Por: Julio Escoto
En un brillante ensayo
(“Estudios culturales, postura epistemológica”), Rafaela Macías y Roxana
Peña recuerdan cierta sensitiva sentencia (aquí simplificada) de Stuart
Hall: “la indagación de las relaciones de poder surge para entenderlas
como determinantes de procesos culturales” o, en sencilla forma, “las
relaciones de poder determinan procesos culturales”. Lo que significa
que según como construyan y desempeñen sus códigos las elevadas esferas
de gobierno, asimismo se genera en la comunidad dependiente o subalterna
una imitación que, aunque resistida al inicio, concluye por imponerse y
transformarse en hábito de moda, lenguaje o discurso predominante,
práctica usualmente aceptada como modelo de actuación. Los líderes
educan a ser pulcro o a ser perverso.
Si el
mandatario desarrolla estilos prácticos de honestidad, tipo José
Trinidad Cabañas (1805-1871), el carácter humano más puro del istmo, los
corruptos temen avanzar. Dado que el desempeño administrativo de un
estadista de tal calibre carece, en general, de fisuras para expoliar y
medrar, las facciones oligarcas, de capital y comerciantes buscan otros
modos de enriquecimiento ya que “con ese no se puede”… Como opuesto fue
durante el segundo mando de Manuel Bonilla (1912) en que bastaba portar
cartas del gerente de Cuyamel Fruit Company para conseguir abundancia de
privilegios y exenciones fiscales, incluso contra la ley, haciendo que
el favoritismo y el clientelismo entraran en boga y concluyeran viciando
a la entera población.
Sin que se sepa
y sin decirlo, debido a que la mayoría de ciudadanos considera al poder
y sus ejercicios como referentes para conducción política y humana, es
decir ética, cuanto haga el mandatario impacta profundamente sobre la
psiquis nacional. Policarpo Bonilla, Villeda Morales y Melgar Castro son
figuras de errores, pero escasas personas consideran que tal trío fuera
ladrón. En cambio Ferrera, Medina, el héroe en duda Marco Aurelio Soto y
Oswaldo López dejan mucho que desear, ya que documentos y pruebas
históricas los acusan negativamente. Falta relacionar si no fue allí, y
particularmente desde el último, que Honduras comenzó a degenerar
moralmente hacia cauces y abismos que incluso hoy dificulta superarlos.
Y, finalmente,
¿qué decir de un líder que admite haber tomado su propio partido fondos
y recursos de la mayor estafa y latrocinio de la historia en el IHSS y
que, sin embargo, no existe de ello la menor causa incoada en el
Ministerio Público, al menos para indagación…? ¿No es ese un gravísimo
modelo perverso?... ¿Y cuántos otros empleadillos, viendo esa impunidad,
no tratarán de imitarlo robando incluso más, repitiendo el cinismo
oficializado, negando o, peor, argumentando con sofismas lo que carece
de justificación? “Honduras, oasis de paz” proclamaban Suazo Córdova y
alguna cáfila suya de embajadores, varios de ellos intelectuales
“progresistas”, mientras la contrarrevolución nica acababa vidas
hondureñas en oriente y sur del país…
El poder
genera culturas coyunturales o hegemónicas. La “escuela morazánica” de
Reina fue pasajera, quizás por no aspirar con ella a entronizarse en el
mando, mientras que el proyecto de los cincuenta años de Juancito
espejea con crudo afán dictatorial. La Nueva Agenda de Carlos Flores fue
cosa de risa, en tanto que la vigencia del plan neoliberal de
desmembramiento del país se tornará dominante si no lo detenemos… Y ha
de parársele porque es la mayor amenaza, en cien años, para la
supervivencia de una íntegra nacionalidad hondureña moderna, siendo este
el caso en que se requiere oponer al poder culturas de resistencia,
contestatarias y de libertad.
La fuerza
unida de un pueblo es imbatible, cuando logra esa unión, aunque no
espontánea. La gente experimenta repugnancia ante los corruptos pero
calla, murmura o solamente rumia, desconoce la protesta cívica, excepto
hoy en que se echa a la calle para rehacer su presente, obviamente
destruido... Queda la tarea de construir el futuro y no volver jamás a
elegir gobernantes fascistoides, aprendices del absolutismo que son
triste engendro de la humanidad.
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