viernes, 27 de diciembre de 2013

HONDURAS: Primeros y breves apuntes sobre las elecciones del 24-N

“En este lugar tan hondo de la América herida corre el llanto y el sudor y un sabor a lágrimas se desliza desde el cielo”. Son versos de una joven hondureña tras el golpe de Estado de hace cuatro años. El golpe inspiró un inédito vergel de poemas. El golpe también llenó las urnas de votos por el nuevo partido LIBRE y quebró el tradicional bipartidismo hondureño. Estos son los primeros y breves apuntes sobre la jornada electoral con la que se pretende cerrar esta convulsa etapa política.

por  Ismael Moreno
Las elecciones del 24 de noviembre volvieron a dejarnos claro que los dinamismos de la crisis política desatados en el país con el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 siguen intactos. El ambiente post electoral confirma que el proceso electoral no sólo está impregnado de inestabilidad, sino que las mismas elecciones son expresiones de la aguda conflictividad nacional. 

MÁS PARTICIPACIÓN

El ambiente de frustración entre los entusiastas seguidores de Xiomara Castro de Zelaya contrastó con la tranquilidad que reinó en las urnas a lo largo de todo el domingo electoral, cuando acudió más del 60% del electorado con derecho a ejercer el sufragio, una cifra récord en el país. La esperanza en un triunfo de LIBRE y la participación juvenil apoyando al Partido Anti Corrupción (PAC) fundado y liderado por el comentarista deportivo y presentador de televisión Salvador Nasralla contribuyeron a ese alto porcentaje de participación. 

Con un año y medio de existencia, el PAC logró captar los votos de decenas de miles de jóvenes de las áreas urbanas 
y del mundo universitario de la zona del Valle de Sula, que votaban por primera vez. Son votos de una juventud que 
creció desencantada de la política o a la que le interesa el futbol, la moda o la farándula, no la política. 

LA HORA DE LOS RESULTADOS

Antes de las elecciones, supimos que había un acuerdo previo: los resultados no se darían el propio domingo 24 de noviembre, sino hasta el lunes. Sin embargo, esa noche Xiomara Castro se declaró ganadora con el 29% de los votos. Horas después, el lunes, el candidato del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, hizo lo mismo: se declaró triunfador. 

En contraste con lo que suele ocurrir en el habitual ambiente triunfalista con que cierran las elecciones hondureñas, los nacionalistas no se atrevieron a salir a las calles a celebrar. Y cuando tres candidatos denunciaron que había habido fraude, la embajada de Estados Unidos y las misiones de la OEA y de la Unión Europea se apresuraron a reconocer el triunfo de Hernández en elecciones que consideraron tranquilas, con conteo transparente y con resultados confiables.

¿HUBO FRAUDE?

Los resultados oficiales coincidieron con tres de los porcentajes que adelantaban todas las encuestas. Sólo en uno “fallaron”. En las encuestas, el partido LIBRE salía con 28-29% de los votos. Y así fue: sacó algo más del 29%. El porcentaje que las encuestas le adjudicaban al Partido Liberal (20%) fue el que consiguió en las urnas. Y el que anunciaban que ganaría el Partido Anti Corrupción (15%) coincidió con el que obtuvo con los votos. 

A diferencia de estos tres aciertos, el Partido Nacional aparecía en las encuestas con un porcentaje del 26-28%, pero en los resultados electorales alcanzó algo más del 34% de los votos depositados en las urnas. Los otros cinco partidos pequeñitos -los “chingaste”, como les llaman en los pasillos políticos- no alcanzaron ni siquiera el 1% de los votos. 

¿Tienen que ver los porcentajes de las encuestas con el fraude electoral denunciado? Algo tienen que ver. Existen muchos testimonios e indicios que relacionan el aumento del porcentaje del Partido Nacional con la disminución alarmante de votos para los partidos pequeños: Unificación Democrática, Frente Amplio Político Electoral en Resistencia (FAPER) -dos partidos que participaron en alianza-, Democracia Cristiana, Partido Alianza Patriótica y Partido de Innovación y Unidad (PINU). 

