lunes, 16 de abril de 2012

Intervención humanitaria y la izquierda en las culturas imperiales


Fotografía:Trípoli en plena intervención humanitaria
Por Tim Anderson

¿Por qué razón muchos de la “izquierda del norte” parecen colaborar con el imperialismo, aumentando al coro de “cambio de régimen” con cada nueva propuesta de intervención humanitaria?

Quizás lo podemos comprender de la izquierda asimilada (como la izquierda laborista,  y sus socios), los que  tiraron su fortuna con el proyecto imperial, imaginando que podían moldear un capitalismo más amigable y más verde con unos cuantos programas sociales. Sin embargo, ¿por qué existe una aparente colaboración desde sectores socialistas?
Un comentarista recientemente se quejaba que, después de la tragedia en Irak, “me perturba profundamente que la gente comprometida con la paz esté cayendo en una trampa al apoyar una más de las guerras encabezadas por Estados Unidos con la premisa que van a proteger al pueblo”. Dicho de otra manera, “Siria hoy, Iran mañana, nunca terminan”.

De hecho ha habido una serie de respuestas confusas desde la izquierda, particularmente en las sociedades imperiales, con respecto a unas insurgencias manufacturadas y pánicos morales sobre, primero Libia y luego Siria. Algunos de los que se opusieron a la invasión a Irak ahora dicen ¡“cambio de régimen”!, o “cambio de régimen sin intervención extranjera”, o “intervención como el menor de los males”.

El dilema para la izquierda del norte global, a la cual le gusta siempre ponerse a la altura de la moral, es que un muro de diplomacia imperial y medios corporativos presentan la gran narrativa (sea en Libia, Siria o Iran) de un “dictador” asesinando “a su propio pueblo”, mientras el mundo observa. La realidad es más oscura, con operaciones encubiertas imperialistas, revueltas islamistas y otras reacciones domesticas.

Pero en todos los casos, hay una historia de grandes potencias armando no solamente a sus facciones favoritas sino también a los “enemigos de nuestros enemigos” para desestabilizar a regímenes semi independientes; o sea, regímenes que obstaculizan la dominación regional.

Los Estados Unidos y sus aliados han armado grupos y facciones en la región durante varias décadas. Sabiendo esto, un pro-intervencionista dudoso recientemente cuestionó su suposición inicial sobre Libia: “fue la violencia de Gaddafi contra los manifestantes lo que desencadeno la insurrección o fue la insurrección el detonante de la violencia desde el régimen a gran escala? Los rebeldes armados por la OTAN en Libia estuvieron escondidos durante varias semanas.

Por supuesto, el discurso y la narrativa de “atacar a civiles” no va bien con la contra narrativa de un gobierno derrotando terroristas financiados por fuerzas extranjeras. El pánico moral y el apoyo para un “cambio de régimen” podrían verse afectados.

Un enfoque de principios apareció desde el grupo de países del ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que pronuncio sobre la crisis Siria lo siguiente:

“Rechazamos la intervención sistemática y las políticas de desestabilización en la hermana republica árabe de Siria con el objetivo de propiciar un cambio de régimen de manera forzosa…condenamos los actos de violencia armada que grupos irregulares apoyados por potencias extranjeras han desencadenado en contra del pueblo sirio…apoyamos las reformas y el dialogo nacional enmendado por Bashar Al-Assad, que tiene la intención de encontrar una solución pacifica a la crisis actual, con respecto a la soberanía del pueblo sirio y la integridad territorial” (Caracas, Febrero 5).

El enfoque aquí es enteramente sobre la amenaza de intervención extranjera la cual, en varias formas, efectivamente destruye la posibilidad de la auto-determinación nacional.

¡Qué contraste representan estas declaraciones con respecto a los comunicados de algunos “ultras” de la izquierda del norte!, quienes dicen que apoyan al ALBA y se oponen a la intervención imperialista, sin embargo proclaman, al filo de una guerra en Siria:

“Nuestro grupo expresa toda su solidaridad con el levantamiento democrático del pueblo sirio en contra del tirano Bashar al-Assad. Condenamos la interferencia de las potencias occidentales imperialistas y la amenaza de intervención militar…condenamos la represión militar del gobierno sirio hacia los manifestantes y la negativa de Assad de ceder el poder y satisfacer así los deseos del pueblo sirio”.

Su punto clave aquí consiste en condenar al régimen sirio apoyando el “cambio de régimen”; aunque sin intervención extranjera y sin otra propuesta de régimen.

Hay dos grandes diferencias de enfoque en este sentido. Primero, la prioridad del grupo del ALBA es de oponerse a la intervención extranjera sin ambigüedades y apoyando el proceso interno. Las declaraciones del grupo de la “ultra” parecen dejarse llevar por su entusiasmo sobre una nueva pero desconocida rebelión, después la acompañan con un mensaje secundario rechazando la intervención extranjera.

