Víctor M. Quintana S.
ALAI AMLATINA, 09/02/2016.- Fue
contundente el Papa Francisco en su entrevista colectiva con la
prensa mexicana, antes de su visita a este país, del 12 al 17 de
febrero:
“El México de la violencia, el México de la corrupción, el México
del tráfico de drogas, el México de los carteles, no es el México
que quiere nuestra Madre, (la Virgen de Guadalupe) y, por supuesto
que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a la
lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico,
contra la guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado,
contra la trata de personas.”
Porque el binomio corrupción y violencia es lo que mejor –o peor-
caracteriza a este país. Corrupción generalizada en las cúpulas
sociales y políticas; violencia en muy variadas formas: criminal, de
Estado, económica, doméstica, política, ambiental, simbólica.
México vive su “pedazo de guerra”, comó señalo Francisco en la
entrevista, mejor dicho, sus pedazos de guerras, donde siempre
resultan damnificados las y los más vulnerables: indígenas, mujeres,
pobres, niñas, niños, ancianas y ancianos…
Desde que Felipe Calderón Hinojosa declaró en diciembre de 2006 su
“Guerra al Narcotráfico”, proseguida con singular denuedo por el
actual presidente Enrique Peña Nieto ha habido en el país 155 mil
492 homicidios dolosos; de los cuales 55 mil noventa y ocho en los
tres años que Peña lleva al frente del gobierno. (Datos de Sistema
Nacional de Seguridad Pública). Y, sin embargo, ahí siguen los
cárteles, fortalecidos incluso en algunas entidades federativas, sin
disminuir sus actividades de tráfico de enervantes y muchas otras
vertientes delictivas.
Por su parte, Amnistía Internacional revela la existencia de una
grave crisis de los derechos humanos en este país: las
desapariciones forzadas superan ya las 27 mil, con casos tan
emblemáticos como los 43 estudiantes de la Escuela Normal de
Ayotzinapa, o del millar y medio de personas desaparecidas en Ciudad
Cuauhtémoc, en el norteño estado de Chihuahua.
Además de los homicidios y de las desapariciones forzadas, esta
guerra, la más letal de las que se vive en el Hemisferio Occidental,
ha hecho que seis de cada 100 mexicanos haya tenido que dejar su
lugar de origen desde que Calderón la declaró hace más de nueve
años…
Según las activistas de los derechos de las mujeres en México se
cometen siete feminicidios al día, lo que ha elevado el total de
mujeres asesinadas de 1985 a 2013 a más de 44 mil. Y la cuenta se
sigue engrosando en entidades como el Estado de México donde fue
gobernador el actual presidente Peña Nieto.
México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en
América, pues uno de cada tres asesinatos documentados de 2010 a la
fecha se cometieron en este país, asegura un informe de la Relatoría
Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH). La Comisión Nacional de los Derechos
Humanos documentó entre enero de 2000 mayo de 2015, 100 homicidios
de periodistas, 21 desaparecidos desde 2005 y 45 atentados contra
medios de comunicación desde 2006.
Estos delitos, además de los feminicidios, las ejecuciones de
migrantes en Tránsito, las agresiones a periodistas y defensoras y
defensores de los derechos humanos han hecho que el Alto Comisionado
de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein,
declarara el octubre pasado la “grave crisis de derechos humanos”
que vive el país.
Pero el grave problema de la violencia criminal y de Estado en
México va de la mano y en buena parte es propiciado por otra de las
fallas que señaló el Papa Francisco en la entrevista de principios
de semana: la corrupción. De acuerdo con el Índice de Percepción de
2015 de Transparencia Internacional, el país se ubica en el lugar 95
de 165 de los más corruptos. El Banco de México y el Banco Mundial
coinciden en que la corrupción equivale al 9 por ciento del Producto
Interno Bruto; el Inegi calcula que alcanza un monto de 347 mil
millones de pesos al año. Prácticamente 20 mil millones de dólares
anuales.