En cada una de las 16 mil mesas electorales que funcionaron el día de las votaciones debía haber un delegado propietario y un delegado suplente por cada uno de los ocho candidatos a la Presidencia de la República que competían. Era de sobra sabido que los partidos pequeños no lograban cumplir con ese requisito. Sin embargo, hubo delegados de todos ellos en todas las mesas electorales. ¿Qué ocurrió? Que el Partido Nacional compró a los dirigentes de esos partidos las credenciales de sus delegados para entregarlas a miembros 
de su partido. Y que los delegados de los partidos pequeños fueron sobornados para que al momento de votar lo hicieran por el Partido Nacional. Esto explica algo insólito: que en miles 
de mesas electorales no hubo ni un solo voto depositado a favor de ninguno de esos partiditos, a pesar de que oficialmente tenían en cada mesa dos representantes. Por lógica, en cada mesa debió haber al menos dos votos por cada uno de los partidos pequeños, pero no fue así. Esta táctica provocó que miles de votos que debieron haber favorecido a los partidos pequeños se depositaron a favor del Partido Nacional. Y que en muchas mesas los delegados del partido oficial se confabularan con los delegados de los partidos pequeños 
al momento del conteo para favorecer al candidato oficialista. 


BURDA COMPRA DE VOTOS

La compra del voto ha sido una tradición en las contiendas electorales hondureñas. Esta vez también. Con la compra burda de votos o amenazando a mucha gente para que votara por el Partido Nacional para no perder los beneficios del “Bono diez mil” -la limosna que oficialmente el partido en el gobierno regala a sus correligionarios-, el oficialismo se aseguró la cantidad suficiente de votos para romper el empate técnico entre el candidato oficialista y la candidata del partido LIBRE que anunciaron durante meses las encuestas, una incertidumbre que mantuvo a la expectativa a mucha gente y que contribuyó a aumentar la masa de votantes. Envío recogió testimonios en centros electorales de varias ciudades del país que coinciden en que activistas del Partido Nacional entregaban dinero a los votantes a cambio del voto confirmado a favor del candidato oficialista. “Yo vi -me confirmó un observador independiente- cuando un activista nacionalista entregó un celular a una persona que iba a depositar el voto. También me di cuenta que al salir de votar esa persona le mostró al activista la foto que le había tomado a su voto a favor de Juan Orlando. Entonces, el activista le entregó un fajo de billetes, como cierre de la transacción acordada”. Tras varios testimonios similares, Envío puede afirmar que estos casos no fueron excepcionales. Los activistas del Partido Nacional -y previsiblemente activistas de otros partidos pequeños trabajando para el oficialismo- ofrecían entre 500 y mil lempiras -unos 25-50 dólares- por cada voto. Quien aceptaba, recibía la mitad del dinero antes de ir a la urna junto con un celular para que fotografiara el lugar donde marcaba su voto. Y a la salida, cuando el activista comprobaba que la persona había votado por el candidato oficialista, le cancelaban la otra mitad.

UN LOGRO HISTÓRICO

Aunque con trampas y con votos resultó triunfador el candidato oficialista, eso no quita el golpe frontal sufrido en la columna vertebral del tradicional modelo bipartidista que ha dominado nuestro país durante más de tres décadas de democracia representativa. Ganara Juan Orlando Hernández o se alzara con el triunfo la esposa de Manuel Zelaya Rosales, la vida política de Honduras no volverá a ser la misma, porque no estará controlada por un co-gobierno liberal-nacionalista. En todas las campañas políticas, 
desde 1981 a 2009, sólo hubo dos posibilidades: o ganaba el candidato del Partido Liberal o ganaba el del Partido Nacional. Los otros partidos, dos más entre 1981 y 1994, y tres a partir de 1997, nunca tuvieron ninguna posibilidad de triunfo, logrando entre los tres juntos, porcentajes que nunca superaron 
el 4% del electorado activo.


