Criterio.hn / Por Edgar Soriano Ortiz
Recuerdo
muy bien lo que percibí y razoné en aquellas horas del 28 de junio de
2009. Una noche antes me fui a dormir con muchas dudas sobre lo que
podía pasar el domingo 28, no era parte del partido Liberal y mucho
menos funcionario del gobierno del “Poder Ciudadano”, sin embargo en
conversaciones con mis amigos intelectuales, como Fabricio estrada,
Rafael Murillo Selva, Rigoberto Paredes o Jorge Amaya, coincidíamos en
nuestra condición de ciudadanos en la profunda necesidad de reformas
políticas encaminadas a desarticular el perverso control fáctico que
ejercen reducidos grupos de poder económico en Honduras.
Al
despertar esa mañana, eran como las 6:30 encendí el teléfono móvil,
inmediatamente me cayeron tres mensajes de amigos informándome que el
presidente Zelaya había sido secuestrado y que estaba en cautiverio. La
energía eléctrica había sido cortada y los canales internacionales
bloqueados en los principales sistemas de cable. Rápidamente me vestí y
me dispuse a salir a protestar a la Casa Presidencial, cuando iba en
camino sobrevolaron los aviones de combate F5 de las Fuerzas Armadas,
entendí rápidamente que lo que se venía no era nada bueno para los
demócratas y militantes de las causas populares.
La mañana
transcurrió y las personas comenzaron a llegar a las afueras de Casa
Presidencial, mientras a lo interno de esta cientos de militares armados
y con gas lacrimógeno esperaban ordenes. Cerca del mediodía ya se sabía
que Manuel Zelaya estaba en San José, Costa Rica y que había dado su
primera conferencia de prensa en el aeropuerto Juan Santamaría en ropa
de dormir y acompañado del presidente Arias de aquella nación. Un
helicóptero sobrevolaba sobre los manifestantes, mientras la gente
desencajada votaba por la “Cuarta Urna” entre lágrimas y semblantes de
impotencia enfrente de la Casa Presidencial.
En la
tarde en el Congreso Nacional continua el contradictorio guión elaborado
por los conspiradores que violentaba muchos artículos constitucionales,
tremenda paradoja violentar la constitución que se decían defender. Se
leyó una supuesta carta de renuncia del presidente, que minutos después
en medios internacionales el presidente Zelaya desmintió. Luego se
procedió a nombrar a Roberto Micheletti como presidente, nombramiento
que no fue aceptado por las naciones y organismos internacionales.
Al día
siguiente la represión se intensificó provocando en los siguientes meses
y años asesinatos, intimidación y una serie de violaciones a los
derechos de la ciudadanía, todo por imponer el sostenimiento de un orden
históricamente desigual y violento.
8 años
han pasado y las consecuencias de aquel hecho político que le costó al
bolsillo de los trabajadores unos 20,000 millones de lempiras y la
incertidumbre de no tener un futuro social aceptable para la mayoría
poblacional. Un agrandado Leviatán (mucho más grande que el de Hobbes)
ha crecido atropellando con su peso a todos los obstáculos. Obstáculos
generados por la valentía de cientos de miles que salieron a las calles y
enfrentaron la violencia represiva estatal y paramilitar. Obstáculos
enmarcados en la memoria de una conciencia que siempre ha aspirado a
superar el orden colonial cuasi feudal, desarticular la arrogancia e
imposiciones de elites acostumbradas a ver el Estado como una fructífera
hacienda personal.
Ese
Leviatán no es simplemente el arquetipo del “poderoso dictador” JOH, es
cara y cuerpo de un orden histórico que articula las fuerzas en
beneficio de élites corporativas y favorecidos intermedios anclados en
las estructuras institucionales y clericales.
Finalmente ese monstruoso
Leviatán pela sus colmillos y frunce sus músculos faciales en sonrisas
al momento de lanzar migajas a las empobrecidas poblaciones, que
subyugadas por esa historia desigual se inmovilizan quedando simplemente
como trabajadores funcionales y votantes legitimadores.
8 años
después de aquel 28 de junio las lecciones son muchas, la conciencia
política en su dispersión tiene conclusiones, el problema es la
articulación de fuerzas para detener las andanzas del autoritarismo y su
germinación en el imaginario colectivo. La Honduras golpeada sigue su
curso de sometimiento poblacional, mientras un buen sector poblacional
ve una esperanza con el posible gobierno de transición con la Alianza de
oposición. Las cartas están tiradas a favor de la imposición, pero la
mano del domador de Leviatán (en el norte del continente), aun no está
convencida del todo, si seguir soltándolo a discreción o encadenarlo
momentáneamente para que se respire un leve ambiente de cambio frente
una globalización asfixiante que encarcela en la marginación a miles de
millones en nuestro planta tierra.
