Ofraneh / Sambo Creek, 27 de Abril del 2017.-
Una
vez más, el 12 de abril se conmemoró el arribo del pueblo Garífuna a
Honduras, tras haber sido expulsado de la isla San Vicente (Antillas
menores), y librado dos guerras consecutivas contra los Británicos, los
que finalmente se apoderaron del último bastión de los Caribes Arawak.
En
Honduras durante los últimos años, el Estado se apropia de la fecha
para efectuar sus rituales de poder, al mismo tiempo que incrementaba su
estrategia de despojo del pueblo Garífuna, la que inició en los albores
del siglo XX; cuando entregó el destino de la costa norte a las
compañías bananeras, pretendiendo en el siglo XXI expulsar a nuestro
pueblo y comunidades a través de las “ciudades modelo” (ZEDE) y otros
proyectos de industrias extractivistas.
La
etnogénesis del pueblo Garífuna se remonta a mediados del siglo XVII,
cuando náufragos africanos fueron acogidos por indígenas Arawak Caribe,
de los cuales heredamos nuestro idioma, religión y costumbres. En la
actualidad nuestro pueblo preserva el idioma Garifuna de origen arawak
maipure norteño Kalinagu de las Antillas Menores.
La
familia extensa Garífuna prevalece, no obstante los esfuerzos
realizados por la cultura dominante, y el proceso migratorio que se
intensificó a partir de mediados del siglo pasado, contribuyendo ésto en
cierta medida a fortalecer la condición matrifocal de nuestro pueblo,
la que tiene raíces entre las culturas de la yuca amarga provenientes
del río Orinoco y pueblos indígenas de África.
La
matrifocalidad del pueblo Garífuna ha sido ignorada y hasta soterrada
por la cultura dominante de índole patriarcal, la que simplemente
desconoce su existencia y alienta la sustitución de las redes de mujeres
en nuestras comunidades, promoviendo la organización social de corte
occidental, que nos convierte en simples estadísticas y podemos decir
que hasta en mercancía.
La matrifocalidad del pueblo Garífuna fue señalada en las investigaciones realizadas por Nancy Gonzales, la que en su libro “Peregrinos del Caribe”,
resaltó la importancia que juegan las mujeres en las ceremonias
relacionados con el culto ancestral, el cual gira alrededor de las
abuelas (nagoto) a las que se les rinde tributo en el Dügü, religión
animista que hasta la fecha sobrevive entre nuestro pueblo a pesar de
las influencias exógenas, especialmente de las sectas evangelistas que
rechazan la posibilidad de cualquier tipo de sincretismo.
Ademas
de Nancy Gonzales, las antropólogas Virginia Kerns y Keri Brondo han
hecho énfasis en la matrifocalidad Garífuna. Brondo además ha escrito
sobre el rol que jugamos las mujeres en la defensa del territorio
ancestral, el que se ve asediado por una oleada de apropiaciones y
despojos que cuentan con el apoyo del estado.
Sí
bien hasta la fecha logramos conservar la matrifocalidad, no obstante;
las políticas de homogeneización cultural promovidas por el Estado y
organismos financieros internacionales desconocen su existencia e
incluso promueven la disolución de la propiedad comunitaria como un
impedimento para el “desarrollo” de corte occidental, el que promueven
con un enorme ahínco.
Desafortunadamente
la herencia matrilineal (alagận) ha venido siendo sustituida por el
concepto de herencia patriarcal predominante entre cultura mestiza. La
aparición de procesos de “legalización” y titulación de tierras
promovidos por el Estado, han servido para despojar al pueblo Garífuna, y
desconocer la herencia matrilineal.
La
herencia tradicional Garífuna contemplaba a las mujeres como las
herederas, siendo sustituido nuestro alagận por la visión occidental
donde se le confiere al hombre, especialmente a los mayores el derecho a
la herencia. La mayoría de las ventas de tierras que han sido
desmembradas de forma ilegal de los títulos comunitarios, recaen en los
hombres, especialmente los que retornan tras haber emigrado a los
Estados Unidos.
La
influencia de los meriganas -término que se usa en Garífuna para los
que habitan o han retornado de los Estados Unidos- es impactante, ya que
además de poseer un presunto capital financiero, muchos han adquirido
usos y costumbres ajenos a la cultura Garífuna, especialmente
relacionados con el concepto de propiedad privada.
Las
redes de mujeres Garífunas en las comunidades cuentan con
organizaciones centenarias, como lo son los denominados clubes de danza,
los cuales mantienen vivas las tradiciones orales entre nuestro pueblo,
además de propulsar grupos de apoyo social de dimensiones
insoslayables.
Sí
bien pudimos conservar en cierta medida hasta la fecha nuestra
matrifocalidad, la pérdida del alagận implica la paulatina desaparición
de nuestro territorio el cual es apetecido por empresarios del turismo,
palma africana y extractivos; apropiándose del territorio por pedazos,
contando con el apoyo de municipalidades, Instituto de la propiedad y la
complicidad del Ministerio Público que como de costumbre se niega a
intervenir en los despojos.
La
sobrevivencia del pueblo Garífuna es un desafío ante la desaparición
del territorio y la pérdida del idioma y cultural a través de la
influencia de los medios de comunicación manejados por la cultura
dominante además del fracaso de la educación bilingue intercultural.
Los
retos son enormes, pero con la protección y la guía de las deidades
ancestrales, así como la resolución en la defensa de nuestra herencia
cultural y territorial lograremos sobrevivir como cultura diferenciada,
para garantizar los bienes comunes de la naturaleza a las futuras
generaciones.
Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH
https://ofraneh.wordpress.com/2017/04/27/honduras-220-anos-de-resistencia-y-la-sobrevivencia-de-la-matrifocalidad-del-pueblo-garifuna/
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