EL PACTO QUE VIENE

De igual manera, cualquiera 
que hubiesen sido los resultados, la coyuntura política abierta tras las elecciones deberá sostenerse sobre un pacto político de gobernabilidad entre las cuatro fuerzas que capitalizaron el proceso electoral. Es impensable que, con Juan Orlando Hernández en la Presidencia, el nacionalismo logre conducir por su cuenta la administración pública en la inestable, violenta 
e insegura realidad hondureña. Nadie tendrá capacidad para gobernar sin alianzas y obviando negociaciones serias con los otros sectores políticos del país. Porque en las elecciones 
del 24 de noviembre lo que elegimos no fue tanto a quien gobernará Honduras los próximos cuatro años, sino a quién liderará el pacto político de gobernabilidad en corresponsabilidad con las otras fuerzas políticas. El 24-N terminó el tradicional co-gobierno liberal- nacionalista. 

EL FIN DE UNA ETAPA

Entramos en otra etapa. Con las elecciones del 24 de noviembre llegó a su final la coyuntura abierta el 22 de mayo de 2011 con la firma de los Acuerdos de Cartagena de Indias, que definieron el pacto de gobernabilidad que liderarían las fuerzas políticas responsables del golpe de Estado. Con el triunfo de Juan Orlando Hernández se inicia una nueva coyuntura, que necesitará de un nuevo pacto político, 
a pesar de que seguirán al frente del país las élites políticas 
y empresariales que condujeron la coyuntura anterior y a pesar 
del resquebrajamiento del modelo bipartidista. Inicia un nuevo mapa político, sin que sepamos aún qué será lo nuevo que tendrá dibujado ese mapa en sus coordenadas. 

ZELAYA, EL GRAN NEGOCIADOR

Esta nueva etapa tiene ya su líder. Aun cuando Xiomara Castro no ganó la Presidencia de la República, el hombre que en la madrugada del 28 de junio de 2009 fue secuestrado por los militares y expulsado del país en pijama, emerge de estas elecciones como el mayor ganador personal de la contienda, convertido 
en el líder con el mayor carisma y con la mayor capacidad y habilidad para negociar ese nuevo pacto, desde su escaño de diputado en el Congreso Nacional, que se instaura el 25 de enero de 2014. Con la configuración definitiva de los 128 diputados del Congreso y la de las autoridades de las 298 corporaciones municipales electas se podrá establecer con mayor exactitud la cuota de poder desde la que Manuel Zelaya negociará con sus adversarios. Manuel Zelaya Rosales es un gran negociador. Es seguro que se erigirá en líder indiscutible de la bancada de LIBRE. Desde allí negociará con la bancada liberal que lidera el político y empresario Yani Rosenthal, antiguo Ministro de Finanzas en la truncada administración de Zelaya. Y desde allí logrará alianzas o acuerdos específicos con la bancada del Partido Anti Corrupción (PAC). Alcanzará así una mayoría en el Congreso Nacional para presionar con éxito al Ejecutivo, para boicotear iniciativas de ley de la bancada nacionalista y del ala de extrema derecha de los liberales y para lograr presentar al Legislativo iniciativas de ley que resulten exitosas. En el modelo hondureño el Congreso define más que el Ejecutivo. 

LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

Para el gobierno de Estados Unidos y los gobiernos de la Unión Europea las elecciones representaban el cierre de la etapa que se abrió con el golpe de Estado, etapa en la que se vieron tan involucrados. De ahí la atención y los recursos que invirtieron en asegurar finalmente esa cerradura. Para otros sectores, sectores populares, las elecciones también representaron un cierre, pero de otra naturaleza. Afirman, sienten y proclaman que las elecciones fueron la culminación del proceso de “lavado” del golpe de Estado. Los acuerdos firmados por el Presidente Porfirio Lobo y Manuel Zelaya en 2011, avalados por el Presidente colombiano Juan Manuel Santos y el Presidente venezolano, Hugo Chávez -símbolos de los dos modelos políticos e ideológicos confrontados de América Latina-, significaron el retorno a Honduras de Zelaya, el reingreso 
de Honduras a la OEA, el reconocimiento de la Resistencia 
al golpe de Estado como fuerza beligerante y la aceptación, por las fuerzas confrontadas en el golpe, de las elecciones como legítimo escenario para dirimir ése y cualquier otro conflicto político. 

