Por: Jimmy Eduardo Bermúdez
Periodista
La
oscura noche de violencia, corrupción e impunidad en Honduras llegó a
su final, de manera espontánea, en decenas de ciudades, miles de
jóvenes, hombres y mujeres salieron a las calles indignados e
indignadas ante el más grande acto de corrupción del último siglo.
En
el espíritu de estos jóvenes, habita la esperanza que se hizo luz y se
reflejó en las antorchas de la oposición indignada, sin un rumbo
específico, sin un tiempo de duración, sin un rostro aparente, pero con
una clara determinación, no apagarse hasta hacer de Honduras un país
mejor donde los buenos no tengamos que vivir en silencio y donde los
corruptos no tengan cabida.
La
ciudadanía decidió no callar y salió a las calles a exigir un alto a la
corrupción del Partido Nacional de Honduras, a promover una cultura de
paz y de cero impunidad. La creatividad impregnó a todos y todas, llenos
de euforia salieron a las calles gritando, cantando, bailando y
llorando. Sí, llorando por quienes hoy no están con nosotros porque
fueron asesinados por las actuaciones de algunos políticos negligentes
en el poder.
Con
el transcurrir de los días, al marcar su pasó por las calles de la
patria, esta oposición Indignada fue creciendo y pasó de la
inconformidad, al grito de protesta, mismo, que logró romper el silencio
de los medios. La hora del cambio llegó. Por lo que este movimiento de
oposición indignada busca un proceso de cambio estructural para
construir una Honduras con mayores niveles de justicia, un combate
profundo a la corrupción y sin la interferencia de los partidos o grupos
fácticos de poder en el sistema de justicia.
Seguir
respetando las diversas identidades que allí se encuentran, las formas
de pensamientos diversos para consolidarse en un solo núcleo de cambio
cuyo objetivo final sea Honduras. Por su parte el Gobierno apuesta por
el cansancio de las movilizaciones, a través de campañas mediáticas
difundidas en todos los espacios y pagadas con nuestro tributo.
Recientemente lo vimos con el diálogo estilo monólogo, donde el gobierno
solamente dialoga con sus cómplices. Ellos han iniciado su
contraofensiva, por tanto es el tiempo de iniciar, una nueva etapa para
Honduras.
La
exigencia de la instalación de la Comisión Internacional Contra la
Impunidad en Honduras (CICIH) y la refundación del sistema de justicia
deben mantenerlo como la primera exigencia de su propuesta de combate
contra la corrupción y la injusticia en Honduras, esto no debe ser
negociable.
Para
avanzar en la lucha de los indignados y las indignadas es necesaria la
articulación y generación de discursos más consolidados que permitan dar
un salto cualitativo y cuantitativo en este proceso que si bien fue
espontáneo, hoy exige mayores niveles de organización.
La
contraofensiva del oficialismo y su propuesta de un falso diálogo,
deben ser factores que provoquen en la oposición indignada las mesas de
la indignación ciudadana que constituyen un mecanismo participativo,
amplio e incluyente para que todos los sectores que trabajan en la
construcción de un país mejor puedan generar catarsis y emprender
acciones articuladas que garanticen la continuidad del combate contra la
corrupción.
Las
antorchas son la luz y despertar en nuestro país, son el castigo para
los políticos corruptos y es la esperanza de los buenos hondureños y
hondureñas. Ellos son el pasado. Se metieron con la generación
equivocada. Son el futuro, la alegre rebeldía, que camina, se empodera y
se prepara para gobernar en coalición.
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