Tegucigalpa, 28 de junio de 2017.
http://criterio.hn/2017/06/28/aquel-28-junio-agrandado-leviatan/
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Ocho años a Golpes
Criterio.hn/ Junio 20,2017 Por: Daysi Flores*
Hace 8
años Cambiamos todas: las pequeñas, los grandes, las viejas, los
jóvenes, las pobres, las intermedias, los ricos y hasta las que aún no
habían nacido… Las vidas hondureñas, NUESTRAS
vidas, cambiaron para siempre. Algunas empeñaron sus carreras, otras la
vendieron al mejor postor y otras simplemente las perdieron. Hubo miles
que ganaron conciencia a pesar de sus cortos años, otras se escondieron
en miedos aterradores, a otras se les cayó la máscara y otras vidas
simplemente fueron arrebatadas de las calles o de la placidez de sus
casas.
Nuestras
vidas transcurren desde entonces en una esquizofrenia desenfrenada. El
péndulo se mueve sin compasión entre la esperanza de las luchas que se
levantan cada día y el terror más escalofriante: que un día la muerte,
de tanto visitarnos, ya no nos duela.
La falta
de amor acelera el transcurso de la dictadura y las emociones se
confunden tanto que no hay un moji que pueda representarlas. No hay
espacio que se salve de la amargura de la desesperación y el miedo a
aceptar que esto en realidad nos está pasando. Que en realidad nos
convertimos en los protagonistas de esta dictadura que tanto vimos venir
y que tan valientemente intentamos evitar en las calles. Que los golpes
que iniciaron aquel 28 de junio frente a casa presidencial aún duelen;
no sólo porque no logramos como sociedad ni verdad, ni justicia, ni
reparación de aquellos sino porque no paran a pesar de que condenen
descaradamente “las violaciones a los derechos humanos” en Venezuela.
Porque siguen midiendo nuestro aguante, porque no paran ni siquiera para
dejarnos llorar y sacar de nuestro pecho el dolor de nuestras
rasguñadas almas.
Hace poco
me preguntaron si tenia miedo de vivir aquí. Mi primera intención fue
decir “valientemente” que NO, pero no es cierto. Tengo miedo. Tengo
miedo por las y los estudiantes y por mi compañera y todos los y las
maestras que les apoyan y acompañan, en realidad, ahora temo hasta por
sus padres y madres. Tengo miedo por todas las personas que salen de su
casa y que aunque no lo saben, no regresarán con vida y se convertirán
en una cifra estadística de impunidad.
Tengo
miedo por las mujeres que esta noche serán violadas, golpeadas o
asesinadas por sus seres más cercanos. Miedo por los jóvenes,
uniformados o no, que caerán en manos de otros jóvenes porque sus jefes
se pelean los territorios del crimen. Miedo a que la esquizofrenia nos
paralice y que ya nunca más sepamos cómo construir puentes en sociedades
que admiran y aspiran a muros. Miedo a que la luz se apague con cada
vida que se llevan. Miedo a perder la claridad que emana la negritud de
un pueblo que nos enseña a reconstruirnos. Miedo a que estos dolores no
se vayan y que tal como sucede con la rectora y los monigotes de los
medios de comunicación, eso nos haga temer a las libertades y las voces
de quienes lideran el camino a una Honduras de verdad para todas y todos
(incluso para ellos y sus hijos e hijas).
Respondí a
la pregunta con honestidad y dije que sí, que sí tenía miedo pero que
me asustaba más no hacer nada mientras su dictadura va consolidándose.
Por eso escribo hoy estas líneas. Para convocar el poder de quienes han
tenido miedo y aun así no se han detenido; el poder de quienes han
decidido sanar ésta falta de amor. Para agradecer el significado de 8
años, como símbolo del infinito: sin principio ni final. Porque es en
esa infinitud donde la resistencia no tiene debacle o acaso ven como
casualidad que se nos convoque a la Mamá de las marchas el mismo 28 de
Junio?
Este día
defendemos infinitamente la democracia y apagamos con el sudor del
pueblo el fuego su falta de amor por la vida. Lo hacemos en las calles,
testigos de tanta represión, y colectivamente invocamos estos 8 años de
resistencia que cruzaron tantas historias. Y así, encontraremos en este 8
infinito el silencio del movimiento constante que aún vibra en la vida,
el arte, la cultura ancestral, en los ojos de cada hondureño y
hondureña que resiste al despojo, en la fuerza que sana los dolores y
construye espacios que aunque no son los mismos de hace 8 años, laten en
igual cercanía con los corazones de nuestras hermanas, presentes y
ausentes, junto a sus hijas e hijos que al igual que nosotras buscan
tercamente el principio del fin.
*Daysi Flores, JASS-Mesoamerica http://criterio.hn/2017/06/28/ocho-anos-golpes/
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