La primera coyuntura que se impulsó tras el golpe de Estado orilló a la oposición masiva en demanda de la restitución 
del presidente derrocado, pasó por las elecciones del 29 de noviembre de 2009 y la elección de Lobo, quien al asumir su cargo el 27 de enero de 2010 recibió del gobierno de Estados Unidos y de los gobiernos de la Unión Europea un mandato: pasar del pacto de la cúpula responsable del golpe de Estado a un pacto político de gobernabilidad, lo que implicaba la obligación de incluir políticamente al sector de la Resistencia liderado por Zelaya. El Presidente Porfirio Lobo se esforzó en cumplir con esta tarea.

EUFORIA Y FRUSTRACIÓN

La euforia, la devoción hacia el líder y la estática mirada del cortísimo plazo de un sector de la izquierda tradicional hondureña cubrieron -como la espesa neblina oscurece la mirada de los caminantes- el fraude que se venía organizando y planificando con paciencia y cálculo maquiavélico por las élites que han venido conduciendo el pacto de cúpulas y después el pacto político de gobernabilidad desde el golpe de Estado hasta la fecha. Bien dicen los expertos y la sabiduría popular que un hueso en boca de perro bravo no se le puede arrancar sino con una fuerza mucho más fuerte que la del colmillo que lo sostiene. 
Las entusiastas consignas de quienes se encandilaron ante el novedoso y atractivo escenario electoral en el que se movía LIBRE no podían ser más fuertes que los colmillos de las élites políticas y empresariales de la reducida pero feroz oligarquía hondureña. Y así como fue tanta la alegría al subir, así fue tanto el golpe al caer a la dura realidad en la noche del 24 de noviembre. Tan alto fue el entusiasmo como profunda la frustración que acompañó a los sectores populares que apostaron por la bandera de LIBRE. Esta frustración ha impedido ver con calma los aciertos y los errores del proceso. Ciertos sectores de la izquierda hondureña se escudan 
en la euforia consignera para ocultar debilidades y protegerse de las voces críticas y pospositivas. 

UN ESCENARIO PELIGROSO

La frustración que invadió a mucha gente que acarició el seguro triunfo de Xiomara, tan feliz como cuando se guisa la liebre antes de cazarla, no tiene bases sólidas en que sustentarse. Xiomara 
no alcanzó la Presidencia de Honduras como consecuencia de un fraude meticulosa y pulcramente organizado. De no haber votado todos los delegados de los partidos pequeños por el candidato oficialista y de no haber habido la compra de votos, seguramente los resultados electorales hubieran culminado con un empate técnico, teniendo que dar el Tribunal Supremo Electoral el triunfo a uno de los dos, siguiendo a esta decisión 
un escenario de muy peligrosa conflictividad.


LIBRE: UN HISTÓRICO
FENÓMENO POLÍTICO

Es una victoria que el partido LIBRE se haya colocado como la segunda fuerza política en apenas dos años de haberse constituido como partido. Esta hazaña supera cualquier sentimiento de frustración. Es un dato objetivo estimulante, indiscutible, que se convierte en una herramienta de trabajo que, de consolidarse, representará una ruptura con el tradicional modelo bipartidista hondureño. 
Todavía podemos ver caras de asombro entre gente apegada al tradicionalismo político del país que no acaban de aceptar que el indestructible partido Liberal, el partido de “las milicias eternamente jóvenes”, el que siempre fue mayoritario, 
se haya resquebrajado, reducido a un lejano tercer lugar. 
Es cierto que esta ruptura se debió a la migración de miles de liberales hacia las filas de LIBRE. Pero también es cierto, de acuerdo a los sondeos de opinión que hicimos en el ERIC 
en los últimos tres años, que LIBRE creció de forma impresionante: pasó de tener en diciembre de 2011 un reconocimiento de la población del 2.8% a alcanzar un 14% en diciembre de 2012, hasta lograr ahora casi un 29%. Este crecimiento ascendente ubica a LIBRE como el fenómeno político de mayor significación y alcance en la historia de Honduras. Es un dato objetivo que debe superar el sentimiento de frustración que embarga a miles de simpatizantes de LIBRE, que esperaban tocar el cielo ya con su primera aparición en el complejo escenario electoral hondureño. 

