domingo, 6 de noviembre de 2011

HONDURAS: UNA SOCIEDAD FALLIDA (Por Jorge Samuel Núñez, Sociólogo)‏



HONDURAS: UNA SOCIEDAD FALLIDA
En los días y semanas recientes, varios organismos nacionales e internacionales,tanto como individuos de diferentes estratos de la sociedad nacional e internacional, han venido acusando y señalando al estado de Honduras como fallido. Estas acusaciones se dan en contra del gobierno de Pepe Lobo en el marco de pruebas contundentes de corrupción en todos los ámbitos de la politiquería vernácula y de algo más serio; como son las instituciones de la educación, seguridad, salud, energía y vivienda. En todas esas instituciones se han dado casos escandalosos de robo, contratos amañados, compras sin licitación, malversación de fondos, construcción de estructuras deficientes y toda una  gama de “astutas” formas de mentir y engañar a la sociedad hondureña.

Pero el flagelo más grande en contra de la ciudadanía hondureña, ha sido el dantesco y horroroso asesinato de niñas, niños y jóvenes que se han dado después del golpe de estado: las cabezas de dos adolescentes encontradas cerca del Rio Chamelecón hace como dos años, los dos niños asesinados en la ceiba hace dos años, el cuerpo sin cabeza de una niña encontrada en Tegucigalpa en un basurero, el cuerpo de un joven cortado en pedazos encontrado hace unos meses en un populoso bulevar de la capital. Los seis o siete menores de edad asesinados en un barrio marginal de Tegucigalpa, supuestamente después de un partido de football; La niña de 11 años, ganadora de un concurso de belleza en el mes de junio del 2011, quien fue encontrada degollada en Choloma. Las tres estudiantes de secundaria grotescamente acuchilladas en Siguatepeque hace aproximadamente un año; y así sucesivamente, unos asesinatos más dantescos que otros.
De gran horror, ha sido el asesinato de 3,582 personas en éste año. También y sin aparente motivo alguno, el asesinato de más de doscientos (¿300, 400, 500?) jóvenes (solo en el año 2011); todos con las mismas características: atados de pies y manos, torturados al extremo y con múltiples heridas de bala en todo el cuerpo, pero principalmente en la cara y en la cabeza; mandando un mensaje de odio y repudio en contra de nuestra sociedad. Tal vez diciéndonos que estos jóvenes no tienen rostro, que son invisibles y que nosotros como sociedad y ciudadanos individuales, no existimos, o somos casi inexistentes, disponibles y desechables, pero más que todo,  fácil de exterminar, tanto físicamente, como de la memoria colectiva del pueblo. 
La exterminación física es horrorosa, despreciable en todos los sentidos de la palabra, pero tal vez, de igual o más horror, es el exterminio de nuestras memorias de estos asesinatos. Tal vez nuestra conciencia y memoria colectiva del recordar, sistemáticamente, va siendo borrada de nuestros sentidos, tal vez por vergüenza a nuestra incapacidad o poco deseo de hacer algo en contra de tal flagelo. De esta forma legitimamos el asesinato de todas estas víctimas, todas las memorias de los hondureños conectadas, en una viciosa, espiral y deteriorada mentalidad del olvidar y no querer recordar, y no querer saber. Olvidarse de la exterminación, es parte de la exterminación, porque es también la exterminación de la memoria, de lo social.
Los ciudadanos nos volvemos cómplices del asesinato al no pronunciarnos en su contra;  recordemos lo que dice la ley, “hechor y consentidor conllevan la misma culpa”. La directa, responsable, humanista forma de actuar, es decir no a la legitimación del asesinato, solamente entonces podemos decir no a la posibilidad de volvernos, nosotros mismos o nuestros padres e hijos, una víctima más. Al rehusar una, rehusamos ambas. 
Pero esa forma básica de razonar ha sido excluida de nuestras mentes, donde prevalece el individualismo, la miope decisión de aislarnos, ya no solamente en nuestras casas, sino también en nuestras mentes. Ya que nadie tan siquiera comenta sobre la posibilidad de un cambio al sistema de asesinato. Los hondureños no nos consideramos ciudadanos, ni nosotros mismos mucho menos a los demás. Si ese fuese el caso, no legitimáramos el asesinato, nos opondríamos fervientemente ante él, porque parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos, es cuidar del bienestar propio, tanto, como el de los demás, unidos en una solo voz.