La segunda diferencia esta relacionada, y se trata de más que simple “jerga diplomática”. El comunicado de apoyo del ALBA al gobierno de Assad no es un comunicado aprobatorio o de complicidad con el régimen. Este simplemente muestra apoyo y respeto para un gobierno que representa a la nación y al pueblo sirio. El mismo grupo de países del ALBA incluye una diversidad de regímenes, de hecho los latinoamericanos tienen una larga tradición de aceptar y respetar diferentes sistemas. La “izquierda del norte”, por otro lado, le gusta a menudo descalificar, o no defender, regímenes que son “no socialistas”; o sea, regímenes que no cumplen ciertos requisitos idílicos.

Es muy probable que los lideres latinoamericanos tengan sus propias opiniones y reservas sobre algunas de sus naciones hermanas del grupo de los no-alineados. Sin embargo, ellos deciden no expresar esto en un tiempo de crisis, y sobre todo cuando las potencias imperiales están involucradas.

La ultra izquierda, por otro lado, arremete contra el régimen sirio (en tiempos de crisis y en medio de una campana de propaganda bélica) en sus comunicados sobre la crisis. El resultado, en el mejor de los casos es la confusión. En la práctica, el comunicado ofrece apoyo moral a la agenda imperial de “cambio de régimen”. A las potencias imperiales no les interesan ni sugerencias ni consejos sobre tácticas de pequeños grupos de izquierda; lo único que quieren es respaldo para derrocar al régimen.

Pienso que existen razones particulares que se prestan a la confusión en las declaraciones de los ultras, y que esto tiene mucho que ver con la experiencia de la izquierda en las culturas imperiales.
La izquierda “del sur” (la de las antiguas colonias) se unió a través del anti-imperialismo y se focalizó en la construcción de estado-naciones independientes; al tiempo que apoyaban fuertemente los principios de soberanía y auto determinación, habiendo en muchos casos pagado un precio muy alto por sus propias independencias. La lucha por el Estado, aunque difícil, esta aun viva.
La izquierda “del norte” desarrolló un enfoque diverso hacia el Estado y el imperialismo, y aprendió a hablar con una “voz” diferente. Esta es “modernista” (imaginando “modelos” y recetas sociales universales) y encuentra natural hablar con una “voz imperial” de lo que otros “deberían hacer”. Después de todo, “su experiencia es simplemente igual que la nuestra”, imaginan. Al mismo tiempo, sin experiencia de intervención y regímenes neo-coloniales, la izquierda del norte frecuentemente desestima estos riesgos.

Una visión distorsionada sobre el Estado se desarrolló en el norte, ya que los estados confinados en el proyecto imperial gozan de poca autonomía. Además, el nacionalismo al interno de la cultura imperial es más bien chovinista, en contraposición al patriotismo independentista en las antiguas colonias. Si disponemos esto con el “modernismo” en el norte global podemos quizás comprender porque la izquierda del “norte” frecuentemente condena toda forma de nacionalismo y rechaza la idea de las luchas populares por el Estado. De aparente desproporción, estados semi-independientes son poco respetados por esta izquierda nórdica, cualesquiera sean sus logros. Sin embargo, esos estados, y sus modestos logros, pertenecen a otros pueblos.

Dispongamos ahora la voz imperial con el neo-Trotskysmo (o “Leninismo”), con su propia proeza y el fervor de “la construcción del partido”, y vemos las raíces de las rudas, juzgadoras y despiadadas intervenciones de la izquierda del norte. Nada se compara con sus inalcanzables ideas de “socialismo”, y como no han construido nada ellos mismos, no vale la pena defender nada. Todo puede “derrumbarse” para que lo reconstruyan “los trabajadores”. Historias particulares, y logros de otros pueblos, carecen de significado.

Probablemente hayan pocos entre la “izquierda del norte” que apoyaron el fervor anti Gaddafi el año pasado que ahora se sientan responsables por las consecuencias en Libia. Dirán que se confundieron con la “la zona anti área”. Probablemente tienen poca idea sobre lo que se perdió cuando el singular estado de bienestar de Gaddafi y su voz Pan-Africana fueron desmantelados por el poderío aéreo de la OTAN.

De igual manera, durante el pánico moral actual, habrá probablemente poca reflexión sobre los logros del Estado Sirio, a pesar de todos sus errores. Y nadie sabe a ciencia cierta cuales serán los costos de otra intervención al estilo Libia.

La desfragmentada izquierda en las culturas imperiales tiene poco peso en las confrontaciones internacionales, pero puede actuar para socavar la legitimidad de cada nueva “intervención humanitaria”. Sin embargo, esto no puede hacerse a través de llamados confusos para “un cambio de régimen” con protestas secundarias en contra de la intervención. Declaraciones sin ambigüedades son necesarias en tiempos de amenaza de guerra. 
 

Traducido por Luis E. Aguilar

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