“Es
hora de que Estados Unidos deje de financiar a los delincuentes en
Honduras”, bajo este título publica hoy un artículo el prestigioso
periódico estadounidense The New York Times. (Foto de ilustración en The
New York Times/ Un hombre en una protesta en contra de la corrupción el
19 de septiembre de 2015, en Tegucigalpa/ Credit Gustavo
Amador/European Pressphoto Agency).
Por Dana Frank* / 22 de septiembre de 2016
Alrededor
de la medianoche del 2 de marzo, la activista por los derechos de los
indígenas y el medioambiente Berta Cáceres fue asesinada por sicarios
que entraron a su casa en La Esperanza, Honduras. Llevaba tiempo
luchando contra la tala de los bosques y había sido amenazada en
repetidas ocasiones por su oposición al proyecto hidroeléctrico de Agua
Zarca, uno de los más importantes de América Central.
Su
madre, de 84 años, le dijo a una emisora de radio local: “No tengo
dudas de que ha sido asesinada por su lucha y de que el Ejército y la
empresa son los responsables. Estoy segura. El gobierno es responsable”.
El
21 de junio, The Guardian informó del testimonio de un soldado
hondureño que dijo que la unidad de élite a la que pertenece, con
entrenamiento de Estados Unidos, había recibido una lista de activistas a
matar entre los que estaba Berta Cáceres. (Dijo que había desertado del
Ejército antes que cumplir las órdenes que tenía). Desde entonces la
policía ha detenido a seis hombres en conexión con este crimen. Entre
ellos, un oficial en activo del Ejército y dos miembros retirados de las
fuerzas armadas, pero está por verse que se haga justicia.
Tuvo
que morir asesinada Berta Cáceres para que por fin se abriera un debate
público en Estados Unidos sobre la financiación que la administración
Obama ofrece a las peligrosas fuerzas de seguridad de Honduras. El 14 de
junio, el congresista Henry Johnson, demócrata de Georgia, junto con
otros congresistas, propuso la Ley Berta Cáceres para los Derechos
Humanos en Honduras, que reclama la suspensión inmediata de ayuda a
Honduras en lo relativo a la seguridad. En respuesta, el gobierno ha
tratado de justificar los motivos por los que continúa apoyando a la
policía y el Ejército de ese país a través de una serie de iniciativas
que son, en el mejor de los casos, débiles o solo simbólicas, y en el
peor, perjudiciales.
Después
del golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Manuel
Zelaya, Honduras ha degenerado hasta convertirse en un caos debido a la
corrupción en el gobierno, una criminalidad que no decrece y la
violencia generada por las pandillas. El presidente Juan Orlando
Hernández apoyó de manera decisiva el golpe y organizó la destitución de
varios miembros de la Corte Suprema de Justicia. Su campaña electoral
de 2013 y su partido recibieron dinero desfalcado de un fraude de 300
millones de dólares en el Instituto Hondureño del Seguro Social.
Durante
el tiempo que lleva en el cargo, Hernández ha creado una policía
militar con al menos 3000 hombres que, pasando por encima de la
constitución, ha asumido gran parte de la seguridad interna del país.
Las fuerzas de seguridad tienen una larga historia de violaciones de los
derechos humanos con una impunidad casi total. Associated Press ha
desvelado que en la policía existen escuadrones de la muerte y el
Ejército ha sido acusado del asesinato de campesinos y activistas en el
Valle del Aguán, en la costa caribe del país.
El
asesinato de Cáceres es solo parte de una letanía de asesinatos
políticos cometidos desde el golpe de 2009. Solo este año, según la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han sido asesinados al
menos ocho activistas. Las Naciones Unidas dijeron el mes pasado que
“Honduras se ha convertido en uno de los países más hostiles y
peligrosos para los defensores de los derechos humanos”.
La
ley sometida a la aprobación del congreso sigue a una serie de cartas
de senadores y congresistas al secretario de Estado, John Kerry, que
comenzó en 2010 y en las que se cuestiona el apoyo de Estados Unidos a
las fuerzas de seguridad de Honduras.
Los
seis representantes que presentaron la ley escribieron en The Guardian:
“Mientras Estados Unidos financie a las fuerzas de seguridad de
Honduras sin exigir justicia para quienes son amenazados, torturados y
asesinados, tenemos sangre en las manos”. El senador Patrick Leahy,
demócrata de Vermont, aprobó una norma el año pasado que hace que el 50
por ciento de la ayuda de 2016 esté condicionada a que el gobierno de
Honduras cumpla con ciertos requisitos respecto a los derechos humanos,
la corrupción y la impunidad. De todos modos, en años anteriores, el
Departamento de Estado ya había certificado que los fondos podían
ejecutarse pese a las pruebas de que ese tipo de condiciones impuestas
no se cumplían. Está por verse que hará el Departamento de Estado este
año.
La
administración del presidente Obama ha desoído las críticas y ha
propuesto un programa de “prevención de la violencia” como muestra de la
situación de seguridad en Honduras está mejorando gracias a la ayuda de
Estados Unidos. Pero que ese programa tenga éxito es cuestionable, no
hay ninguna muestra independiente de que la criminalidad haya descendido
en el país.
Durante
una visita a Honduras el mes pasado, escuché testimonios terribles
sobre el modo en que las pandillas desarrollan su control sobre las
comunidades, ejecutando a cualquier pequeño propietario que no pague su
“impuesto de guerra” o que se relacione con la policía. Además, la
financiación de Estados Unidos a la policía y el Ejército aumenta la
violencia, no la disminuye.
Una
comisión para la reforma policial acaba de despedir a varios oficiales
de la policía, pero esa comisión es leal al presidente Juan Orlando
Hernández. Ninguno de los policías despedidos tiene causa abierta ante
los tribunales y nada sugiere que sus sustitutos sean menos peligrosos.
El año pasado la población salió masivamente a las calles para exigir
una comisión de investigación independiente sobre la corrupción y la
impunidad, dirigida por las Naciones Unidas como la que funciona en
Guatemala. En respuesta a esa demanda, Estados Unidos ha apoyado la
Misión Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH) pero es
débil y tiene poca autoridad.
Más
que continuar apoyando a un gobierno represor pagando salarios de sus
delincuentes, Estados Unidos debería suspender de inmediato cualquier
ayuda militar o policial a Honduras. Todo. También el dinero destinado a
entrenamiento y equipamiento. En vez de apoyar reformas cosméticas para
encubrir los abusos de las fuerzas de seguridad, la administración
Obama debería hacer algo para responder a las peticiones de una comisión
realmente independiente y con el apoyo de las Naciones Unidas que se
enfoque en la corrupción y la impunidad en Honduras.
*Dana
Frank es profesora de historia en la Universidad de California en Santa
Cruz. Su especialidad es el estudio de la política de Estados Unidos en
Honduras.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/internacionales/1718-eeuu-ya-no-debe-financiar-delincuentes-en-honduras-the-new-york-times
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