia del hecho
facineroso. Pacientes cuyo número nunca se sabrá, pero cuya venganza
cósmica ha de sobrevolar la conciencia de los ladrones por el resto de
su vida, fallecieron a causa de la carencia o negligencia de
medicamentos en el IHSS. Cirugías, emergencias, padecimientos, partos y
abortos, hilos de vida que cortó la corrupción, matar al necesitado es
una novel categoría para genocidio pero genocidio al fin.
Y grave como eso, las cobardes y
silenciosas instituciones: no se escucha el pronunciamiento indignado
de pastores, sacerdotes, Cardenal, obispos, apóstoles ni profetas, las
iglesias son mujer de Lot; ni de cámaras de industria y comercio,
Conadeh, organizaciones profesionales ni sociedades del intelecto. La
academia de la lengua, de historia, la UNAH, APH, las universidades
están muertas, la corrupción política e ideológica las castró.
Ello revela el volumen de
apatía y alienación que inficiona al hondureño, que ni cuando le roban
directamente reacciona; los millares de afiliados al IHSS prosiguen
mudos, también les robó la lengua la rapiña.
Si no fuera por los muchos
héroes que con ruido o modestos tratan de levantarle la moral a un
pueblo sumido en la idiotez, el fútbol, la telenovela, el alcohol y el
abandono, Honduras se hunde.
Lo único que salva al país es alguna natural y prodigiosa resistencia al mal.
http://www.elheraldo.hn/opinion/843091-368/la-corrupci%C3%B3n-es-incolora
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