Por más que los gobernantes quieran señalar que en México “la
corrupción somos todos” y señalen que tan corrupto es el político
que dispone del erario para sus fines personales como el que paga un
soborno a un policía, el hecho es que la no vigencia del Estado de
Derecho, el servirse de lo público para fines privados es la
práctica más común en las cúpulas políticas, económicas, mediáticas
y de las empresas trasnacionales presentes en este país. Los casos
abundan: las mansiones de Peña Nieto, de su esposa, del Secretario
de Hacienda, edificadas por empresas constructoras del gobierno; el
tráfico de influencias a favor de empresas como las españolas OHL o
Iberdrola. Los escándalos de enriquecimiento inexplicable de
dirigentes de sindicatos, como los de los trabajadores de la
educación, ferrocarrileros, electricistas, burócratas. Hay también
graves acusaciones por corrupción contra varios gobernadores o ex
gobernadores de los estados: Tabasco, Aguascalientes, Sonora,
Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua. Acaba de regresar de España donde
estuve preso por una semana por investigación de lavado de dinero el
ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, Humberto
Moreira. También las denuncias por corrupción han afectado a los
dirigentes y a partidos políticos enteros como el Partido Verde
Ecologista de México. (PVEM).
La corrupción de la clase política mexicana, favorecedora de un
puñado de empresas y generadora de políticos empresarios o viceversa
no sólo ha derrumbado por los suelos la credibilidad y la
legitimidad de todo el sistema político. Ha también borrado la tenue
línea entre lo legal y lo ilegal y ha generado enormes vacíos de
poder que permiten la penetración de las organizaciones criminales
en las diversas esferas de la vida pública mexicana. Las policías
están controladas por los cárteles no sólo a nivel municipal, sino
en algunos casos a nivel estatal.
Para sintetizar el balance de lo que sucede en México algunos medios
han acuñado la muy certera frase: “Ni combate a la corrupción, ni
derechos humanos”.
Por si esto fuera poco, la administración de Peña Nieto no ha
logrado el repunte económico tan esperado y tan prometido a la
población. En los tres años y dos meses que lleva de gobierno, la
deuda como proporción del PIB creció 10.5 puntos porcentuales para
llegar a 44.9 por ciento. El peso se ha devaluado frente al dólar
más de un 42 por ciento. La pronunciada caída de los precios
internacionales del crudo y la Reforma Energética de Peña le han
pegado en la línea de flotación a Petróleos Mexicanos (PEMEX),
llevándola a la descapitalización y próximamente al recorte de 13
mil trabajadores.
La política económica neoliberal sin ambages y el entorno
internacional han impactado con violencia el poder adquisitivo y las
condiciones de vida de las mayorías en México: entre 1987 y 2014 el
salario perdió casi un 78 por ciento de su poder de compra. Esto
dispara las cifras de pobreza: en los tres años del gobierno de Peña
se han generado dos millones de nuevos pobres. Y México sigue siendo
uno de los países más desiguales de América Latina, y no se diga de
la OCDE: el 10 por ciento más rico de la población tiene un ingreso
30 veces superior al 10 por ciento más pobre.
Este es el México que ya comenzó a ver el papa Francisco, incluso
antes de llegar a él. El México roto, vulnerado, que quiere
presentar el México de las resistencias, muchas veces invisible. El
país de quienes luchan en un sinnúmero de espacios y organizaciones:
en defensa de los migrantes; por los derechos de las mujeres; por la
tierra, el territorio, los recursos naturales. Organizaciones
feministas, campesinas, derecho humanistas, comunidades indígenas.
Francisco señala en su entrevista que no sólo viene a “traer” a
México, sino también a recibir, a escuchar a su pueblo. Ojalá que de
este diálogo de Francisco con el México destrozado, pero también con
el México que resiste y construye surja el empujón definitivo para
la esperanza de todas y de todos.
- Víctor M. Quintana S. es asesor del Frente Democrático Campesino
de Chihuahua e investigador/profesor de la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez.
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