31 de Enero 2018 /
Por Galel Cárdenas
Se
califica de verdugo a aquella persona que se encarga de ejecutar a los
condenados a muerte, pero, a la vez, el diccionario correspondiente
describe al verdugo como la persona cruel que maltrata a tortura a los
demás.
Por Galel Cárdenas
Y
se denomina dictador a quien ejerce un régimen político en el que
gobierna una persona con un poder totalitario, sin someterse a ley
alguna, ejerciendo la facultad ilimitada de romper la institucionalidad
de un estado determinado.
Los
hechos producidos —de choque pacífico de la oposición política
hondureña contra los organismos milito-policiales— han dejado al menos
unas 40 víctimas mortales desde el día posterior a las elecciones del
27 de noviembre retro-próximo, más un centenar de presos políticos
judicializados con todo el rencor posible por los protagonistas
funcionarios de la dictadura omni-ubicada en la estructura normativa
del gobierno.
Todo
el poder del estado esta subsumido por sus manos poderosas que empuñan
el totalitarismo vergonzoso, cruel y cínico. No se mueve hoja alguna en
la super estructura de la sociedad nacional sin su consentimiento. Su
dominio de la cosa pública es omnipresente.
La
parafernalia del sistema capitalista de carácter internacional como la
OEA y la ONU han abordado el problema del fraude electoral con las manos
de seda que las caracteriza cuando se trata de defender el poder
mundial reflejado en el poder local. Y sus proyecciones en el país serán
como un dicho que se puso de moda hace algún tiempo: serán siempre lo
mismo de lo mismo.
El
dictador ya instituido para un período presidencial de cuatro años más,
tiene todo bajo su control absoluto y con el ánimo de proseguir en la
línea del tiempo, al igual que su padre putativo el General Tiburcio
Carías Andino.
Todos
sus diálogos, por tanto, son putrefactos, pues la institución estatal
mercenarizada por el dinero que ha repartido a manos llenas, desde la
base hasta la cúpula de su claque personal, ha logrado permear los
últimos rescoldos de la moral pública.
Su
supervivencia está basada en la monetarización de la fuerza armada que
en sus manos es una mascota sumisa, dócil y obediente como la que más.
Comprada
esa armada constitucional, en vez de evitar la violación tormentosa de
la Carta Magna, se ha dedicado a afianzar la dictadura, usando lo que
les ha caracterizado, la persecución, la tortura y el asesinato
declarado o disimulado, utilizando también la argumentación
anticomunista como plataforma ideológica de justificación, a fin de
detener la avalancha popular de la protesta ciudadana enardecida contra
la dictadura.
¿Si
tiene el rey la armada, la corte, los bufones, los aduladores, junto a
los sacerdotes embebidos por la billetiza millonaria, y adjunto los
señores feudales, qué más puede querer el monarca?
Lo
único que le falta es el prestigio internacional, la imagen pública
límpida, la confianza popular, la aceptación de la fuerza opositora,
la voz de la honestidad y honradez.
Sus
diálogos, en fin, son bailes de comparsas de payasos, de saltimbanquis,
de verborreicos adulantes, de títeres marcenarios, etc.
Si
alguien en su sano juicio o razón desequilibrada tiene toda la gama de
fuerza militar institucional en su poder ¿cuál será entonces la
motivación para el diálogo?
En
primer lugar el rostro lavado de su dictadura; en segundo lugar la
conservación del poder; en tercer lugar evitar a toda costa la vindicta
pública y el castigo por alta traición a la patria y los demás delitos
de orden penal referidos al latrocinio, al asesinato, a la venta del
territorio nacional, incluyendo el recurso hidrográfico de la
hondureñidad.
El
verdugo sabe de guillotinas, lazos y trampas de ahorcamiento, de
cuchillos degollantes, de sillas eléctricas, de ametralladoras, pistolas
y revólveres, y también de procedimientos de sadismo, sufrimiento y
psicopatía social.
Fuente: https://groups.google.com/forum/#!forum/fian-honduras
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