“Diez años después, lo que tenemos es la personificación del golpe de Estado en un individuo que ha concentrado en extremo el poder, ha militarizado el país y ha dado una respuesta militar a cualquier tipo de protesta social”, ha dicho el padre Ismael Moreno, director del ERIC.
Desde
el golpe de 2009, la nación centroamericana ha experimentado capítulos
inéditos en su historia nacional: 11,000 hondureños han sido asesinados,
incesantes caravanas migrantes hacia Estados Unidos y el ya innegable
secuestro del narcotráfico a la República.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. Han
pasado 11 años desde que la clase político-empresarial ordenó el primer
golpe de Estado del siglo XXI. Fue la madrugada del 28 de junio de
2009, cuando un grupo élite de soldados irrumpió fuertemente armado en
la residencia del presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, para
llevarlo a la base estadounidense de Palmerola, en Comayagua, y de ahí
exiliarlo en San José, Costa Rica.Y más de una década después, los hondureños experimentan un ambiente similar a los días, semanas y meses posteriores a la asonada militar, avalada por Estados Unidos: un gobierno ilegítimo dirige el país, campea la corrupción en las instituciones públicas, un país sumido en la pobreza y evidente crisis de gobernabilidad, que ha quedado demostrada este 24 de junio, cuando se realizaron dos sesiones virtuales de diputados del Congreso Nacional de forma paralela.
Desde
el golpe de Estado y los supuestos fraudes electorales en 2013 y 2017,
denunciados por la oposición y que han sido avalados por Estados Unidos,
el país centroamericano se ha vuelto cada vez más ingobernable, el
desorden y el crimen profundizado en todas sus formas administran el
Estado. Por definición, la ingobernabilidad en un país es una situación
política que se manifiesta en circunstancias persistentes de gran
intranquilidad nacional general. Circunstancias graves de convulsión,
desorden y perturbación, tal como acontece más de una década en tierras
hondureñas.
Para
el director del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación de la
Compañía de Jesús en Honduras (ERIC), Ismael Moreno, la situación
actual del país obedece a un plan de consolidación de la asonada de
2009.
“El
momento no es solamente parecido al de hace diez años, es la
continuidad de un proceso ininterrumpido de consolidación del golpe de
Estado. Ha sido un proceso continuo de deterioro de la institucionalidad
y del Estado de derecho hasta llegar 11 años después a su colapso”, ha
dicho Moreno.
PERSONIFICACIÓN DEL GOLPE
Por
su parte, Juan Hernández sostiene que no es cierto que su
administración continúe con ese plan, pues afirma que su partido (el
Nacional) no “estuvo involucrado en eso [el golpe de Estado], al
contrario, profesamos la democracia”. Esto último porque se han
celebrado tres elecciones presidenciales desde entonces: en noviembre de
2009, de 2013 y de 2017.
Incluso,
desde su retorno al país el ex presidente Zelaya lidera el Partido
Libertad y Refundación (Libre), que ha participado en los comicios de
2013 y 2017, mismos en los que denunció con pruebas que Hernández hizo
fraude para quedarse en el poder. Y es de destacar que la Constitución
de la República, prohíbe la reelección, pero tras una jugada política,
Hernández logró que la Corte Suprema de Justicia avalase su plan
reeleccionista.
“Diez
años después, lo que tenemos es la personificación del golpe de Estado
en un individuo que ha concentrado en extremo el poder, ha militarizado
el país y ha dado una respuesta militar a cualquier tipo de protesta
social”, concluyó Moreno.
Todavía
hoy algunos “héroes” constitucionalistas que no encontraron la
“camiseta blanca”, símbolo de aquellos que apoyaron el golpe de Estado
contra Zelaya, siguen negando que la crisis de los últimos 11 años es
producto de negar un proceso de consulta popular que incluso contó con
el visto bueno de la Organización de Estados Americanos (OEA), que en
ese entonces no tenía una imagen tan desacreditada y que incluso hoy
abraza la política golpista en América Latina.
En
aquel contexto macabro en el que resurgió el modus operandi de las
“tarántulas” de las décadas de regímenes militares, agudizó la violencia
contra el pueblo, Honduras volvió a saborear presos políticos,
exiliados y en el peor de los casos cientos de muertos, entre ellos,
Isis Obed Murillo, muerto por un disparo certero en la cabeza, hoy el
ejecutor y su general, entonces Romeo Vásquez Velásquez, siguen libres e
impunes de toda responsabilidad.
En
el país cerca de 80 periodistas han sido asesinados desde 2003 a la
fecha, el 95 por ciento de los casos fueron registrados después del
golpe de Estado de 2009, según datos del Comité por la Libre Expresión
(C-Libre). Honduras se ha convertido en el país más peligroso para
defender la vida, los grupos más vulnerables son los comunicadores
sociales, los defensores del medioambiente y miembros de la comunidad
LGTBI.
La
pobreza, la miseria, el hambre se han incrementado después del golpe de
Estado, el país registró de 2006 a 2009 una reducción de cerca de ocho
puntos en pobreza y casi 21 por ciento de pobreza extrema, para 2010 los
datos empezaron a elevarse para mal, la nueva década comenzó con un
alza de 26.3 por ciento de miseria.
Desde
la crisis de 2009, Honduras ha vivido capítulos inéditos: 11,000
hondureños han sido asesinados, caravanas migrantes a Estados Unidos,
asesinatos a figuras como la mundialmente respetada Berta Cáceres,
atentados a la libertad de expresión incluyendo atentados e intentos de
asesinato a EL LIBERTADOR y el ya innegable secuestro del narcotráfico a
la República.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/2068-honduras-11-anos-despues-del-golpe-de-estado
Otras informaciones en El Libertador.hn
Opinión
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Nos
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