Emir Sader
ALAI AMLATINA, 29/02/2016.- Nunca como ahora el futuro de América
Latina está tan abierto. Hemos pasado por un momento, especialmente
en los años 1990, en que la historia del continente parecía
congelada. Se imponía un modelo de forma avasalladora, que pretendía
invertir y cerrar ciclos históricos que apuntaban en otra dirección.
Ya no más desarrollo económico, sino equilibrio fiscal.
Ya no más
distribución de renta, sino concentración en manos de los más
competentes. Ya no más derecho, sino concurrencia en el mercado.
Nunca más Estado, sino empresas.
Se arriesgaron, en medio a consensos que creían fatales, a anunciar
el fin de la Historia, que reposaría eternamente en los brazos de la
democracia liberal y de la economía capitalista de mercado.
Enterradas las alternativas, el capitalismo y el imperialismo
podrían rediseñar el poder en el mundo.
América Latina era protagonizada por personajes como Carlos Menem,
Alberto Fujimori, Fernando Henrique Cardoso, Carlos Andrés Pérez,
Sánchez de Losada, Salinas de Gortari, Lucio Gutiérrez, entre
otros, consagrados entonces por la prensa internacional como los
“modernizadores”, los “liberalizadores”, los “globalizadores” de
nuestras sociedades, al fin salvadas del “populismo”, del
“estatismo”, del “nacionalismo”.
Víctima privilegiada de las grandes trasformaciones regresivas
ocurridas en el mundo y, en particular, del neoliberalismo, donde
ocurrieron más gobiernos y los más radicales, América Latina
reaccionó como ya pocos creían posible. Y se ha vuelto la única
región del mundo con gobiernos antineoliberales, con procesos de
integración regional, con capacidad para revertir las fuertes
tendencias a la desigualdad social y al aumento de la pobreza y la
miseria en el mundo.
América Latina ganó el derecho de definir su historia a partir de la
su capacidad para reaccionar frente al modelo neoliberal y a la
globalización. Gracias al liderazgo de dirigentes como Hugo Chávez,
Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael
Correa, entre otros. Ahora América Latina se enfrenta a los
efectores duraderos de la recesión internacional y a articulaciones
derechistas internas, generando crisis en varios de nuestros países.
En este momento, en medio de la segunda década del siglo XXI, se
puede decir que el futuro del continente está abierto. Nadie puede
garantizar que los gobiernos antineoliberales se van a consolidar
definitivamente, menos tampoco que los intentos de restauración
conservadora se van a imponer.
Las dos vías están abiertas. Lo que se puede decir es que el
escenario político latinoamericano será nuevo a partir de ahora. Ya
no se contará con precios altos de los productos de exportación, al
contrario, la recesión internacional tiende a extenderse. Tampoco
será posible que cada país reaccione aisladamente frente a la
recesión internacional.
La vía de la restauración está siendo puesta en práctica en
Argentina y rápidamente demuestra cómo sus planteamientos
profundizan la recesión, el desempleo, el endeudamiento y hasta la
misma inflación. Es una vía que recorta los derechos sociales,
concentra renta, subordina los intereses del país a los grandes
capitales internacionales y a Estados Unidos. Conocemos hacia donde
podría conducir esta vía a nuestros países, hemos vivido el auge del
neoliberalismo en los años 1990, sabemos que es una vía trágica para
nuestros países y para nuestros pueblos.
La otra es la vía de consolidar los extraordinarios avances logrados
y avanzar hacia una América Latina todavía más integrada, por el
Mercosur, por Unasur, por Celac, más vinculada al destino del Sur
del mundo, de los Brics, de su Banco de Desarrollo. Con gobiernos
antineoliberales articulando y poniendo en práctica un modelo
integrado de desarrollo con distribución de renta, profundizando
incesantemente sus mercados internos de consumo de masas,
fortaleciendo y democratizando más a sus Estados, con procesos de
formación democrática de sus opiniones públicas, contrayendo modelos
de superación del neoliberalismo y de construcción de sociedades
basadas en el derecho de todos.
Cuál de las dos vías va a triunfar, es lo que se está decidiendo en
este momento en el continente. Las fuerzas democráticas y populares
ya no tienen derecho de volver o seguir cometiendo los errores que
han cometido y que se siguen cometiendo. Es el destino de nuestros
países en toda la primera mitad del siglo XXI lo que se está
decidiendo. Conciencia real de los problemas que estamos
enfrentando, de las fuerzas con que contamos y con las que podemos
contar, de los errores cometidos, capacidad de renovación hacia las
nuevas generaciones, hacia las mujeres, hacia las capas populares
todavía postergadas, espíritu democrático y capacidad teórica
creativa, nos pueden llevar, por la vía democrática y popular de
superación de la crisis actual.
Las dos vías están abiertas. Las duras peleas actuales es para
decidir cuál de las dos se va a imponer.
- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es
coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad
Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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