EL DESAFÍO DE LIBRE

Convertir este gran logro en trabajo y esfuerzo y pasar del predominio de los sentimientos a la construcción de estrategias de lucha es una de las tareas primordiales de los activistas y dirigentes del partido LIBRE. Es ésta una tarea que ha de estar íntimamente vinculada a la recuperación de la fuerza movilizadora que nació en oposición al golpe de Estado y que se aglutinó en el Frente Nacional de Resistencia Nacional, sabiendo establecer una independencia armoniosa entre el instrumento partidario y el instrumento político de lucha social, porque en esta experiencia electoral se rompió la frontera entre una y otra instancia, quedando el frente social subordinado sin remedio al partido político y desapareciendo. Esto alejó a mucha gente dispuesta 
a movilizarse por demandas sociales y bajo la bandera política de un frente de lucha, pero por muy diversas razones, no interesada en identificarse con un partido político por muy de izquierda que diga ser.

EL CANDIDATO 
DE UNA NUEVA GENERACIÓN

El mayor servicio de Salvador Nasralla a la sociedad hondureña ha sido haber interesado en la política a miles de jóvenes que por ningún otro medio lo habrían hecho, pues nacieron en un mundo que ve la política como sinónimo de basura. Salvador Nasralla supo seducir a esa juventud con un discurso breve, lleno de símbolos, con pocas palabras, muchos ejemplos y muy pocas definiciones, apuntando siempre a la lucha contra la corrupción, en un país en donde hablar de políticos es hablar de corruptos. Una señora nos dijo en Radio Progreso, al conocer los resultados: “Con la cantidad de votos que ha alcanzado en sus primeras elecciones, el próximo presidente de Honduras se llamará Salvador Nasralla”. Para esa juventud que mantiene clavada su mirada en la televisión y en las redes sociales, que sigue el fútbol hondureño y el del mundo, que quiere imitar a las estrellas de la farándula musical, que 
se informa sólo de noticias sobre moda y recetas para adelgazar y mantenerse en forma. Salvador Nasralla encaja 
como anillo al dedo, a pesar de ser un sexagenario que oculta con habilidad el paso del tiempo con cirugías y en sesiones cotidianas de gimnasio.

UNO DE LOS INTOCABLES

Un hecho notable en esta reñida lucha electoral la vimos en San Pedro Sula, 
la segunda ciudad del país, en donde el candidato de Nasralla disputó la rectoría de la municipalidad al poderosísimo Armando Calidonio, hombre superfuerte del nacionalismo en la costa norte hondureña, sobre quien pesan múltiples sospechas por los avatares de su turbia vida y por los trances oscuros en que anda. Pero tiene tanto poder que nadie, ni siquiera la embajada americana, lo ha señalado públicamente. 
La alcaldía de San Pedro Sula la ganó él, un intocable. Calidonio es un símbolo de los fuertes. Está por encima de cualquier político y de cualquier partido, por encima de cualquier policía y de cualquier militar, por encima de cualquier funcionario y de cualquiera de los empresarios más encumbrados del país. Emergió quién sabe de dónde como Viceministro de Seguridad en dos períodos de gobierno, pero todo mundo sabe que estaba por encima del Ministerio de Seguridad. Es el más vivo retrato de los intocables que controlan diversos corredores subterráneos de los poderes ocultos que dominan Honduras, aunque siempre revestido de la pulcra figura del servidor público. Se asemeja a un personaje de tiras animadas que en el día se mueve con sonrisas y gran don de gentes y al caer la noche emerge como monstruo 
de la laguna negra. Y en Honduras esa laguna negra es muy extensa. Muchos monstruos se mueven en ella con garras y colmillos, mientras la política es el más espléndido espacio para parecer que son honorables señores de la sociedad. ¿Cómo se relacionará el nuevo pacto político con las gentes de esa laguna negra?

ÉLITES
QUE SON UN FRAUDE

Los resultados electorales y el escenario político que desencadena este fraude son irreversibles. Ante todo, porque el fraude no debemos verlo reducido a cifras falseadas o manipuladas. Eso es secundario. El resultado y lo que viene es irreversible porque se sostiene sobre un modelo que es sistémicamente fraudulento y esencialmente corrupto, porque usa perversamente la institucionalidad del Estado para acomodar la democracia a los intereses de los fuertes. El fraude electoral es el mismo fraude 
del golpe de Estado y el mismo de las elecciones de noviembre del año 2009. Y es así porque las cúpulas de los políticos y los empresarios hondureños son esencialmente un fraude para la sociedad. Un fraude sólo se logra y se sostiene con engaños, trampas, adulteración de la voluntad popular, con la fuerza, la amenaza y el chantaje. El fraude electoral es apenas una muestra coyuntural de élites que son un fraude. 

