Leticia Salomón
Los partidos tradicionales de Honduras, Nacional y Liberal, se aferran a
un pacto de supuesta gobernabilidad, según el cual ambos asumen su
condición de ganadores o perdedores en los procesos electorales y se
turnan la presidencia de un poder del Estado, del Ministerio Publico,
del Tribunal Superior de Cuentas, del Tribunal Supremo Electoral, del
Comisionado Nacional de los Derechos Humanos y de todas las
instituciones del Estado cuyos conductores son electos en el Congreso
Nacional: de esa manera en un período "le toca" al liberal y en otro "le
toca" al nacionalista. Así ha sido siempre, hasta ahora.
En este
pacto de "secreto a voces" aparecieron escondidos en la sombra los
negociadores de ambos partidos encargados de orientar a los líderes
electos en el "arte de negociar", es decir, de reclamar y ceder puestos
clave, de tal manera que ambas cúpulas partidarias quedaran satisfechas y
contentas con el juego democrático que les permite reunirse, abrazarse,
decidir y celebrar mientras afuera sus seguidores creen que sus
adversarios políticos son enemigos irreconciliables.
Esos artífices
de la negociación se mueven con sigilo, concertan reuniones, mandan
intermediarios, imponen línea, estallan en cólera, lanzan amenazas,
propagan rumores, impulsan campañas, envían "globos sonda", compran
conciencias, elevan las apuestas y presionan hasta conseguir lo que
quieren y lo que, según ellos, es "por el bien de la patria"... Todos
han sido así aunque algunos muestran más habilidades que otros...
Todos
ellos están desconcertados, alarmados y enardecidos con lo que ha
acontecido en la elección de la Corte Suprema de Justicia, la que creían
sería tan fácil como las anteriores. Tratan de encontrar explicaciones y
justificaciones de su fracaso como negociadores del statu quo y no se
dan cuenta, o no quieren asumirlo, que ese pacto de partidos
tradicionales y conservadores ha fracasado porque el Congreso Nacional
ya no es bipartidista y en lugar de dos contendientes con uno o dos
peones menores, tenemos ahora dos nuevos contendientes que reclaman su
derecho a ser reconocidos como tales....
El juego político-partidario
requiere astucia, habilidad, racionalidad, visión y un gran sentido de
la oportunidad. Desde afuera vemos a los trogloditas del pasado
enfrentarse a los gladiadores del presente, a veces con ventaja y
sagacidad y a veces con torpeza e ingenuidad: ¡Adelante con la pelea,
cualquiera que sean los resultados, ganará la auténtica democracia y la
ciudadanía los esperará y se desquitará con su voto en las cercanas
elecciones...!
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