Pero lo que hacemos es esperar pacientemente a que el estado se encargue de limpiar todos los males de nuestra sociedad; ignorando que es un organismo del estado, la policía nacional y el ejército, los ejecutores de la mayoría de los más horrendos homicidios. Y que tanto el presidente como altos funcionarios, no han reaccionado horrorizados e indignados ante el asesinato, legitimándolo y dándole así, el tiro de gracia en la sien a los jóvenes. Contrario a otros países y regiones del mundo, donde basta con el exterminio de uno solo de sus miembros, para que todo el pueblo levante una sola voz de indignación; transformando al asesinato, en esas regiones, en algo impensable y horroroso, digno solamente del más profundo desprecio.
No es ese el caso en nuestro país, donde son pocas y ocasionales las voces que se levantan en contra de la legitimación del asesinato. Les he preguntado a personas de diferentes edades, estratos y género, que piensan acerca de todos esos asesinatos. Contestan que de seguro eran mareros o estaban involucrados en la venta de drogas. Pero si eran dos jovencitos que vivían en un área marginal, que los fueron a sacar a medianoche y los masacraron enfrente de su casa. Exclamo indignado. Algo debían, contestan sin inmutarse. ¿Qué tal de los abogados?  Pregunto;  todos esos son iguales, responden. Y las mismas respuestas se escuchan en todo el ámbito nacional, legitimando así, nuestro pueblo, el asesinato y marcando el exterminio de nuestra sociedad.  
Los medios de comunicación (con muy pocas excepciones) se han unido al pueblo en esta barbarie y son cómplices de estas masacres al no pronunciarse enérgicamente, al minimizar el asesinato de los jóvenes diciendo: eran mareros, estaban coludidos con el narcotráfico, ya habían estado presos o tenían antecedentes policiales. Si no encuentran justificación, exclaman, casi con desdén y sin interés: algo habían hecho. Punto y aparte, casos cerrados.  Qué bien, entonces, todos esos jóvenes, esas jovencitas, merecen ser asesinadas. ¿Y las que amanecerán muertas mañana, pasado y el día después, y el otro y el otro etc., etc., también merecen ser asesinadas?
¿QUÉ CLASE DE SOCIEDAD ES ÉSTA, DONDE ACEPTAMOS EL ASESINATO DE NIÑAS, NIÑOS, JÓVENES Y ANCIANAS SIN INMUTARNOS?
Esta es una sociedad fallida, somos nosotros como sociedad los fallidos, los culpables de que el asesinato continúe, somos nosotros los que tenemos las manos y las caras manchadas de la sangre de todos los niños y jóvenes asesinados. Al no pronunciarnos enérgicamente, al no exigirle a ese gobernante y sus aliados políticos, que plácidamente, acomodadamente, exclaman: no vamos a intervenir la policía. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Quedarnos de brazos cruzados y esperar que estos corruptos e ineptos políticos sigan tomando decisiones por nosotros?
SI UD NO ESTÁ  DE ACUERDO CON LA LEGITIMACIÓN DEL ASESINATO, ENTONCES SALGAMOS, EMERJAMOS, BROTEMOS, NAZCAMOS, PRORRUMPAMOS, ARTICULEMOS, GRITEMOS, PROFIRAMOS, EMITAMOS, EXCLAMEMOS, GERMINEMOS, ENUNCIEMOS TODOS JUNTOS E ILEGITIMEMOS EL ASESINATO TODOS LOS DIAS, QUE NO QUEDE UN TAN SOLO DIA EN EL QUE NO NOS PRONUNCIAMOS. QUE SEA ESE NUESTRO GRITO, NUESTRO CABALLO DE BATALLA. SINO, SEGUIREMOS SIENDO NADA MÁS QUE UNA SOCIEDAD FALLIDA, MARCADOS TODOS AL EXTERMINIO.
ÉSTA OLA DE ASESINATOS ES SOLO EL COMIENZO, SINO PROTESTAMOS AHORA, LA SIGUIENTE SERÁ MÁS BRUTAL Y SANGRIENTA Y LA QUE VENGA DESPUÉS DE LA SEGUNDA, SERÁ EL EXTERMINIO, LA MASACRE TOTAL DE LA SOCIEDAD HONDUREÑA, PORQUE LOS PLANES QUE TIENEN PARA HONDURAS SON AHORA IMPENSABLES.
LOS CONFORMISTAS Y ACOMODADOS, CINICAMENTE SE RÍEN Y DISFRUTAN DETRÁS DE SUS PUERTAS CON TIMBRES Y DOBLE SEGURO. PERO LES ATESTO, QUE SI NO ACCIONAN AHORA, ESA FALSA SONRISA SE LES CONGELARÁ CUANDO MIREN A SUS SERES MÁS QUERIDOS MASACRADOS.

Lic. Jorge Samuel Núñez, Sociólogo
Autor del libro, Honduras: una nación prisionera

No hay comentarios :

Publicar un comentario