UNA CONTINUIDAD 
CON LA QUE HAY QUE CONTAR

La continuidad de los dinamismos que se desataron con el golpe de Estado está garantizada. La democracia autoritaria y excluyente conducida 
por la ley de los fuertes, estará ahora legitimada por la comunidad internacional. La democracia autoritaria se ha construido a la medida de los intereses de la élite económica y política, socia nacional de tres actores internacionales: las corporaciones transnacionales, el gobierno de Estados Unidos con su política de seguridad y el narcotráfico, tres actores poderosos que actúan en sus propios niveles y con espacios de autonomía, aunque las consecuencias de lo que hacen retroalimentan la inestabilidad de la sociedad aumentando la violencia y la impunidad. Las misiones de observadores internacionales y la participación popular le han dado legitimidad a este proceso electoral. Quienes apuestan a consolidar en Honduras el modelo de democracia autoritaria y excluyente, en el que ven un experimento y barrera de contención a las amenazas políticas e ideológicas que proceden del Sur del continente, celebran hoy. El estratega de campaña de Juan Orlando Hernández, el venezolano Juan José Rendón, lo dijo con la mayor de las firmezas: “Su triunfo fue una victoria contra el chavismo”.

LA CEREZA DEL PASTEL


Como cerecita en el pastel del triunfo de Juan Orlando Hernández, los medios corporativos de comunicación celebraron con entusiasmo la decisión de la fiscalía de la Corte Penal Internacional, que ante las demandas presentadas contra altos personajes responsables del golpe de Estado y de los subsiguientes actos de represión, concluyó, en el primer informe de su examen preliminar, que no existían bases para calificar de crímenes de lesa humanidad las acciones de las autoridades hondureñas contra las manifestaciones con que la población resistió en todo el país el golpe de Estado. Ese informe, sumado a las primeras acciones represivas contra los estudiantes universitarios organizados en el espontáneo movimiento “Jóvenes de negro contra Juan Orlando Hernández” es la antesala de lo que será un régimen político con una alta dosis de autoritarismo, intolerancia y exclusión, con rasgos notables de dictadura en un marco de legitimación nacional e internacional, dominado por las fuerzas más conservadoras, militaristas y fundamentalistas.

ES URGENTE UNA PRONTA
NEGOCIACIÓN

Diversos analistas políticos son unánimes al afirmar que los resultados electorales no bastarán para dar estabilidad política a la siguiente administración. Siendo estrecha la distancia entre la candidatura ganadora 
y la perdedora, el haberse quebrado el tradicional modelo bipartidista y al celebrarse las elecciones en un contexto de profunda polarización política e ideológica y de deterioro extremo de la institucionalidad del Estado, los resultados electorales deberán pasar muy pronto por el tamiz de las negociaciones para que la nueva administración tenga un mínimo reconocimiento y una legitimidad básica para poder gobernar. Negociaciones que deben ser prontas para evitar que las confrontaciones entre las fuerzas ganadoras 
y las perdedoras no desemboquen en una violencia incontrolable.


MÁS ALLÁ DE LAS ELECCIONES

Las elecciones confirmaron ser más un problema que una solución para los conflictos que sustentan la inestabilidad y el deterioro institucional de Honduras. En lugar de abrir puertas, abrieron más las heridas que siguen sangrando desde el golpe de Estado. Las elecciones confirmaron que el camino del movimiento social y popular no se puede reducir a cambiar un gobierno, sino a transformar el Estado a través de procesos de lucha en los que las elecciones sean apenas una pieza. Participar en elecciones sin tener fuerza en la organización social de base y territorial es como querer transformar una casa deteriorada cambiando únicamente el techo. Los cuatro años que vienen serán escenario para que las diversas resistencias reformulen sus estrategias, no reduciéndolas a lo electoral ni a prácticas coyunturales. Saber situarse en el momento político inmediato con mirada puesta en el largo camino por andar es el desafío. Lo asumimos.
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