EDITORIAL
Esos que hablan del Presidente
La
codicia del presidente Juan Hernández personifica hoy la suprema traba
en la evolución del pueblo hondureño. En dos años guiando Casa de
Gobierno ha ratificado que un político con pedigrí tradicional puede
controlar un partido con el baúl de la fortuna del presupuesto nacional,
pero JOH confirma el agotamiento absoluto del bipartidismo en caída
libre y sin retorno para dirigir nuestra nación por la modernidad del
siglo XXI.
Tanto
es el desacierto y tanto el desencanto de Hernández en la gestión
pública que no existe palabra para definirlo, es inefable, un ejemplo
patético en este océano de locura, vaya, financiar una película para
cortejar Fuerzas Armadas cuando ha muerto un niño campesino por falta de
25,000 dólares para trasladarlo a EE.UU. o cuando los hospitales
carecen hasta de guantes baratos y el 50 por ciento de edificios
escolares se caen a pedazos y miles de alumnos toman clases en viejos
inmuebles alquilados.
Un mandatario moderno y maduro suprimiría esas veleidades.
A
esta hora es inútil divagar si el titular del Ejecutivo alcanzó la
presidencia por fraude electoral o no, pero es el confín de la
inconsciencia que insista continuar en el cargo, esa avaricia empeora el
desgarre del cuerpo social acentuado por el golpe de Estado de 2009.
Hoy en Honduras nadie puede comer tranquilo, y una persona sensata se
marcharía del gobierno en lugar de buscar perpetuarse mediante acuerdos
injustos con el “establishment”.
Si
un gobernante dedica cuatro años a planificar la inmovilidad, cómo
quedarse, nos indica que es un parásito que sólo aprendió a vivir de los
demás, de los multimillonarios impuestos que surgen del duro trabajo
del pueblo. Esta tesis tiene respaldos concretos, el Banco Central de
Honduras expone que nuestras importaciones crecieron en 35 por ciento
en 2015 a la vez que nuestras exportaciones apenas se ampliaron entre 1 y
2 por ciento.
Ese
mal ya es crónico, puesto que prácticamente compramos en el exterior
todo lo que consumimos, hasta maíz y frijoles. ¿No sería suficiente
ocupación para un gobierno reactivar el aparato productivo nacional? O
coordinar cada día de sus cuatro años cómo sienta las bases de una
economía agraria e industrial pujante que redistribuya la riqueza en
todas las capas de la sociedad, y eso si tendría impacto en la derrota
de la violencia sin necesidad de maquillar la muerte y acabaría con la
horrible exclusión que se arrastra por una bolsa solidaria y un
humillante bono, esto, por fuerza iría venciendo la vergonzosa y mortal
pero lucrativa migración que en 2015 produjo casi 4,000 millones de
dólares a la economía nacional.
Esta
es la fórmula cínica del crecimiento económico que sin trabajar halló
el gobierno y de pasó hizo empresarios que no compiten ni en el mercado
local, a mayor descomposición interna, mayor éxodo de personas, igual a
mayor crecimiento de remesas familiares, entonces, en público se levanta
la voz contra la migración que hace llorar a la primera dama, en
privado, es un buen negocio forzar el desplazamiento de connacionales
empobrecidos como estrategia para cerrar cada año el déficit en balanza
de pagos por la bajísima producción, y así el sudor de los expatriados
pule impresionantes indicadores macroeconómicos que sirven al FMI para
mostrar la economía hondureña como modelo mundial de éxito neoliberal.
Un
presidente ético no haría pompa del desarraigo del hogar que agobia al
inmigrante –se han burlado de nosotros— crearía empleo masivo en sus
monopolios naturales, interviniendo con empresas eficientes en
producción.
Cuando
alguien ha ejercido su trabajo con méritos, el propio pueblo lo
reclama, le dice que no se vaya, las obras malas y las buenas brillan.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/951-editorial-y-portada-el-libertador-impreso-enero-2016-esos-que-hablan-del-presidente
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